Diálogo: incómodo pero necesario

En Venezuela, en días recientes Jesús Chúo Torrealba, actual secretario ejecutivo de la MUD, exponía su punto de vista con […]
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8 Nov, 2016

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Manifestación opositora en Venezuela

Manifestación opositora en Venezuela

En Venezuela, en días recientes Jesús Chúo Torrealba, actual secretario ejecutivo de la MUD, exponía su punto de vista con respecto a los retos de la oposición venezolana y los logros que esta ha obtenido sorteando las inminentes dificultades impuestas por el autoritarismo chavista.

La MUD logró cohesionar una oferta electoral unitaria de cara a las elecciones parlamentarias y ganar cómodamente la contienda del pasado 6 de diciembre de 2015. De eso hace menos de un año. ¡Con tanta cosa ya se nos olvidó! Desde entonces, la instalación y puesta en funcionamiento del Parlamento ha sido como deshojar una margarita. Todos los días sucede algo nuevo. Llevarle el pulso al hilo noticioso venezolano es tarea de pulpos. Por un lado la «justicia» bloquea las leyes y por el otro impide el quórum vetando legisladores electos. El Ejecutivo gobierna echando mano de su propia legalidad, sin Constitución, ni reglamentos, ni normas. La Carta Magna chavista (1999) existe solo en el discurso. Con excepción de la Asamblea Nacional, ningún poder público cumple con «la Bicha».

Sinceramente, nunca hubo chance de asimilar la importancia del éxito electoral de diciembre, pues de inmediato la agenda se trazó en torno a la sustitución constitucional del gobierno de Maduro, necesidad política de la oposición y clamor de una sociedad que rechaza mayoritariamente la gestión de la Revolución.

El inicio de una nueva mesa de diálogo con el gobierno ha puesto en la picota a la dirigencia opositora. Abundan críticas y señalamientos contra las principales figuras de la MUD. Sin embargo, todos obvian la pertinencia de la necesaria negociación política con un actor que no cederá el poder por más que se inunde Caracas de sangre y se gaste toda la pólvora de los cuarteles.

La oposición ha actuado conforme un plan pactado por todas sus organizaciones: participar en la elección parlamentaria, ganar y reemplazar democráticamente el gobierno. Lo primero y segundo se ha cumplido. Lo tercero ha sido liquidado. Entre perder un referendo revocatorio y liquidar los caminos electorales para formalizar un sistema dictatorial, el chavismo optó por lo segundo. De inmediato, los actores internacionales que miraban con atención las actuaciones de la tiranía tropical que opera con la venia de Cuba y el financiamiento (contra endeudamiento) de Rusia y China, decidieron aparecer en la escena. Fue así como el Vaticano se incorporó como mediador del nuevo diálogo y Estados Unidos envió una vez más a su asesor hemisférico para ser parte de este proceso que de entrada comenzó turbio, difuso y con serios problemas de comunicación.

El gobierno chavista, ateo y antiimperialista, se sentó en una mesa convocada por el enviado de Su Santidad y con un gringo operando tras bastidores.

Lo cierto es que de todos los caminos pensados para salir rápida y pacíficamente del gobierno, hoy no queda ninguno. O por lo menos ninguno con expectativas de materializarse en el corto plazo. De ahí parte la incertidumbre que oscurece la escena política venezolana y angustia a la sociedad. El diálogo no se convocó para pactar la salida democrática del chavismo, ni para cambiar las reglas del ventajismo institucional del que goza la cúpula del PSUV. Se convocó porque, como es evidente, el hilo constitucional se rompió al bloquear la vía electoral.

Hoy se negocia para restablecer el voto como mecanismo de toma de decisiones y para lograr ciertas garantías elementales intentando contener la explosión generalizada de un país que se ha transformado en un hervidero. En ese calvario toca tragar grueso y aguantar la tempestad. Todas las señales emitidas por el gobierno han sido patéticas. Desde Maduro bailando salsa en cadena nacional, hasta la altisonancia de los voceros radicales del chavismo. La gran tensión condiciona la factibilidad del diálogo. A pesar de eso, por el lado de la oposición se ha avanzado en acuerdos internos para contener a la disidencia y a los militantes de la utopía del miraflorazo. El diálogo es un episodio incómodo y lleno de incertidumbre, pero necesario. Nadie lo quiere, todos lo necesitan.

Ángel Arellano | @angelarellano
Venezolano, doctorando en Ciencias Políticas, integrante del Centro de Formación para la Democracia

 

Ángel Arellano

Doctor en ciencia política, magíster en estudios políticos y periodista. Coordinador de proyectos en la Fundación Konrad Adenauer en Uruguay, y editor de Diálogo Político.

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