¿En qué Alemania queremos vivir?

Las elecciones parlamentarias en 2017 serán decisivas. Los ciudadanos deben decidir en qué Alemania quieren vivir. En una Alemania autorreferida, […]
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8 Dic, 2016

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

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Las elecciones parlamentarias en 2017 serán decisivas. Los ciudadanos deben decidir en qué Alemania quieren vivir. En una Alemania autorreferida, en la que se piensa solamente en sí misma, y todo gira alrededor de las necesidades del aquí y ahora o en una Alemania con corazón y razón, con la mirada puesta en el futuro, en las nuevas generaciones y en el mundo.

 

¿Dónde estamos parados?

Es obvio que a Alemania y a sus ciudadanos les va bien. Nunca hubo más gente empleada y las tasas de desempleo son las más bajas de los últimos 25 años. Brotan los ingresos por impuestos, crece la economía y el presupuesto del Estado está equilibrado. Las generaciones más viejas reciben los aumentos más altos en las jubilaciones por sus logros a lo largo de la vida. Y las madres reciben con una renta por maternidad el reconocimiento que merecen. Los jóvenes encuentran casi sin excepción un puesto de trabajo o de capacitación y las inversiones en investigación y desarrollo alcanzan valores récord. Alemania recibe el respeto del mundo y estabiliza el barco europeo en dificultades. La nacionalidad alemana es una de las más solicitadas en el mundo y, en las encuestas sobre la felicidad, los ciudadanos alemanes ocupan un puesto destacado.

Sin embargo, algo indica un resbalón en la sociedad. Se lo detecta en el ámbito privado, donde desde 2015 se discute más sobre política y muchos conocen por primera vez las posiciones políticas de amigos y conocidos. A las élites sociales se les reprocha hacer oídos sordos a los verdaderos problemas de la gente y en las redes sociales se radicalizan las opiniones y las voces desconformes: es visible una cierta incomodidad. Para algunos, el runrún social se debe a la ola migratoria del verano de 2015 y ese fue el punto de inflexión, ahí se produjo la ruptura.

En realidad, aquí operan factores fundamentales. Estamos siendo desafiados por varios procesos de cambio simultáneos: cambio demográfico, digitalización y trasformaciones globales.

Lo que el diputado federal y ministro de Finanzas Dr. Wolfgang Schäuble acertadamente calificó de rendez-vous con la globalización provoca inseguridad a muchos ciudadanos. No se trata solamente de gente de otros orígenes. Se trata de la falta de claridad sobre el orden global. ¿Quién decide qué y quién pertenece a quién? Opel ahora es de RM: la empresa de construcción de maquinaria de la esquina es ahora parte de una gran empresa china. ¿Cómo se llamará mi supermercado en el día de mañana? Antes imperaba una supuesta simpleza que brindaba claridad y confianza.

En forma simultánea a la inseguridad global, la narrativa alemana perdió fuerza. Después de 25 años, la gran felicidad de la revolución pacífica y de un nuevo comienzo compartido hace lugar a la matemática de las finanzas de transferencia de recursos entre los Länder y a una sensación de que ya es suficiente. Tal vez esto tenga que ver con la retirada de la generación de la reunificación y sea normal. En realidad está faltando el factor de cohesión cuando se trata de enfrentar a unos pocos manifestantes racistas en la ciudad de Dresden o de contradecir prejuicios superficiales sobre el este y el oeste.

Una creciente tecnificación y digitalización lidera los procesos de trasformación en el mundo del trabajo y en la vida diaria. No todos perciben las tecnologías disruptivas y los ciclos de crecimiento como una ganancia; más bien temen por su puesto de trabajo y las seguridades acostumbradas.

Todo esto no hace más fáciles las cosas para los partidos políticos y las elecciones. Más de 50 % de los electores se definen como cambiantes. Casi un tercio votan por carta y más de un tercio deciden su voto en la última semana. Esto no solo dificulta los pronósticos sino también los elementos comunicativos y de diálogo, por lo que la narrativa electoral desemboca en una escena dramática final. Los electores se basan más en su propia situación, y son más selectivos, mientras que los cálculos electorales se volvieron complejos. Esto se debe también a la incertidumbre respecto al destino del voto propio. En el estado federado de Turingia, el votante del Partido Socialdemócrata (SPD) no sabía si su voto iba a contribuir a la continuación de la coalición de su partido con la CDU o, por el contrario, a una nueva constelación con la izquierda (Die Linke) y el partido Verde (Die Grünen). Bajo estas condiciones —parecidas a una lotería— los electores evalúan su voto cuidadosamente y aspiran a tener claridad y alternativas. Una solución puede ser aumentar la participación directa. Por eso no asombra el aumento del apoyo a los plebiscitos a nivel federal. La desconfianza respecto a los políticos es enfrentada con más participación propia. Con esto se produce la situación que Karl-Rudolf Korte con razón llama la paradoja de la participación. Por un lado, más ciudadanos quieren participar pero, por otro, aumenta el reclamo de acelerar los procesos políticos. En las redes sociales son visibles estas desviaciones respecto a la participación.

¿De qué tratan las elecciones parlamentarias?

Para el año 2017 se dibuja una imagen estratégica clara. El partido AfD (Alternativa para Alemania) quiere convertir la elección en un referéndum sobre la política migratoria de Angela Merkel. Sobre los potenciales escombros producidos por este ataque, la coalición Rot-Rot-Grün (rojo-rojo-verde, de socialdemócratas, izquierda y verdes) quiere construir una nueva Alemania, sin miramientos.

Desde la izquierda (euro y políticas distributivas) y desde la derecha (refugiados) se sentirá el reproche de que Markel traiciona los intereses de los alemanes y que doce años ya son suficientes. Ambos bandos comparten una visión profundamente nacionalista y en parte socialista. Para la AfD y la Izquierda, pero también para sectores del SPD, la intervención profunda tanto en la economía como en la sociedad es parte esencial de su modo de ver las cosas: es decir, un Estado interventor, que se percibe como más inteligente que los individuos y las fuerzas sociales en conflicto. Esto constituye una imagen cálida y tranquilizadora en tiempos de falta de claridad global.

Ante todo la AfD y la Izquierda son antiglobalización, antimodernidad, nacionalismo y socialismo. En cierto sentido se apropiaron de posiciones conservadoras y propagan u mundo pasado que seguramente tampoco existió en esa forma. Juegan con fracturas sociales reales o supuestas, alimentan resentimientos xenófobos, se quejan del cambio cultural y prometen respuestas fáciles a preguntas complejas. La inestabilidad social y la inseguridad son su tema. Constituyen el statu quo en un mundo cambiante.

Frente a este escenario, la coalición de los partidos demócrata-cristianos CDU y CSU (La Unión) lucha por posicionarse. Entre los candidatos, los miembros del partido y la dirección reina la seguridad de que en 2017 habrá una campaña electoral diferente a las de 2005, 2009 y 2013. Ante todo, en la elección de 2013 la Unión no tuvo que luchar por la confianza y, en realidad, no tuvo un contrincante real. Las consecuencias inmediatas de la crisis de los refugiados parecen superadas pero las heridas, los debates y las cuestiones no sanaron todavía. Esto paraliza y amenaza el éxito electoral de 2017. Justamente por el aumento de la enemistad entre la derecha y la izquierda.

¿Qué debe hacer la Unión?

El vencedor de las elecciones parlamentarias de 2017 será quien logre dar respuestas a la búsqueda de sentido y seguridad de los ciudadanos respecto a la pregunta ¿en qué Alemania quiero vivir?

Está fuera de discusión que la imagen de Angela Merkel cambió respecto a la de las elecciones de 2013. Por la discusión a raíz de la crisis de los refugiados, la impasible piloto de la crisis Angela Merkel se transformó hoy, para los ojos de algunos ciudadanos, de una pragmática solucionadora en una productora de problemas. Y esto la ha perjudicado mucho, ante todo en los estados federados del este, de la antigua República Democrática Alemana. Al mismo tiempo, los críticos desconocen el prestigio que la canciller federal mantiene en la ciudadanía. Si se pudiera evitar que los enfrentamientos dentro de la coalición gubernamental se prolonguen innecesariamente, Merkel podría afirmar con razón que solucionó otra crisis.

Sin embargo, la Unión debe ofrecer más que solamente la canciller. La actitud y la dirección son decisivas. La actitud debe ser la de un partido seguro de sí mismo y no golpeado. Orgulloso de los éxitos políticos y en actitud combativa respecto a lo que viene. Una Unión que se mantiene unida y que no cuestiona los éxitos totales por una cuestión particular, que ve a Angela Merkel con la razón y con el corazón, y entiende que bajo su conducción Alemania ocupa el primer puesto en Europa y en la valoración mundial.

Sin embargo, para lograr una cuarta estrella, la Unión necesitará fundamentar por qué pretende otros cuatro años en la conducción de Alemania y a Angela Merkel como canciller. Se trata de proyectar una imagen del objetivo, de dónde estará Alemania al final del próximo período legislativo y por qué esto es importante para las personas en Alemania.

La valiente perspectiva de la Alemania del futuro es particularmente importante en vistas a la necesaria unidad con el partido CSU, Unión Social Cristiana del estado federado de Baviera. Al referéndum sobre el statu quo, la Unión opone un plebiscito sobre el camino futuro.

Michael Wolfsohn lo describió de la siguiente forma: «La democracia de la República Federal de Alemania debe convertirse otra vez en una democracia con capacidad de defenderse. Pero no a través de la violencia física de un Estado combativo, sino a través de argumentos de peso».

La Unión debe explicar hacia dónde quiere ir y debe asegurar la transparencia de sus decisiones políticas. La nostalgia de una fuerza política que ordene, interprete y solucione es grande. Y la Unión es la mejor fuerza política para lograr esto. Para la Unión, esta es una promesa central en esta elección parlamentaria. Nosotros somos los reales protectores de los ciudadanos y convertimos a Alemania en el mejor país del mundo, en el que la seguridad y el bienestar reinan para todos las personas: fuertes en casa y ocupando un lugar de liderazgo en el mundo.

Cinco aspectos esenciales

Crecimiento y economía social de mercado. Debemos destacar las fortalezas de Alemania y no convertir cada problema en una cuestión de Estado. Entre los debates procedentes sobre la industria 4.0 y la política de seguridad, deberíamos colocar las verdaderas fortalezas del país: el compromiso y el esfuerzo por las personas. Para lograr una mejor competencia y libertad económica debemos dejar de lado los lamentos y subrayar nuestras posibilidades. ¿Por qué vamos a estar llenos de preocupaciones si tenemos los mejores trabajadores y los mejores ingenieros del mundo? En la lucha contra cualquier populismo es necesario un mensaje de crecimiento.

Cohesión social y estabilidad. Nosotros trabajamos por una sociedad que no deje atrás ni desamparado a nadie. Nuestra acción está impregnada de un conservatismo empático que quiere evitar el descenso social. Mejoramos las chances para nuestros hijos mediante un sistema educativo orientado a rendimiento, que hacemos posible a través del apoyo a las familias. Ganamos la seguridad en la vejez con una política jubilatoria confiable y un sistema impositivo en el que trabajar es atractivo. En las próximas elecciones las mayoría de los votantes será mayor de 55 años y, por tanto, las promesas de distribución económica no están en el centro de la preocupación ciudadana. Se trata de una reconstrucción estructural, que no aumente la carga de las generaciones jóvenes y simultáneamente logre poner los recursos necesarios a disposición de cantidades crecientes de ciudadanos de edad cada vez más avanzada.

Estado y seguridad. La CDU debe volver a hablar de una Alemania unida y compartida. Esto vale para la cuestión del este y el oeste, así como para la de la ciudad y el campo. No debemos permitir que estados federados, regiones rurales o personas particulares sean estigmatizados. Esto significa, también, no poner a todos en el rincón derechista, en actitud resentida, solamente porque tienen problemas y preocupaciones, justificadas o no. Desde la crisis de los refugiados, muchos ciudadanos plantean preguntas sobre el papel del Estado, su capacidad de funcionamiento y sus déficits. Se trate de la protección de las fronteras, la policía o la escuela, la acción estatal está bajo observación de los ciudadanos. Solamente quien responda de forma convincente sobre lo que el Estado debe y puede hacer, podrá satisfacer las necesidades de seguridad de los ciudadanos.

Alemania abierta al mundo y patriótica. Defendemos una Alemania abierta al mundo y tenemos después de tantas experiencias una visión realista de la globalización. En este sentido, afirmamos que haremos todo lo necesario para que no se repita la situación del 2015. Alemania es un país en el que el asilo constituye un derecho que funciona solo por un tiempo y la inmigración solamente funciona con reglas claras. A las Wagenknechts (lideresa de la Izquierda) y a las Petrys (lideresa de la AfD) les decimos que la oposición a la globalización no es una muestra de patriotismo. Alemania se ve favorecida por la globalización y debe defenderla vehementemente. Ser cosmopolita no es ser elitista sino patriota. El modelo de éxito alemán es financiable a largo plazo solamente si logramos realizar y difundir nuestros productos, servicios e ideas en forma internacional.

Futuro y tradición. Nosotros creemos en un futuro venturoso. Apostamos a la esperanza de la gente y no a sus miedos. La historia de la República Federal está marcada por el afán inquebrantable de resolver exitosamente los problemas. ¿No podrá surgir de esta tradición una nueva narrativa para el siglo XXI? Más entusiasmo, un poco de orgullo y menos falsa modestia: fuertes en casa y ocupando un lugar de liderazgo en el mundo.

Solo la Unión puede vincular los puntos centrales con caras que transmitan tanto seguridad como estabilidad, tanto futuro como modernidad. La Unión puede ofrecer dirección y actitud a las personas.

Las elecciones parlamentarias marcarán la dirección. ¿En qué Alemania queremos vivir? ¿En un país anticuado, centrado en la redistribución y socialmente estancado, gobernado por la coalición rojo-rojo-verde y AfD? ¿O en una Alemania abierta al mundo, socialmente vital y económicamente próspera? Llegó el momento de volver a trabajar en una gran narrativa para nuestro país.

Dr. Mario Voigt
Diputado alemán del estado de Turingia por la CDU

Traducción de Manfred Steffen
Fundación Konrad Adenauer oficina Montevideo

Diputado alemán del estado de Turingia por la CDU

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