¿Y el poder para qué?

Los aportes de un político y un académico para entender la democracia. El 9 de abril de 1948, a raíz […]
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11 Ago, 2015

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Los aportes de un político y un académico para entender la democracia.

Darío Echandía y Robert Dahl: el poder y la poliarquía. | Imagen: Primicia/Wikicommons.

Darío Echandía y Robert Dahl: el poder y la poliarquía. | Imagen: Primicia/Wikicommons.

El 9 de abril de 1948, a raíz del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien era considerado el próximo gobernante de Colombia y reivindicaba a las clases populares, Bogotá fue incendiada y el país acrecentó una espiral de violencia que para algunos no se ha detenido. En medio de la crisis Darío Echandía (1897-1989), prestigioso político del partido de Gaitán, quien había sido propuesto como candidato para la presidencia en 1949, pronunció su famosa frase: ¿el poder para qué?

El desaparecido politólogo estadounidense Robert Dahl (1915-2014), mantuvo a mitad del siglo pasado una polémica con el sociólogo C. Wright Mills, quien padecería el forzoso ocaso de su brillante carrera. El tema que los ocupaba era la función de los grupos de poder en la toma de decisiones al interior de la política norteamericana. Mientras Mills defendía la tesis de que las decisiones son tomadas por una elite reducida, Dahl pensaba que existe una pluralidad de grupos que compiten entre sí, limitando las acciones de los otros y cooperando para obtener beneficios. Agregaba que si esto no puede considerarse como una verdadera democracia, en el sentido populista, es al menos un tipo de poliarquía, caracterizada por dos niveles centrales de la democracia: los derechos de participación y oposición (Polyarchy; participation and opposition, 1971).

Por su parte, las razones que presentó Echandía para rechazar el poder se hicieron claras: el clima de violencia, la falta de garantías y el atentado que él mismo sufrió —en el que falleció su hermano Vicente Echandía—. El letargo anímico lo llevó a retirar su candidatura, lo que permitió el triunfo del único candidato, el conservador Laureano Gómez, quien a la postre no terminaría su periodo y desembocaría en el golpe de opinión —como lo llamó el propio Echandía— del general y futuro dictador Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957). Es decir, el derrumbe del escenario poliárquico.

Darío Echandía pasaría a la historia por su desdén frente al poder, algo particularmente extraño para un representante de la clase política que incluso llegó a ser presidente designado de su nación. Por su parte, Robert Dahl, quien nos aclaró que el poder es la capacidad de influir en el comportamiento de otro(s) (The concept of power, 1957), llegó a manifestarse escéptico sobre los alcances de la democracia constitucional (How democratic is the american constitution?, 2002).

Las lecciones de estos dos personajes disímiles son aún pertinentes: la concentración del poder, la incapacidad de establecer acuerdos, la corrupción, la falta de valores humanistas, el poco respeto por los principios de la representación, el uso ilegítimo del principio de mayoría y la vanidad personalista destruyen la democracia. Así que vale la pena volver a preguntarse: ¿el poder para qué?

José Alejandro Cepeda | @sinclair_simon_

Colombiano. Periodista y politólogo. Doctor en Ciencias Políticas y de la Administración. Profesor de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá

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