La configuración de un nuevo Parlamento Europeo luego de las elecciones del domingo 26 de mayo dejará una serie de cambios importantes que se traducirán en nuevos desafíos para la Unión Europea.
Por un lado, los partidos mayoritarios sufrirán una importante merma en su caudal electoral y con ello en el recuento de escaños. Alrededor de 80 bancas perderán en conjunto los grupos democristianos-conservadores y socialdemócratas-progresistas. Esta caída generará una mayor fragmentación de la Cámara, que demandará la generación de nuevos consensos y mayores esfuerzos de todas las fuerzas políticas. Asimismo, la amenaza ultraderechista se consolidará y, si bien su heterogeneidad le impide aunar fuerzas, tendrá la oportunidad de aumentar su visibilidad e intentar dominar la agenda de temas.
Esta situación se ve reflejada en lo que sucede actualmente en Alemania. Las encuestas de intención de voto dan cuenta de que tanto los partidos de la Unión (CDU/CSU) como los socialdemócratas (SPD) sufrirán un golpe. En especial estos últimos, que perderán alrededor de doce escaños con relación a los conseguidos en 2014. Los beneficiados de esta situación son los ultraderechistas (AfD) y los verdes (Grüne). Ambos partidos verán crecer su representación en el Parlamento Europeo y, desde esquinas ideológicas diferentes, procurarán influenciar lo que suceda en Estrasburgo y Bruselas.
Esta elección cobra cierta importancia, ya que tiene lugar en un momento particular de la historia alemana. En efecto, la era de la canciller Angela Merkel está llegando a su fin. Por decisión propia, la líder de los democristianos ya ha dejado de ser la jefa del partido y cuando culmine la legislatura actual dejaría de ser la candidata de su partido. Esto pone a Alemania frente al desafío de reconstruir el liderazgo político de su país.
Sin embargo, la salida de la canciller no solo obliga a Alemania a pensar en su reemplazante, sino que la propia Unión Europea estará ocupada con esta tarea. En la última década, Merkel ha tenido un protagonismo fundamental para la estabilidad económica y política en la región. Bajo su liderazgo Europa ha mantenido su lugar preponderante en el concierto mundial.
La amenaza ultraderechista
Tanto en Alemania como en Europa, la consolidación de la ultraderecha es una cuestión primordial. Por un lado, por su discurso xenófobo, basado en el odio y sostenido en el miedo de ciertos sectores de la población. Pero por otro, por su proyecto de largo plazo de destruir la Unión Europea. Su pretensión implica retroceder décadas de integración política, de acuerdos comerciales y culturales y de construcción de consensos pacíficos y beneficiosos para todos los países, las regiones y los habitantes de la región.
La alianza que lleva adelante el líder italiano Matteo Salvini pone en riesgo la potencia de Europa y su capacidad para hacer frente a nuevos desafíos globales. La nueva configuración multipolar del mundo, con Donald Trump, Vladimir Putin y China como algunos de sus autores principales, no puede ser abordada desde la debilidad que pueda significar una Unión Europea dividida y desconectada.
Las próximas elecciones, tanto en Alemania como en Europa, serán una bisagra política. Se iniciará un tiempo en el que las distintas fuerzas políticas democráticas deberán demostrar su capacidad para generar nuevas alianzas y consensos que revitalicen la idea de una Europa fuerte, tolerante y próspera.
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