De pronto el muro se derrumbó o, más bien, se abrió y de todos lados la gente lo traspasó. El reencuentro, deseado por tantos años, se produjo. Después de la sorpresa, de la incredulidad, algunos se treparon y sencillamente miraron hacia un lado y otro de lo que ahora no separaba más. Otros, armados de picos, martillos y fierros descargaban su rabia en ese muro. El 9 de noviembre de 2018 se recuerda entonces como el Día de la Caída del Muro, del abrazo postergado.

Caída del Muro de Berlín, 9 de noviembre de 1989 | Foto: Xizdos, vía Wikicommons

El Muro de Berlín, 9 de noviembre de 1989 | Foto: Xizdos, vía Wikicommons

Pero el 9 de noviembre no es solamente una fecha de celebración. También ese día, en 1938, turbas asaltaron y destruyeron en forma sistemática sinagogas, negocios y edificios de la comunidad judía. Fue la Noche de los Cristales Rotos, en la que no se trataba solo de destruir físicamente. Había que humillar. Por eso, antes de los incendios se obligaba a los fieles a sacarse el sombrero dentro de la sinagoga, a entonar canciones nazis, a gritar «¡Somos un pueblo sucio!». Y al acto cruel personalizado seguía la destrucción del lugar sagrado y, con él, sus textos y recuerdos.

Lo que el partido nazi presentó como una reacción espontánea y popular en realidad fue una acción coordinada. La destrucción desatada aquella noche no fue sino la confirmación de lo que se avecinaba. Mientras ardían sinagogas, los campos de concentración eran ampliados, se producían estrellas de David para marcar a los judíos, que a partir de ese momento iban a ser sistemáticamente perseguidos y finalmente eliminados.

La infamia a menudo deja en evidencia la miseria humana. Así, los bomberos apagaban solamente las casas vecinas a las sinagogas. Los ciudadanos miraban en silencio la desgracia de sus vecinos, y las iglesias cristianas muchas veces guardaban silencio dejando preguntas sin respuesta sobre la compasión humana.

La barbarie de la trágica noche también tiene otras facetas. Está aquel solitario policía, Wilhelm Krützfeld, que pistola en mano enfrentó a las bandas de las SA frente a la Nueva Sinagoga de la calle Oranienburg en Berlín. Krützfeld consiguió salvar el magnífico edificio de las llamas aquella noche. Siempre que voy a Berlín, me paro en el lugar y trato de imaginar su enorme soledad frente a la violencia. Lamentablemente, durante la guerra la aviación aliada lo dañó severamente. Hoy la sinagoga está reconstruida. En su fachada una placa recuerda al solitario héroe.

Nadie sabrá si la fecha de la Noche de los Cristales fue elegida a propósito. Porque en otro 9 de noviembre, quince años antes, se había producido un intento de golpe por Adolfo Hitler. Todo empezó en una cervecería en Múnich, en la que el futuro führer lanzó su proclama de revolución nacional contra la república que él llamaba traidora. En una marcha tal vez inspirada por la de Mussolini a Roma, las fuerzas de las SA atacaron el Ministerio de Defensa de Baviera. La revuelta fracasó y varios de sus jefes fueron condenados a la cárcel. Allí escribió Hitler su Mein Kampf, en la que se anunciaba lo que vendría.

La república contra la que se levantaron los nazis nació al finalizar la Gran Guerra. Hace exactamente cien años, un 9 de noviembre fue proclamada la República en Alemania. La derrota militar del Imperio y la abdicación del emperador Guillermo en el marco del levantamiento espartaquista [1] produjo una situación de anomia e incertidumbre. Tratando de adelantarse a la proclamación de la República Socialista por el líder comunista Karl Liebknecht, Philipp Scheidemann decretó la República desde la ventana del Reichstag. Nacía la República de Weimar, de corta y conflictiva existencia [2]. Es oportuno recordar que entre sus primeros logros estuvo la introducción del derecho al voto de la mujer, que también cumple cien años estos días.

La toma del poder por los nazis, la Segunda Guerra Mundial, la terrible destrucción de Alemania, las inconmensurables masas de fugitivos desde el este y, finalmente, la separación en dos Estados, hablan de una historia dolorosa, llena de derrotas, sufrimiento y dudas hasta la reunificación. Hoy la historia presenta a la República Federal de Alemania desafíos inéditos por sus dimensiones y gravedad. La interminable ola de migrantes que llegan buscando paz, su correlato del renacimiento de nacionalismos y xenofobia, la entrada en escena de actores políticos como China son solamente algunos de estos retos.

Las coincidencias históricas del 9 de noviembre le han dado el nombre de Schicksalstag, ‘Día del Destino’. Tal vez sea oportuno recordar hoy a aquel policía que en su momento supo encontrar coraje para enfrentar el destino y encender una llama de esperanza en la solidaridad.

 

Notas:

[1] En referencia a la Liga Espartaco, agrupación comunista alemana liderada por Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg.

[2] H. A. Winkler (2000). Der lange Weg nach Westen (‘El largo camino hacia el oeste’). Múnich: C. H. Beck.