Líderes frente al coronavirus: ¿del apogeo a la decadencia?

La mayoría de los presidentes de la región crecieron en las encuestas y se fortalecieron a partir de la crisis. […]
17 Abr, 2020
Presidentes de América Latina

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La mayoría de los presidentes de la región crecieron en las encuestas y se fortalecieron a partir de la crisis. Ahora se enfrentan a un nuevo desafío: cómo hacer que las consecuencias que dejará la pandemia no terminen con sus gobiernos.

La llegada del COVID-19 cambió al mundo entero. Su ubicua presencia modificó todo tipo de agenda de gobierno que se haya planeado para el 2020. En apenas tres meses, el virus penetró en cada país a una velocidad inusitada que jerarquizó la figura de los líderes de cada país en la región. La mayoría de ellos vieron incrementar de manera exponencial su imagen frente a la opinión pública, pero sería un pecado mortal creer que se trata de números reales y representativos.

Cada uno de los presidentes de la región le imprimió su propio sello al liderazgo de la gestión de la crisis, lo que los impulsó ante la ciudadanía que, en una situación como la que estamos viviendo, dejó de lado las diferencias y se ordenó detrás de ellos. La pandemia, a la cual muchos líderes enfrentaron desde los hechos y desde el discurso como una guerra, tuvo el mismo efecto que un conflicto bélico: la unidad detrás del líder.

Frente a esto, la mayoría de los mandatarios vieron cómo sus niveles de imagen positiva de cara a cada sociedad dieron saltos abruptos de entre 10 y 30 puntos, según el caso, debido a su rápido y eficiente accionar. Según Ipsos, el ranking de aprobación en el manejo de la crisis lo encabezan Luis Lacalle Pou y Alberto Fernández, con el 62%. El argentino lleva apenas cuatro meses y medio de gestión, mientras que el uruguayo poco más de 40 días, por lo que sus altos números también se explican a partir de la ventaja de no arrastrar desgaste en el poder.

No son así los casos de Martín Vizcarra, Iván Duque y Sebastián Piñera, ya que los mandatarios de Perú, Colombia y Chile gobiernan hace bastante más tiempo e incluso llegaron al mes de marzo con niveles bajos de aprobación por diversos conflictos; principalmente el presidente de Chile, quien ostentaba una aprobación de gestión por debajo del 10%. Sus respectivos manejos de crisis alcanzaron niveles de aprobación por encima del 50%, lo que los reubicó frente a la ciudadanía de otra manera y les dio una nueva oportunidad. Hasta el propio Donald Trump, pese a subestimar al virus y convertir a Estados Unidos en el país con más fallecidos y contagiados, fortaleció su base electoral y alcanzó casi un 50 %, a pocos meses de las elecciones presidenciales de noviembre próximo.

Las excepciones a la regla son dos: Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador. La irresponsabilidad en el manejo inicial de la crisis —argumentado en no detener la economía por el virus— caló de manera profunda tanto en Brasil como en México y, pese al intento tardío de dar marcha atrás y otorgarle al COVID-19 la magnitud que merece, la aprobación en el manejo de la crisis no supera el 15% en ambos casos.

Más allá de la actitud que toma la ciudadanía frente a una crisis y la necesidad que nace de apoyar al líder y refugiarse en sus decisiones, quienes fortalecieron su imagen tienen dos factores en común: convocaron a la oposición para tomar medidas de manera consensuadas y, salvo errores puntuales, tuvieron un buen manejo de la comunicación de crisis. En términos políticos, entendieron que no era tiempo de división; desde el lado comunicacional leyeron a la perfección de qué se trata el nuevo contrato que se genera, en un contexto extraordinario como este, entre el líder y sus representados. Se transformaron en los voceros oficiales, comunicaron siempre y lo hicieron de manera fluida, transmitiendo tranquilidad, con mensajes simples y un lenguaje claro. Utilizaron a la comunicación para sostener el tejido comunitario y dotar de certidumbre a la población, algo indispensable en un escenario cargado de pánico y desazón.

Pese a esto, descansar en el éxito y enamorarse de las encuestas positivas sería el peor error que puedan cometer los distintos líderes. Se enfrentarán a sociedades con índices de pobreza y desempleo muy superiores a los que ya mostraban, dificultad para reactivar la economía y conflictos sociales que se irán incrementando a medida que los gobiernos no den respuestas. El manejo de la poscrisis del coronavirus puede ser aún más complejo que el de la propia crisis, ya que esta causará recesiones que pueden ser letales para cualquier gestión si no se toman medidas a tiempo.

El dilema inicial que se planteó en muchos países entre economía o salud expuso a los que optaron por la economía, como Jair Bolsonaro o Andrés López Obrador. Con el dinamismo con el que avanza la crisis, esa disyuntiva quedó obsoleta: hoy los gobiernos deben complementar los dos conceptos, ya que, cuando termine la guerra contra el virus —e incluso antes también—, la economía estará devastada y los líderes podrían pasar del apogeo a la decadencia en muy poco tiempo.

Sebastian Chiappe

Licenciado en Comunicación Periodística en la Universidad Católica Argentina. Maestrando en Políticas Públicas en la Universidad Austral. Consultor político. Jefe de despacho en el Congreso de la Nación Argentina

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