Chile y la cordura

Dos claros ganadores surgen de las esperadas primarias. Los electores se inclinaron por opciones que indican un deseo de cambio sin la temida polarización. Nuevos temas se colocan en una agenda rodeada de expectativas.
Por:
22 Jul, 2021
Sebastian Sichel, Gabriel Boric | Fotos: Flickr/ACP93, Facebook/@gabrielboric

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Tras las primarias presidenciales vividas el pasado 18 de julio, Chile entró en un proceso de reflexión acerca del escenario político, que intenta sacar lecciones de la conducta del electorado y busca interpretar los sucesos al objeto de vislumbrar las tendencias hacia las elecciones presidenciales del mes de noviembre próximo. En los hechos, el país está inmerso en un evidente cambio cultural y político que aún no termina de comprenderse.

Al respecto, las encuestas una vez más se equivocaron rotundamente respecto de los resultados, mientras que los analistas políticos en general han soslayado algunos de los nuevos rasgos que explicarían las inesperadas victorias.

En efecto, las encuestas advertían un triunfo de Daniel Jadue (PC) en la lista Apruebo Dignidad del sector de izquierda, mientras que en la primaria de la derecha se indicaba a Joaquín Lavín (UDI) como el candidato que se impondría en el bloque oficialista Vamos Chile. Sin embargo, los resultados fueron muy distintos a los proyectados.

Los triunfos de Gabriel Boric (FA) sobre el comunista Jadue (68,43% a 39,57%) y el de Sebastián Sichel sobre el exalcalde de Las Condes (49,08% a 31,30%) se han interpretado como el desfonde de los partidos tradicionales o doctrinarios, lo cual se ha hecho sinónimo de un fin de ciclo en la política chilena. Cabe señalar que Ignacio Briones, representante del partido de gobierno Evópoli, alcanzó el 9,82% y que Mario Desborde, candidato de Renovación Nacional (RN), del presidente Piñera, obtuvo solo 9,80%. Debe recordarse que RN es el partido más grande en estos momentos en Chile, según el número de parlamentarios, alcaldes y concejales.

Un primer acercamiento para comprender los resultados electorales de las primarias es el factor Jadue, quien se mantuvo por meses encabezando los sondeos de opinión para la presidencial, lo cual habría movilizado al electorado a participar, en especial, a quienes se representan con posiciones más dialogantes y menos rupturistas que las que presentó en forma y fondo el militante comunista. La participación ciudadana llegó a un insospechado 21% del padrón electoral, lo cual es sustancialmente superior a las anteriores primarias.

Una segunda interpretación es que parecería que la ciudadanía no está dispuesta a votar para la presidencia a quienes han estado en la escena política en las últimas décadas, lo cual ha ido de la mano con una demanda de cambio generacional. Al respecto, cabe señalar que Boric tiene 35 años, mientras que Sichel 43.

Dicho lo anterior, la pregunta en el contexto de un cambio de paradigma podría estar vinculada a si se mantiene o no la diada izquierda-derecha. La respuesta no resulta sencilla, ya que tanto Boric como el independiente Sichel no representan a partidos con una ideología tradicional, pero ellos mismos acentuaron durante la campaña sus domicilios políticos en coherencia con las etiquetas de derecha e izquierda.

Por un lado, Gabriel Boric se siente heredero de la tradición de los líderes de la izquierda chilena, mientras que Sebastián Sichel invita a participar de un proyecto que se construye desde el centro político. Por lo tanto, los candidatos más votados establecieron con claridad sus domicilios políticos utilizando la diada izquierda-derecha heredada de la modernidad, como un elemento esencial para convocar a su electorado.

Desde otra perspectiva, se podría afirmar que Joaquín Lavín, quien cuenta con una larga trayectoria en la derecha, pudo verse afectado en su votación por la confusión ocasionada cuando sostuvo que es un líder con ideas socialdemócratas. Posiblemente el objetivo de aquello haya sido romper los límites de la representación de su sector; sin embargo, esto pudo significar haber perdido consistencia política entre sus electores.

En tal sentido, tras las recientes votaciones, la clave para explicar los resultados del pasado 18 de julio no parecería estar en una demanda por mayor pragmatismo, sino por actores políticos que permitan renovar la confianza en sus visiones de país. Ello exigiría coherencia entre el pensamiento y la acción para responder a los cambios políticos y sociales que se reclaman, en un marco de entendimiento y diálogo.

Volver a confiar

Algunos ejes de las demandas ciudadanas que se han expresado con nitidez desde el estallido social de octubre de 2019 en Chile permiten acercarnos a la comprensión de por qué se exigiría un cambio generacional en política. Al respecto, estaría imperando la lógica del que se vayan todos los que han cumplido algún papel en la política nacional en las últimas décadas, para permitir abrir espacios a independientes y personas que estén identitaria e ideológicamente cercanas a las temáticas de sostenibilidad social y medioambiental, inclusividad, libertad individual y mayor igualdad social.

En efecto, esto se traduce en temas que exigen reformas, tales como que el agua sea un bien público, el reconocimiento de los pueblos originarios, la necesidad de una descentralización efectiva, el fin del patriarcado, el abordaje de la inseguridad ciudadana con una respuesta integral y que permita ir a las causas de la descomposición del tejido social en Chile, la reducción del desigual acceso a la educación, el impulso de políticas que reviertan la desigualdad social y económica (discriminación), entre otros asuntos.

Todo ello en un contexto de cambio cultural posmoderno que promueve una mayor aceptación de la diversidad. Por tanto, se incrementa la demanda de reconocimiento de las diferentes identidades (contestando a la uniformidad) y se exigen mayores niveles de autonomía del individuo y una ampliación de la conciencia en materia de protección medioambiental, entre otras características que han cambiado los reclamos del electorado en el país.

En consecuencia, no resulta fácil para un actor político que ha estado inmerso en lógicas propias de la modernidad adaptarse con credibilidad a las nuevas exigencias. Se aprecia poco creíble que quienes hace una década tenían como preocupación principal el crecimiento económico sin que importara una mitigación del impacto medioambiental, hoy se presenten como ambientalistas competentes y comprometidos.

En consecuencia, el soberano en Chile parecería haberse pronunciado por cambios o reformas en un contexto de entendimiento social, evitando la polarización. Además, ha exhibido una voluntad de cambio, apostando por el recambio de liderazgos para renovar la confianza en la política.

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Jaime Abedrapo

Director del Centro de Derecho Público y Sociedad (PUBLICUSS) de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad San Sebastián, Chile. Doctor en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales (Instituto Universitario Ortega y Gasset, España). Cientista político. Periodista

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