En el verano de 1989 se inició un proceso que el 9 de noviembre provocó la caída del Muro de Berlín y terminó el 3 de octubre de 1990 con la reunificación de Alemania. La Fundación Konrad Adenauer conmemora los acontecimientos de aquel año señalado en la historia alemana: la revolución pacífica en la República Democrática Alemana y el camino hacia la reunificación en el contexto político nacional y mundial.
La reunificación
«La cuestión alemana solo puede resolverse bajo un techo europeo. La sentencia de Adenauer es correcta», dijo el canciller federal Helmut Kohl en enero de 1990. Para los cancilleres demócrata-cristianos los vínculos con el Occidente y la integración europea fueron pasos decisivos para superar la división de Alemania.
A partir de 1949, la política de Konrad Adenauer se fijó el objetivo del reforzamiento de Alemania frente a las intenciones expansionistas soviéticas que habían llevado a la división de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Al mismo tiempo, quería fortalecer la democracia parlamentaria y preservar los valores cristianos de Occidente. Ambas metas estaban amenazadas por la opresión comunista y la tiranía en Europa del Este y en la República Democrática Alemana. Con la integración de la República Federal de Alemania en la comunidad occidental de Estados se consolidaría la joven democracia, se garantizaría la seguridad interior y se evitaría que el pueblo alemán se sumergiera nuevamente en esfuerzos nacionalistas. Esto se fundaba ante el futuro de una Alemania reunificada que iba a ser miembro de la Unión Europea, tal como se establecía en el Tratado sobre Alemania de 1955.
La OTAN y la Comunidad Europea fueron baluartes contra la infiltración comunista para encarnar comunidades de valores. Para estas instituciones, la libertad y las elecciones libres eran una expresión del derecho a la libre determinación de cada nación. Garantizar este derecho a todos los alemanes correspondía a la concepción occidental de la democracia, y para la Unión y sus cancilleres demócrata-cristianos Adenauer, Erhard, Kiesinger y Kohl era el requisito previo básico para lograr la reunificación.
En los años cincuenta, CDU y CSU se opusieron a los esfuerzos de SPD y de partes de FDP por lograr la reunificación de Alemania y la conformación de un Estado neutral a costa de las libertades de la democracia occidental. Adenauer contrarrestó la supuestamente insoluble contradicción entre la integración occidental y la reunificación con la afirmación políticamente correcta de que la reunificación en paz y libertad solo podría lograrse a través de la integración europea. Hasta la restauración de la unidad alemana en 1990, todos los demócrata-cristianos seguían el principio de que sin libertad no hay unidad en libertad.
La reconstrucción, la seguridad, la libertad, la soberanía y la igualdad pueden ser alcanzados mediante la integración occidental. El objetivo de la reunificación tuvo que pasar a un segundo paso porque no se lo podía lograr sin el consentimiento de la Unión Soviética. Para Adenauer, por lo tanto, la libertad y la integración occidental eran prioritarias frente a la reunificación, y esto resultó en los acontecimientos de 1989-1990.
La paciencia y la previsión de Adenauer
Desde la adhesión de la República Federal de Alemania a la OTAN en 1955, Adenauer creía que cualquier oportunidad de negociar la reunificación requeriría primero una reconciliación entre Washington y Moscú respecto a sus estrategias armamentistas. El hecho de que la negociación fuera una condición esencial para la reunificación era el requisito previo para la política del Este (Ostpolitik) del canciller Willy Brandt del año 1969. Por otra parte, la Unión adhirió a su idea de que solo la reunificación haría posible una distensión real y duradera en el conflicto Este-Oeste.
A diferencia de Brandt, Adenauer no estaba dispuesto a pagar el precio exigido para la distensión, es decir, el reconocimiento de la RDA. Adenauer confiaba en que ni siquiera el pueblo de las dictaduras comunistas aceptaría la opresión permanente, sino que se esforzaría por alcanzar la libertad. «Esto puede suceder más rápido de lo que soñamos», profetizó en 1960, «y siempre hay sorpresas en la historia».
En una situación tan tensa debido a la potencia militar occidental, los líderes soviéticos se darían cuenta de su propia mala conducta y llegaría el día de negociar seriamente la reunificación desde una perspectiva paneuropea. En el caso de un acuerdo, Adenauer estaba dispuesto a hacer concesiones políticas para negociar la seguridad, la paz, la libertad y, en última instancia, el restablecimiento de la unidad entre Alemania y Europa. En su opinión, la desintegración interna del imperio soviético no era cuestión de si ocurriría, sino de cuándo. Esperó pacientemente la oportunidad de la reunificación, la oportunidad que había que aprovechar. Se sabía que ciertas constelaciones favorables en la historia raramente se repiten y no continúan indefinidamente.
Después de los reveses de la política de distensión de finales de los años setenta, solo unos pocos alemanes todavía tenían fe en un futuro unidos. Grandes sectores de la sociedad alemana occidental habían perdido de vista el objetivo nacional de la reunificación, al que el gobierno de Kohl adhirió en los años ochenta, en continuación de los principios de Adenauer.
Lucha contra la resistencia
Sin embargo, hubo algunas resistencias a la unidad alemana: los ortodoxos del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) y la izquierda del SPD. Desde el punto de vista de la política exterior, principalmente de la primera ministra británica Margaret Thatcher, la reunificación no era un proceso inevitable en la historia alemana. No obstante, en 1989-1990 no pudo aportar una alternativa más convincente que la reunificación para resolver la cuestión alemana.
Ciertamente, los alemanes también tuvieron suerte: Gorbachov llegó al poder en 1985 y no bloqueó el desarrollo de las reformas en Polonia ni Hungría en 1989. Con eso comenzó la huida masiva a Hungría, Praga y Varsovia y las manifestaciones masivas en la RDA que aceleraron la caída del SED y la renuncia del Estado soviético a utilizar su fuerza militar después de la caída del Muro de Berlín.
Sin embargo, Kohl y los demás demócrata-cristianos del gobierno federal demostraron, luego de una fase de espera, un gran instinto político, habilidad y asertividad para negociar en noviembre y diciembre de 1989. De este modo, la unidad alemana pudo restablecerse más rápido de lo que muchos podrían haberse imaginado después de cuatro décadas de división.
Para la reunificación del 3 de octubre de 1990 y la recuperación de la soberanía alemana se cumplieron una serie de requisitos básicos. La mayoría de estos habían sido las máximas de la política cristianodemócrata de la década de Adenauer. El gobierno conciliaba el objetivo de la reunificación con los intereses de sus aliados occidentales, los Estados Unidos. Alemania siguió siendo miembro del sistema de alianzas occidentales y, tras la renovada renuncia a las armas de destrucción masiva – que Adenauer ya había pronunciado en 1954 y fue repetido por Kohl— y la reducción de las fuerzas armadas convencionales, el Estado alemán mantuvo el estatus de capacidad de no agresión.
El federalismo en Alemania siguió garantizando la descentralización del poder. Y, aún más importante, los alemanes interiorizaron los valores de las democracias occidentales y los convirtieron en la base de sus acciones políticas.
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Los textos publicados en este artículo son un resumen de artículos originales publicadas por la Fundación Konrad Adenauer en su sitio web, recopilados y traducidos al español por Alina Weigand y Lena Hoffman, pasantes de la oficina Montevideo de la KAS.