La llegada de Biden a la Casa Blanca: ¿nuevos horizontes para México?

Con la administración Biden las relaciones entre México y Estados Unidos sufrirán cambios importantes. Identificar convergencias y divergencias será clave para lograr los avances necesarios.
20 Abr, 2021
Foto: The White House/Lawrence Jackson
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Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El 20 de enero de 2021, Joe Biden tomó posesión como el cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos de América. Tan solo dos días después, realizó sus primeras llamadas con sus contrapartes y socios en el extranjero. Extendiendo un guiño a la cooperación para la construcción de mejores relaciones con sus vecinos en el norte y en el sur, los dos primeros mandatarios en su lista fueron el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), respectivamente.

La llamada con Trudeau dista mucho de ser una sorpresa, pues el mandatario canadiense ha mantenido una relación de cordialidad con su homólogo estadounidense desde que comenzaron a conocerse los resultados de la elección en Estados Unidos en los primeros días de noviembre. Fue de los primeros mandatarios a nivel global en felicitar a Biden tras su virtual victoria sobre Donald Trump. En cambio, la relación de Biden con AMLO es una historia distinta. A diferencia de Trudeau, AMLO fue uno de los últimos mandatarios en todo el mundo en felicitar a Biden por su victoria sobre Trump. Aunado a esto, hizo declaraciones en las que parecía mostrar apoyo a la causa defendida por Trump, quien alegaba un fraude electoral. También criticó el cierre de las cuentas de Trump en redes sociales tras lo sucedido en el Capitolio, ofreció asilo a Julian Assange y su gobierno difundió pruebas confidenciales de la DEA contra el ex secretario de Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos. Todo parecía pintar el inicio de una relación poco amistosa entre AMLO y Biden. No obstante, Biden no dudó en establecer comunicación directa con su homólogo mexicano para buscar establecer una relación de mayor cooperación que la de su antecesor.

En los días posteriores a este hecho, Biden repitió el mismo orden para realizar sus primeras reuniones con mandatarios en el exterior. Al igual que en las llamadas, el primero en la lista fue Trudeau, el 24 de febrero, y el segundo AMLO, el 1 de marzo. Ante este escenario, resulta natural cuestionarse: ¿por qué México ocupa un lugar tan prioritario en la agenda de Biden? También, ¿cuáles son los posibles puntos de convergencia y divergencia entre las agendas de ambos gobiernos?

México en la agenda Biden

La llegada de Trump a la Casa Blanca en 2016 marcó un cambio drástico en la relación con México. Durante su campaña electoral, Trump se empeñó en realizar diversas críticas y señalamientos a México. En sus discursos categorizó a los mexicanos que llegaban a Estados Unidos como delincuentes y violadores. Criticó arduamente la política migratoria del Gobierno mexicano, argumentando su poco compromiso en la contención de los flujos, y propuso la construcción de un muro en la frontera con México. Además, amenazó con abandonar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), principal pilar en la relación comercial, si no se iniciaba un proceso de renegociación. La hostilidad constante tuvo sus repercusiones en México, pues la simpatía con el vecino del norte cayó drásticamente en las encuestas de opinión pública.[1] Para el gobierno de AMLO resultó complicado sobrellevar su relación más importante y sucumbió ante las presiones de Trump en distintas ocasiones en un intento por evitar una escalada de conflicto.

La llegada de Biden se ha evaluado mayoritariamente de forma positiva en México, lo cual se debe principalmente a tres factores. Primero, a diferencia de Trump, Biden ha mantenido un discurso de mayor cordialidad con México, tanto en su campaña como en sus primeros días como presidente, por lo que se espera que las relaciones entre ambos países sean más llevaderas e institucionales en los próximos años. La diplomacia mexicana quedó pasmada por la forma en que se tuvieron que llevar las relaciones con Estados Unidos durante la administración Trump, por lo que el cambio en la Casa Blanca parece alentador. Un punto a considerar es que, con Barack Obama en la presidencia, la percepción de Estados Unidos en México vivió una de sus mejores etapas [2] y ahora quien fuera su vicepresidente ocupará el cargo.

Segundo, la agenda de cooperación que Biden ha anunciado con México en sus primeros días da señales que refuerzan la idea de que la relación se establecerá en términos de mayor cordialidad e institucionalidad. Con México, Biden ha dicho que buscará dar marcha atrás a las reformas que implementó su antecesor en materias como migración, las cuales ha calificado como draconianas. También anunció que establecerá una colaboración estrecha en materia de salud para la atención de la pandemia del covid-19 en la región y que llevará a cabo una inversión fuerte para estimular la recuperación económica en Estados Unidos, lo cual tendrá un impacto también para la economía mexicana. Durante la primera reunión que Biden sostuvo con AMLO el 1 de marzo, reafirmó el interés y voluntad de Estados Unidos por mantener una agenda de cooperación con México en estos ejes temáticos y se sumó a la agenda el tema energético, en el cual podrían existir diferencias importantes entre las políticas que impulsan ambos gobiernos.

Tercero, a partir del tiempo transcurrido, existe la percepción de que en la relación bilateral hay un proceso de convergencia en la política exterior mexicana alineada con los intereses de Estados Unidos con mayor fuerza. Sobre todo, a partir de las diversas presiones por parte de Trump, con la imposición de aranceles y la recurrente amenaza de salirse del TLCAN, así como las tensiones que se han producido entre ambos países con respecto a la agresiva política migratoria estadounidense y reforzado a partir de la primera visita al exterior de AMLO a Washington en el marco de la pandemia del covid-19 y el proceso electoral en Estados Unidos.

También, existen realidades en la relación bilateral de las cuales difícilmente se puede escapar. Por un lado, sin importar quién se siente en la Casa Blanca, existe un andamiaje institucional preexistente que permite continuar el cauce de la relación bilateral. Las burocracias posibilitan el trabajo continuo para mantener los compromisos adquiridos en diversas materias, como la política exterior, la política comercial, la política migratoria y la política en seguridad. No obstante, las burocracias profesionales, tanto en Estados Unidos como en México, están subordinadas a sus mandatarios; de igual forma, la participación y conformación de los Congresos representan mecanismos de presión o acompañamiento en la determinación del trato entre las partes de la región. A esto se añaden los mecanismos regionales, los cuales han tenido un funcionamiento intermedio, lo cual suma para hacer todavía más compleja la relación bilateral entre ambos países.

Por otro lado, para Estados Unidos, la relación económica con México es de gran relevancia para los políticos estadounidenses tanto a nivel federal como local, no solo por la proximidad territorial, sino por la extensa relación de comercio e inversión que ha generado el TLCAN desde su entrada en vigor en 1994. México es actualmente el segundo socio comercial de Estados Unidos, solo por detrás de China. La expansión del comercio con el TLCAN ha resultado en la creación de relaciones verticales de abastecimiento, especialmente a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos. El flujo de productos intermedios producidos en Estados Unidos que son exportados a México y el flujo de retorno de productos terminados ha incrementado enormemente la importancia de la región fronteriza como un sitio de producción para las industrias manufactureras estadounidenses. Sectores importantes para Estados Unidos como el automotriz, electrónica, maquinaria o accesorios dependen todos de la asistencia de la industria mexicana. Esta dinámica ha desarrollado una plataforma productiva integrada altamente dependiente del buen mantenimiento de las relaciones bilaterales. Por estas razones, por ejemplo, el Congreso en Estados Unidos ha mantenido un interés activo y constante en asuntos relacionados a la renegociación del TLCAN y la entrada en vigor del ahora denominado Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), a partir del 1 de julio de 2020.

Aunado a esto, el T-MEC detonó también un proceso más amplio de apertura económica, que alcanza hoy 10 tratados comerciales con 44 países en el mundo que han logrado beneficios para empresas grandes y multinacionales integrándose a la cadena productiva, fruto del dinamismo económico en América del Norte. Un ejemplo de esto es la firma y entrada en vigor del Acuerdo Global entre México y la Unión Europea, el cual ha facilitado el intercambio comercial entre Norteamérica y Europa, así como las inversiones de empresas europeas en México, que se han integrado a esta cadena productiva.

Por último, la relevancia del voto latino en Estados Unidos ha incrementado en los últimos años. Para las elecciones de 2020, había aproximadamente 32 millones de votantes latinos elegibles para votar, los cuales representan el 13 % del total del electorado. En algunos estados esta proporción es aún mayor, como en el caso de California o Texas, donde el voto latino representa alrededor del 30 % del total del electorado. Estas cifras representan un aumento considerable en los últimos años, ya que en 1998 habían alrededor de 12 millones de hispanos y latinos que tenían derecho al voto en Estados Unidos. Los hispanos de origen mexicano representan más del 50 % del voto latino, por lo que para muchos políticos estadounidenses también es muy relevante este factor en sus respectivos distritos electorales.

Los temas de convergencia: salud, migración y recuperación económica

A diferencia de Trump, Biden piensa que el futuro de Estados Unidos está íntimamente ligado al de sus países vecinos, México y Canadá. No los ve como un peligro, sino como socios para atender los principales retos que enfrenta la región. Biden ha señalado que pondrá especial énfasis en tres temas para la cooperación con México: salud para la atención de la pandemia del covid-19, la gestión de los flujos migratorios y la recuperación económica regional.

La contención de la pandemia del covid-19 en Estados Unidos no puede hacerse sin México. La frontera compartida de más de 3000 kilómetros y los cruces fronterizos, que son de los más transitados en el mundo, hacen que la cooperación sea una pieza importante para poner freno al esparcimiento del covid-19 en la región. A partir del 21 de marzo de 2020, Estados Unidos, México y Canadá anunciaron la restricción temporal de los viajes no esenciales a través de las fronteras terrestres. La medida se ha extendido durante todo el 2020 y lo que va de 2021, en un intento por frenar los contagios, incluso con la llegada de Biden, por lo que es muy probable que continúe extendiéndose hasta que las campañas de vacunación en ambos países logren los efectos esperados.

Trump criticó en distintas ocasiones el alza de casos de contagio en México, alegando un mal manejo de la pandemia por parte de la administración mexicana, y aseguró que la construcción del muro fronterizo estaba ayudando a su país para evitar que llegaran más casos de contagio de covid-19. A pesar de ello existieron momentos de cooperación, pero la relación se efectuó a nivel personal entre ambos presidentes, sin que exista algún mecanismo bilateral hasta el momento. Por ejemplo, AMLO aseguró en octubre de 2020 que Trump le había ayudado en la negociación con la farmacéutica Pfizer para realizar un acuerdo de suministro de las vacunas contra covid-19. En cambio, Biden ha cambiado el discurso y ha mantenido conversaciones con AMLO sobre la atención a la pandemia desde sus primeros días. Sin embargo, hasta el momento no se vislumbra un mayor apoyo de Estados Unidos a México en cuanto a la obtención de más vacunas para frenar el contagio, por lo menos hasta que la campaña de vacunación logre los resultados esperados en Estados Unidos. Así lo confirmó el mismo Biden tras la primera reunión con AMLO, en la cual el mexicano pidió el apoyo de Estados Unidos para el envío de más vacunas a México. Ante esta petición, la administración Biden afirmó que, por el momento, no estaba dispuesto a realizar concesiones a México con las vacunas, ya que el principal objetivo del Gobierno es lograr que todos los estadounidenses cuenten con la vacuna.

En el ámbito de la política migratoria es posible que la administración Biden retome algunos puntos estratégicos de la presidencia de Barack Obama, con el objetivo de construir instituciones capaces y menos corruptas en el triángulo norte centroamericano (TNC, integrado por Guatemala, Honduras y el Salvador), alentando el crecimiento económico y las medidas de reducción de desigualdad y la lucha contra la pobreza, para disminuir los flujos de migración provenientes de estos países. Dicha estrategia está estrechamente vinculada con lo que ha planteado el Gobierno mexicano en su Plan de Desarrollo Integral para México, Honduras, Guatemala y el Salvador, presentado por AMLO y elaborado en conjunto con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), por lo que se identifican oportunidades de cooperación con visión compartida en este ámbito. Hasta el momento, Biden ha anunciado que destinará 4000 millones de dólares en ayudas para los países del TNC. No obstante, podrían existir algunas discrepancias en términos de objetivos y visiones a partir de los efectos producidos por la asistencia económica estadounidense en Centroamérica, lo cual involucrará la intervención en otros países y tendrá efectos en la política exterior estadounidense, sobre todo, a partir del mensaje del pasado 23 de noviembre de 2020, cuando se anunció el equipo de transición de política exterior y de seguridad nacional, sugiriendo que «Estados Unidos está de vuelta en la política internacional y en el sistema multilateral».

En el ámbito económico, será necesario incentivar mecanismos de cooperación en el manejo de la pandemia de covid-19 y, con ello, evitar bloqueos económicos en la primera mitad del 2021, ante el cierre parcial de las fronteras. Para México, estas acciones serán relevantes a partir de la dependencia comercial con Estados Unidos y sus efectos en el desarrollo económico del país con la atracción de capitales, creación de comercio y creación de empleos. Se espera que, en el corto plazo, en la administración Biden, la política comercial no forme parte de sus temas prioritarios, sobre todo porque finaliza la autoridad para comerciar (TPA, por sus siglas en inglés) el 1 de julio de 2021, facultades fundamentales en la negociación del representante comercial de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés) en el avance y cierre de negociaciones comerciales en curso.

Sin embargo, los efectos de la política America First de Trump influirán en la agenda de política exterior, así como el reposicionamiento de Estados Unidos como un socio confiable en el ámbito regional y multilateral. En el caso específico de la región de América del Norte, el T-MEC será un elemento central en la vigilancia y aplicación de los estándares laborales suscritos y el cumplimiento de las nuevas reglas por los países miembros. También, se identifican otros puntos en la agenda de política comercial que podrán tener efectos en la región de América del Norte en general, y con México en particular: el regreso de Estados Unidos en el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés), las reformas al sistema multilateral de comercio, la designación de la nueva directora general de la Organización Mundial del Comercio y, finalmente, la negociación de la guerra arancelaria entre China y Estados Unidos.

Los temas de divergencia: política energética y seguridad

Uno de los principales cambios en la próxima presidencia de Estados Unidos es la creación de la nueva oficina en la Casa Blanca, Special Presidential Envoy for Climate, a cargo de John Kerry. En materia de energías renovables, es predecible que se presenten divergencias entre ambos mandatarios: AMLO ha adoptado políticas dirigidas al fortalecimiento de empresas productivas del estado, como PEMEX y CFE, lo cual ha provocado un bloqueo a la inversión privada (nacional y extranjera) en el sector energético. También, ha promovido grandes proyectos que apuestan por las energías fósiles y exacerban el calentamiento global, como la construcción de una refinería de crudo en Dos Bocas, Tabasco. Estas iniciativas van en contra de las medidas incluidas en el T-MEC, en cuanto a brindar certidumbre jurídica y de competencia para aquellas empresas que han invertido en este sector recién liberado en México bajo el gobierno de Enrique Peña Nieto, por lo que Biden probablemente buscará defender los contratos de las empresas energéticas estadounidenses. Otro tema relevante en el sector energético será la evolución de la dependencia de generación eléctrica en México de la importación de gas de Estados Unidos, principalmente del estado de Texas. En febrero de 2021, un apagón masivo en el norte de México, ocasionado por la decisión de Texas de suspender la exportación de gas a su vecino del sur expuso los puntos débiles del sistema energético mexicano. La situación ha sido utilizada por AMLO para continuar defendiendo el nuevo modelo energético que su gobierno pretende impulsar, en el que México sea menos dependiente del exterior y de las empresas privadas.

Otro tema relevante es la cooperación en materia de seguridad, el cual involucra contrarrestar y desmantelar las redes de contrabando de drogas, en especial del fentanilo, que se ha esparcido ampliamente en territorio estadounidense. El consumo de esta droga se ha convertido en un problema social y de salud en la población estadounidense, por lo cual será una prioridad para la administración entrante. Ante el abandono de la Iniciativa Mérida por el gobierno mexicano, ambos países tendrán que cooperar en la búsqueda de nuevos instrumentos en esta materia, priorizando el interés nacional de cada uno. La administración Biden buscará fortalecer el Estado de derecho, la reforma policial y las medidas anticorrupción en México, ante escalada en cifras de homicidios e inseguridad. También, es probable que Biden cuestione la preeminencia de la Guardia Nacional, por encima de la Policía Federal en México, institución que fue fortalecida y registró mejoras significativas bajo su vicepresidencia en la administración de Barack Obama. Sin embargo, hasta el momento, el tema de la cooperación en materia de seguridad ha sido el gran ausente en los primeros días de la administración Biden, lo cual probablemente responde a la necesidad de entablar mejores relaciones para atender los temas que más presionan la agenda, evitando incluir temas con alto potencial de conflicto y dejándolos para más adelante.

Conclusión

En suma, las relaciones entre México y Estados Unidos sufrirán cambios importantes en el corto plazo ante la necesidad de atender temas que presionan las agendas gubernamentales en ambos países, como la atención de la pandemia del covid-19, la gestión de los flujos migratorios en la región y la recuperación económica pospandemia. No obstante, en el mediano y largo plazo podrían surgir diferencias importantes entre las agendas de ambos países, como podría ser el caso de la política energética y la seguridad en la región. Tratándose de la relación más importante para México, la administración mexicana debe siempre priorizar el interés nacional sin importar el partido político que ocupe la Casa Blanca. Identificar los temas convergentes y divergentes será fundamental para lograr avances en la agenda compleja entre ambas naciones, ante un contexto internacional incierto.


Notas:

[1] Maldonado, Gerardo, et al, México, las Américas y el Mundo 2018-2019: opinión pública y política exterior. Ciudad de México: CIDE, 2020.

[2] Idem.

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Patricio Garza Girón

Director de proyectos de la oficina KAS México.

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