El bukelismo pone a prueba la democracia salvadoreña

Los líderes carismáticos basan su popularidad en estrategias comunicacionales grandilocuentes y ataques a enemigos reales o imaginarios. Su legitimidad proviene de elecciones, aunque después pongan en jaque las reglas de la institucionalidad democrática. La trayectoria de Nayib Bukele en El Salvador es un ejemplo de esta preocupante evolución.
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15 Mar, 2021
Presidente Nayib Bukele | Fuente: Presidencia El Salvador

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

En febrero del año pasado analizamos la conversión del presidente millennial ante la creciente influencia de Bukele cuando irrumpió con militares en la sede del Poder Legislativo de El Salvador. Luego, con la emergencia del coronavirus, la cooptación del Estado fue un tema que exigió atención. Estos dos hechos han significado desafíos importantes para la democracia de ese país. Sin embargo, su popularidad siguió en ascenso y ahora su partido tiene la mayoría absoluta en el Parlamento. ¿Por qué? Para Diálogo Político este tema reviste importancia y por eso revisamos el efecto del reciente resultado electoral en el sistema político y algunos escenarios posibles para el futuro.

Nuevas Ideas se ha convertido en la primera fuerza política de El Salvador. Hace apenas tres años el partido solo existía en la cabeza del presidente y sus allegados. Reemplaza ahora a los partidos históricos de la posguerra salvadoreña para ocupar el lugar de ambos al mismo tiempo.

A primera vista es difícil definir el proyecto político e ideología del nuevo actor político que pintará la mayoría de los escaños del Parlamento así como las sillas de ediles del país. Y más que un inconveniente, es algo de lo que los seguidores y militantes se jactan con orgullo.

Suma de populismos

Al kichnerismo, uribismo, orteguismo, chavismo y correísmo, en la historia del continente se le suma hoy el bukelismo. Dice mucho de los líderes carismáticos la capacidad que tienen de extender su apellido al movimiento político que apadrinan. Pero, igualmente, dice mucho de estos movimientos y sus agendas la identidad que les brinda su líder.

El principal objetivo del bukelismo es servir a Bukele. El presidente no pertenece a ningún partido, el partido le pertenece a él.

En el Partido de la N no importa la capacidad ni la idoneidad, sino la lealtad. Con una media de edad que no sobrepasa los 39 años, los diputados del presidente son un grupo de personas entusiastas de las que el presidente espera ciega obediencia. Además, política y personalmente los diputados se sienten en deuda con él.

En la práctica, el presidente Bukele ha sido el jefe de campaña de Nuevas Ideas y él es su capital político más importante. Si las elecciones eran una carrera, los partidos políticos llegaron a ella con las piernas fracturadas y el bate estaba en las manos del presidente.

Nuevas Ideas cosecha lo sembrado por el presidente a lo largo del 2020 en el contexto de la pandemia. La crisis sanitaria sirvió al presidente como plataforma para adoptar un sinfín de medidas populistas de cara a las elecciones, así como para atacar visceral e insistentemente a los debilitados partidos políticos de la oposición.

Como extensión de aquello, durante la campaña —carente de propuestas— el mensaje de la mayoría de candidatos se construyó sobre tres pilares. Primero, la gastada y ambigua frase de trabajar por el pueblo; segundo, sacar a los mismos de siempre; y, tercero, asegurar que harán todo lo que el presidente Bukele les pida.

Así inicia la captura del Estado salvadoreño..

Fuente: Tribunal Supremo Electoral

Implicaciones del nuevo cambio

El Salvador no ha entrado a terreno desconocido sino olvidado. Las aspiraciones de controlar totalmente el poder, la utilización de las instituciones públicas para el beneficio personal y de sus organizaciones políticas, así como la designación de funcionarios afines a los intereses particulares han estado presentes en cada legislatura; sin embargo, el primero en conseguir este poder es Nuevas Ideas.

El bukelismo sobrepasó la mayoría calificada (56 diputados) para gobernar sin oposición efectiva durante al menos los próximos tres años en el gobierno.

En lo inmediato existen al menos tres acciones que se marcan como urgentes en una agenda que no es pública: cooptar al Estado, garantizar el acceso a fondos y las reformas constitucionales.

Una vez capturado el Poder Legislativo, el siguiente paso es cooptar al Estado. La Asamblea Legislativa tiene las llaves para en el próximo año y medio designar total o parcialmente el remplazo de funcionarios de segundo grado, responsables del ejercicio de control y fiscalización del Estado (ombudsman, fiscal general) y funcionarios de gobierno (Corte Suprema de Justicia y Corte de Cuentas).

Si bien a la fecha, frente a estándares internacionales, las elecciones de segundo grado en El Salvador son deficientes, sin ningún tipo de oposición corren el riesgo de volverse polutas. Ahora el presidente tendrá el poder para designar funcionarios leales y a su medida en cada uno de estos puestos y convertirlos así en sus cómplices.

En segundo lugar, sobresalen los fondos de pensión. La agenda populista del bukelismo necesita dólares, muchos dólares, en un país que es pobre. El Salvador no tiene los recursos que han servido de alcancía a líderes con tendencias autoritarias del continente para financiar sus caprichos. La fuerte presión fiscal del Estado salvadoreño limitará de manera considerable su acceso a fuentes de financiación, pero a través de un Parlamento controlado se podrán realizar reformas que permitan al gobierno utilizar los ahorros de los salvadoreños, ojalá no, en despilfarros.

Reforma constitucional

Finalmente, en la agenda del nuevo Congreso se ha marcado como prioridad la reforma constitucional. Desde hace un año existe una comisión especial, con el vicepresidente Félix Ulloa a la cabeza, que discute y prepara las propuestas de reformas. Pocos dudan de que el corazón del proceso es abrir la posibilidad de la permanencia de Bukele en el poder.

Los portadores de armas del Estado (ejército y policía) se han politizado y se han convertido en la guardia personal del presidente. Con tal apoyo y con un Estado cooptado, los mecanismos para garantizar la continuidad del presidente solo necesita de la imaginación de los funcionarios para encontrar el camino.

La actual jurisprudencia, si bien permite la reelección, establece que solo diez años después de haber abandonado el poder un presidente puede reelegirse. El vicepresidente ha asegurado que propondrá que este periodo sea la mitad de tiempo. Ello permitiría, por ejemplo, que al dejar la presidencia Bukele se convierta en vicepresidente de un leal funcionario (quizá el alcalde electo de San Salvador) y retomar la presidencia solo cinco años después.

Es probable que estos sean, de momento, los principales puntos de agenda para el próximo año.

En todo caso, la implicación más importante de esta elección es el bukelismo como nueva forma política en El Salvador. Como enseñan otros ejemplos en el continente, esto prevé desgaste en su institucionalidad, profundas divisiones sociales y una amenaza para el sistema democrático..

Bukele habla a la multitud en Parque Guzmán, San Miguel, El Salvador, 4 de febrero de 2021 | Foto: Facebook/nayibbukele

Brotes verdes

Con una peligrosa simpatía hacia el expresidente estadounidense Donald Trump y sus funcionarios, Bukele presumía de la histórica relación de El Salvador con Estados Unidos. Pero con la llegada del presidente Biden a la Casa Blanca, el gobernante salvadoreño sabe que en Washington lo ven con recelo y esto puede hacerle pensar dos veces sus acciones.

Por otro lado, es evidente que el curso de la historia llevará a El Salvador al mismo lugar al que las corrientes populistas han llevado a otros países después de arremetidas populistas, en donde surgen nuevos liderazgos y una mejor organización de la sociedad civil.

Por ello, desde ya la sociedad civil organizada debe procurar fortalecerse en el contexto actual. Prepararse para exigir y poder participar en los procesos de mecanismos de elección de funcionarios de segundo nivel, mantener una agenda sólida y articulada, así como buscar aliados y desarrollar sus capacidades dentro y fuera del país, lo que eventualmente les permitirá defender su democracia..

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Álvaro Bermúdez-Valle

Politólogo. Docente e investigador de la Maestría en Política Educativa de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Fue responsable del Programa de Personas Desaparecidas del CICR en El Salvador.

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