La economía social de mercado como proyecto de paz internacional

En ningún lugar del mundo el poder económico debiera acumularse de tal forma que cierre el mercado. La paz social se […]
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21 Sep, 2020

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

En ningún lugar del mundo el poder económico debiera acumularse de tal forma que cierre el mercado. La paz social se encuentra bajo una presión cada vez mayor. La forma en que abordamos el cambio climático, la digitalización y la migración, si generamos y distribuimos la riqueza de manera sostenible, se convierten en aspectos cruciales para una coexistencia próspera y pacífica. Por ello, es tiempo de reflexionar sobre la economía social de mercado como un orden para el siglo XXI capaz de garantizar la paz social, no solo en Alemania, más allá de todas las líneas partidarias, sino en todo el mundo. Y la razón es que contribuye de mejor manera que otros órdenes a que la gente viva bien.

En el largo plazo, la paz social solo puede existir si la mayoría de la gente percibe que la situación económica es fundamentalmente equitativa y ecológicamente sostenible. La economía social de mercado prepara el terreno para esto, debido a que está diseñada, desde el principio, para la reconciliación: entre el capital y la mano de obra, la ciudad y el campo, los ricos y los pobres, los jóvenes y los ancianos, el crecimiento y el medioambiente. No sirve a los intereses y privilegios particulares, sino que les da a todos la oportunidad de desarrollarse. Combina la libertad empresarial, la estabilidad del marco regulatorio, la cohesión social y la sostenibilidad ecológica. Al garantizar la prosperidad, la innovación y el progreso, crea la base económica para que las personas puedan desarrollar su potencial a través de una buena educación y recibir apoyo en situaciones de mayor vulnerabilidad como la enfermedad, la discapacidad y el desempleo.

Sus fundamentos incluyen una comprensión liberal del Estado, una política social orientada a las oportunidades, la colaboración social entre sindicatos y gremios empresariales y la democracia como forma de vida. Es importante encontrar un equilibrio en la comunidad entre la responsabilidad personal y los límites de la acción basada en la solidaridad, entre el desarrollo de la libertad y unas reglas de juego justas y confiables. Ni el paternalismo ni el descontrol constituyen, básicamente, el camino correcto.

La economía social de mercado no es solamente un modelo normativo alemán y, ciertamente, no se debe equiparar con una política de austeridad de corazón endurecido. En cualquier caso, hace mucho tiempo que llegó a Europa: con el artículo 3 del Tratado de Lisboa, los Estados miembros de la Unión Europea se comprometieron ya en 2009 a lograr una «economía social de mercado competitiva» con objetivos sociales y ecológicos. También fuera de Europa hay que buscar la manera de poner en práctica sus principios y desarrollarlos aún más, respetando las experiencias históricas de cada lugar, las tradiciones culturales y las costumbres económicas de los diversos países.

En ningún lugar del mundo el poder económico debe acumularse de tal forma que cierre el mercado, que haga a la política dependiente y que dicte las condiciones laborales a los empleados. En ningún lugar del mundo las personas de escasos recursos económicos deben sufrir o el ambiente verse destruido por intereses privados. Por el contrario, debemos garantizar una participación equitativa y sostenible en la prosperidad y el desarrollo, a fin de lograr un progreso realmente inclusivo a través de una innovación responsable.

Se requiere un equilibrio entre el desarrollo de la libertad y normas justas, especialmente en lo que respecta a la digitalización y los mercados financieros, que desde hace algún tiempo están cada vez más desconectados de la economía real. La economía social de mercado, como orden humano, es capaz de proteger contra la completa comercialización digital, así como contra el estado de vigilancia digital. Todas las personas deben preservar su soberanía digital con la ayuda del sistema legal, una infraestructura digital adecuada y la educación. Asimismo, determina el esquema para una economía financiera que sirva a la paz social. Cualquiera que esté comprometido con la economía social de mercado también debe plantearse la cuestión de cómo hacer frente a las desigualdades de la riqueza y de los ingresos, sin rigideces ideológicas. La desigualdad social excesiva general tensión social.

La economía social de mercado no solo es un orden económico, sino que siempre ha sido principalmente un orden moral de libertad y solidaridad responsables. Por lo tanto, siempre es también un proyecto cultural. Conlleva la ética democrática del diálogo, el compromiso, la moderación, la tolerancia y el respeto hacia las diferentes formas de pensamiento. En el siglo XXI, los derechos humanos y de las minorías, la lucha contra el racismo y la degradación de otras personas, así como la sostenibilidad ecológica, son algunas de las metas en las que debe basarse una buena convivencia. El Manifiesto para una ética económica global, presentado hace diez años a las Naciones Unidas, nombra los valores éticos y religiosos aceptados en todo el mundo, que también constituyen la base de una economía social de mercado europea y global: los principios de humanidad y la regla de oro, la no violencia y el respeto por la vida, la justicia y la solidaridad, la veracidad y la tolerancia, el respeto mutuo y la colaboración.

Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados por los 193 países de las Naciones Unidas, entre los que se incluyen la educación de calidad, la lucha contra la pobreza, la equidad de género, el trabajo digno y las instituciones estables y promotoras de paz, se corresponden con ello. Si tenemos éxito en alinear la libertad económica con la responsabilidad global, habremos preparado el camino para los procesos innovadores y de aprendizaje que requerimos urgentemente para lograr la paz social y el desarrollo sostenible del hoy y del mañana.

 

Publicación original: Frankfurter Allgemeine Zeitung, 23 diciembre 2019.

CHRISTOPHER GOHL es investigador asociado del Instituto de Ética Global, en Tubinga ::: NILS GOLDSCHMIDT es profesor de Economía Contextual y Educación Económica en la Universidad de Siegen y presidente del Grupo de Acción sobre Economía Social de Mercado, en Tubinga ::: ULRICH HEMEL es director del Instituto de Ética Global, en Tubinga, y presidente federal de la Asociación de Empresarios Católicos ::: JEFFREY SACHS es director del Centro de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia, Nueva York, y asesor especial de las Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

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