Un nuevo enfoque para gestionar el mundo online

Internet cambió nuestra vida. Sin embargo, la desinformación muestra los peligros asociados a esta revolución tecnológica. Se requiere de un esfuerzo internacional conjunto y de una nueva ciudadanía consciente y comprometida con los valores de la democracia.
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17 May, 2022
Multilateralismo para afrontar los desafíos de la era digital | Shutterstock

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El multilateralismo constituye hoy en día uno de los principales frentes para actuar de manera coordinada en la era digital. La participación de los Estados, junto a otros actores, se torna necesaria para un nuevo multilateralismo que debe fortalecer el escenario online a fin de que más personas en el mundo gocen de sus bondades y, además, para enfrentar de la mejor manera los riesgos que van surgiendo. Se requiere un nuevo enfoque, que recoja las particularidades del siglo XXI y que también responda a las necesidades de las regiones y a las demandas de sus poblaciones.

La era digital ha proporcionado un sinnúmero de beneficios a nuestras sociedades y a los individuos. Internet fue creada como una herramienta para servir a la humanidad. Hemos visto cómo las libertades y derechos de las personas se han fortalecido al verse amplificadas sus voces, al democratizarse la información y fomentarse la fiscalización y la participación ciudadana. También hemos visto procesos notables de transformación digital desde las entidades públicas, que van marcando la pauta y convirtiéndose así en modelos a seguir.

Desinformación, discursos de odio y polarización

Sin embargo, en los últimos tiempos hemos visto además que esta misma era digital nos presenta nuevos desafíos, que van acordes a la revolución tecnológica y a la mayor conectividad de las personas. Cada vez se escuchan con mayor frecuencia las alertas frente a los riesgos que van surgiendo en la arena online: la desinformación, los discursos de odio y la polarización política que se agudizan en la red. Son problemas transversales a toda sociedad y que cruzan fronteras, en un mundo globalizado, interconectado e interdependiente. Lo vemos con gran crudeza en contextos electorales y en procesos de participación democrática. Y lo hemos vivimos de manera dramática durante la crisis sanitaria por el covid-19, que aún no termina.

En todos los escenarios, la desinformación online constituye un gran problema que debemos saber enfrentar sabiamente. Conocemos su efecto tóxico, cuyas consecuencias pueden ser nefastas y de gran impacto: traicionar la verdad, bloquear la capacidad de raciocinio de los individuos, generar desconfianza, manipular a la población, cuestionar autoridades e instituciones, incitar el odio, caos y sublevación, hiperpolarizar a la población, entre otras. Situaciones que atentan contra la convivencia democrática, la gobernabilidad y afectan la seguridad de las personas.

La solución no es única ni rápida. Tampoco hay una fórmula mágica. Siempre he considerado que esta debe darse de manera articulada y equilibrada entre las múltiples partes interesadas. Y es así como hemos visto respuesta desde distintos frentes: 1) la sociedad civil y ciudadanía, 2) las corporaciones de tecnología, 3) la prensa y fact-checkers, 4) los gobiernos.

Fake News: un gran desafío de Internet
Fake News: un gran desafío de Internet

Enseñar a interactuar

Como se ha señalado, Internet es una herramienta y como toda herramienta requiere de un manual de uso. Esta es una premisa importante. Hoy la población global conectada a Internet alcanza al 62,5%, unos 4950 millones de personas. Cada día se despliegan más esfuerzos por conectar a más personas, pero es necesario también enseñarlas a ser ciudadanos digitales responsables.

No se trata de aprender a usar un programa o aplicativo específico. Se trata de enseñar a interactuar en un escenario online en constante cambio. Y eso supone aprender a cuidar la seguridad, privacidad e identidad. También a ejercer las libertades online con responsabilidad, respeto y tolerancia. En consecuencia, es necesario aprender a usar esta herramienta y no usarla al antojo de cada uno sin manual ni instrucciones.

Es principalmente el individuo quien contribuye en la espiral de desinformación. Por esa razón se requiere de su buen accionar y su juicio crítico para determinar cuándo un hecho es real o no y, por ende, cuándo compartir o no el contenido.

Alfabetización mediática

Desde la sociedad civil se han visto grandes esfuerzos. Democracia Digital, organización que dirijo, ha sido testigo de numerosos proyectos digitales de toda América Latina y el Caribe que compitieron recientemente en la primera edición del Premio Latinoamericano Democracia Digital. Es alentador ver que hay mayor preocupación por fortalecer las habilidades digitales y también por reforzar la alfabetización mediática e informacional (AMI).

Desde las corporaciones de tecnología se han desplegado múltiples acciones, que han sido más notorias en tiempos de elecciones y, sobre todo, durante la pandemia por covid-19, con el propósito de combatir información falsa, moderar contenidos, generar advertencias, verificar hechos, orientar a usuarios, apoyar la labor fact-checking, entre otras.

No obstante, siempre quedará la sensación de que las corporaciones aún tienen mucho por hacer, considerando su grado de responsabilidad frente a estos temas. Muchas de las grandes big tech han firmado compromisos para velar por acciones efectivas. Sin embargo, no todas las corporaciones están igualmente comprometidas. En los últimos meses, expertos y organizaciones han advertido del uso de Telegram (chat de mensajería) como instrumento que podría alimentar la desinformación. Esto, debido a que propicia comunidades de gran alcance —con más de 200.000 personas— sin haber activado mayores medidas para contrarrestar este riesgo.

Las acciones de parte de la prensa y los fact-checkers son cada vez más relevantes. Se han creado comités de verificación de hechos a través de redes globales y también a nivel local dentro de los países. Es una tendencia que ayuda en los procesos de discernimiento de la veracidad de los contenidos que circulan en las redes. Es un trabajo que requiere tiempo y una metodología. Además de coordinación entre agencias, prensa, expertos y fuentes oficiales.

Rol de los gobiernos

Los gobiernos, por su parte, también han implementado diversas medidas. No obstante, muchas veces se han tomado tardíamente y han carecido de impacto. En términos generales, se han habilitado canales de información online y se ha puesto en alerta sobre las falsedades que circulan. En algunos países que han experimentado elecciones recientemente, se han creado comités especializados de fact-checking. Incluso se han firmado acuerdos con las principales corporaciones de tecnología.

Una debilidad en muchos países —quizás es más evidente en América Latina y el Caribe— es la labor de los legisladores o parlamentarios en este ámbito. Son pocos los esfuerzos que se destacan desde el marco legal para combatir la desinformación y los discursos de odio.

En algunos países de esta región hay que tener especial cuidado en este campo, porque existe el riesgo de que otros derechos o libertades sean vulnerados, considerando dos aspectos: 1) La carencia de conocimiento y expertise de los legisladores en ciertos países, encargados en regular estos temas. Los representantes del Legislativo requieren, además, una formación permanente que muchas veces no la obtienen. Así también, tienen el deber de escuchar la opinión de los expertos en la materia, quienes muchas veces son ignorados. 2) La tecnología avanza muy rápido y su permanente regulación podría afectar el desarrollo del ecosistema digital o entorpecer procesos a través de la excesiva burocratización.

Trabajo multilateral

Y es aquí, frente a estas carencias, cuando se aprecia la inmediata necesidad de reforzar el trabajo multilateral entre los Estados y otros actores comprometidos. Y de generar acciones e instrumentos que sirvan como marco referente para aprovechar el potencial de las tecnologías digitales y mitigar sus riesgos. Un ejemplo de ello es la reciente aprobación de la Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea (UE).

Multilateralismo para afrontar los desafíos del mundo online | Shutterstock
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En el ámbito de las Naciones Unidas, en setiembre de 2020 se aprobó la Hoja de Ruta en Cooperación Digital, impulsada por el secretario general, Antonio Guterres. Esta incluye a la desinformación y los discursos de odio como dos de los principales desafíos de la digitalización. Previamente se estableció un Panel de Alto Nivel sobre Cooperación Digital, que tuvo a cargo la elaboración del informe La era de la interdependencia digital a través de un diálogo global de las múltiples partes interesadas.

Asimismo, recientemente más de 60 países suscribieron la Declaración sobre el Futuro de Internet, un compromiso no vinculante, que reafirma: «Nos une la creencia en el potencial de las tecnologías digitales para promover la conectividad, la democracia, la paz, el Estado de derecho, el desarrollo sostenible y la de los derechos humanos y las libertades fundamentales». Asimismo, la Declaración establece: «Las plataformas en línea han permitido un aumento de la difusión de contenidos ilegales o nocivos que pueden amenazar la seguridad de las personas y contribuir a la radicalización y la violencia».

Rol de la OEA

Desde la OEA se han establecido áreas de trabajo sobre determinados temas que han desarrollado planes de acción, programas e iniciativas coordinadas con los países miembros. Dichas áreas son: ciencia y tecnología, e-gobierno, seguridad cibernética, sociedad del conocimiento y telecomunicaciones (Ford, 2020). Sin embargo, es muy poco aún lo que se ha hecho en la arena de la desinformación online y los derechos digitales.

Del 6 al 12 de junio próximo se llevará a cabo en la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos, la IX Cumbre de las Américas —instancia en el seno de la OEA—. Este espacio puede ser idóneo para poner en agenda estos temas y empezar a dar forma a nuevos pasos sobre el futuro de Internet. También para diseñar acciones para fortalecer su alcance, hacerlo más inclusivo y también prevenir sus efectos de manera anticipada y coordinada.

Es importante avanzar hacia un multilateralismo desde el hemisferio interamericano que sea más activo y vinculante en los temas relacionados con los procesos de digitalización y sus desafíos. La revolución tecnológica avanza muy rápido; en consecuencia, permanentemente traerá nuevos retos que atender. Por esa razón, el nuevo multilateralismo del siglo XXI, junto con la acción comprometida de las múltiples partes interesadas, debe ser visionario para actuar de manera rápida y efectiva, salvaguardar el ecosistema digital y, principalmente, privilegiar el bienestar de las personas y el progreso de los Estados.

Referencias

Ford, Elaine. (2020). «Un nuevo multilateralismo para enfrentar los retos de la digitalización». En Multilateralismo perspectivas latinoamericanas (pp. 155-156). Panamá: KAS ADELA.

UN Secretary-General’s High-level Panel on Digital Cooperation. (2019). The age of digital interdependence.

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Notas relacionadas

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Elaine Ford

Es promotora de la democracia digital en el Perú y Latinoamérica. Directora fundadora de D&D Internacional - Democracia Digital, con sede en Lima. Fue presidente de Internet Society Perú (2016-2021) y es autora de diversos libros, entre otros, «El reto de la democracia digital. Hacia una ciudadanía interconectada» (2019).

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