The new despotism, John Keane

13 Oct, 2020

Sombras sobre la democracia

En El nuevo despotismo, el teórico político John Keane ofrece un análisis, conceptual y empírico, de las nuevas modalidades de gobernanza no democrática que se extienden hoy —de forma exitosa y sofisticada— por diferentes regiones del orbe.

Pocos autores atesoran la extraña cualidad de enhebrar en su prosa académica claridad, atractivo y sofisticación. John Keane es uno de ellos. Hace veinte años, siendo un joven profesor universitario en Cuba, descubrí su texto seminal (Democracia y sociedad civil. Madrid, Alianza Universidad, 1992) que me llevó más allá de las tesis gramscianas popularizadas en la isla por los reformistas consentidos del Gobierno. Hallé, en su complejidad teórica y sociológica, una mirada que daba simultáneamente cuenta de los límites estructurales del modelo leninista y de los déficits de la democracia liberal para dar cabida a la autonomía reflexiva de los ciudadanos. Junto al monumental trabajo de A. Arato y J. Cohen, Keane fue decisivo en mi formación temprana como académico y activista ligado a la emergente sociedad civil, dentro de aquel régimen postotalitario.

Posteriormente, al leer su historia de la democracia (The Life and Death of Democracy, Londres, Simon & Schuster, 2009) encontré el tipo de universalismo complejo, atento a la demodiversidad, que echaba de menos en los trabajos de politólogos occidentales. Recorriendo las experiencias previas a la Grecia clásica y las repúblicas medievales, las movilizaciones anticoloniales y el fascinante experimento de la India, Keane pinta un fresco tan rico en testimonios, fuentes y detalles que asoma al vértigo. Nos recuerda que la idea democrática porta una doble promesa, auténticamente radical: destruye la idea de que el estado de cosas es natural y erige en su lugar la propuesta de que los seres humanos podemos dotarnos de instituciones para decidir colectivamente cómo queremos vivir. En la parte más contemporánea del libro, Keane apunta a que la democracia ha adquirido en el último medio siglo un nuevo significado histórico, allende las alternativas de la participación directa del modelo clásico o la representación delegada del paradigma moderno. Su actual versión monitorizada combina el autogobierno de los ciudadanos y sus representantes designados por medio de elecciones periódicas, con el escrutinio público permanente del poder en sus diversos locus de ejercicio: desde el Estado, pasando por las empresas y organizaciones internacionales hasta las asociaciones comunitarias.

En suma, es posible reconocer que el intelectual australiano ha producido una de las obras más eruditas e innovadoras de las últimas décadas, en el campo de la teoría política aplicada. Una que rebasa, simultáneamente, la ensoñación de cierto ensayismo con pretensiones filosóficas y la aridez de buena parte de la política comparada. Y, con esa mirada compleja, atiende tanto la génesis y evolución de las democracias como a sus enemigos milenarios.

Su más reciente trabajo (The New Despotism, Cambridge, Harvard University Press, 2020) acaba de ser publicado y seguramente generará debate entre intelectuales, políticos y curiosos de esos temas. Keane dedica su nuevo libro a explorar las nuevas gobernanzas no democráticas globales, experiencias que desafían tanto la teoría tradicional sobre regímenes políticos —centrada en nociones como la de dictadura y democracia— como el modelo poliárquico triunfalistamente dominante desde el fin de la guerra fría. El autor señala estos noveles despotismos como el mayor desafío sistémico que enfrentan las repúblicas liberales de masas, casi un siglo después de que el nazismo y el estalinismo se abatieran con salvajismo planificado y minucioso sobre los territorios y poblaciones de Europa y Asia.

Los nuevos despotismos serían formas sui generis de poder, con arquitectura, dinámica y resiliencia propias, que dedican especial atención a las técnicas de perfeccionamiento de un gobierno inteligente —con mejores desempeños socioeconómicos y administrativos— y a la problemática de legitimación como elemento distintivo del ejercicio y conservación del poder. Para comprenderlos constituye un error centrarse de modo exclusivo o sobredimensionado —como suele hacer la media y la academia occidental— en sus líderes máximos. Parte de su resiliencia se basa en combinar cualidades básicas de la autocracia y elementos subordinados de la democracia. Su éxito depende de la capacidad de desplegar, de modo controlado, una violencia efectiva, de institucionalizar sus mecanismos adaptativos —como la deliberación y consulta tecnocráticas— y de promover un desarrollo socioeconómico sin libertad política. Su discurso abriga un collage de ideas y léxicos —ambientalismo y desarrollo, tradición y modernización— que dibujan cierto horizonte de altermodernidad.

John Keane

John Keane

En esa línea argumental, el profesor Keane describe las dinámicas de poder que —en países tan diversos como Rusia, Arabia Saudita, China, Hungría o Singapur— despliegan hoy los rasgos comunes de un nuevo tipo de régimen. Un nuevo despotismo capaz de anidar en sustratos culturales, sociales y económicos radicalmente distintos, al que diferencia —conceptual y empíricamente— tanto de las tiranías clásicas como de los autoritarismos competitivos reconocidos por el mainstream de la ciencia política actual. Esta, según el autor, estaría en cierto modo atrapada por ideas como las de autoritarismo o totalitarismo, las cuales, dentro de una lógica binaria del pensamiento político de Occidente —con aquellas como formas opuestas a la democracia liberal—, sustentarían cierto teleologismo: «ellos hoy no son, pero deben ser y serán como nosotros».

Se trata de gobiernos expertos en las artes de la manipulación, la seducción, la cooptación y la represión selectiva —coerción calibrada, según un periodista singapureño citado por Keane— o ampliada, como la que ha ensangrentado recientemente las avenidas de Hong Kong o Teherán. Usando los mecanismos del dinero, la legislación, los medios de comunicación y las instituciones democráticas fantasmas —como elecciones, foros y consejos de distinto tipo—, Keane dibuja las estructuras piramidales de poder que, por todo el mundo, establecen hoy nuevos esquemas de servidumbre voluntaria e, incluso, captan adeptos allende sus fronteras.

Un orden basado en la lealtad tranquila, que combina la aquiescencia al monopolio del poder sobre la política y una amplia libertad para perseguir el éxito en la vida privada, predecible y mejorable en modos opuestos a la impredecibilidad característica del terror totalitario. Un despotismo que despliega provisión de bienes y servicios a su clientela y oportunidades de enriquecimiento a sus privilegiados. Bajo ese esquema, la reveladora figura de los poligarcas —funcionarios y negociantes imbricados en relaciones dinásticas bajo un capitalismo neopatrimonialista— coexiste dentro de la estructura social de los nuevos despotismos con amplios segmentos de clase media —orientados al consumismo hedonista, bajo el modelo chino— y vastos sectores populares —notables en casos como el ruso— dependientes de la protección y la propaganda del Leviatán estatal.

Keane analiza incluso las mentalidades y actitudes del sujeto —o acaso sería más prudente decir súbdito— de dichos regímenes: enfocado en el ámbito familiar y el éxito personal, poco proclive a la cultura, la acción y la coordinación cívicas; sabedor de que entre la verdad oficial y las numerosas formas corruptas de sobrevivencia y ascenso dentro del sistema hay ritos y sortilegios que deben ser atendidos. Los múltiples ejemplos que muestra en sus páginas dan a la teorización keaniana una vitalidad extraordinaria.

Como creo que debería pasar con toda obra y autor con los que uno establece una identificación y proximidad reflexivas, la admiración no equivale a complacencia. En particular, me habría gustado una mayor discusión entre las tesis del actual texto y las sostenidas por el autor en un trabajo anterior (When Trees Fall, Monkeys Scatter: Rethinking Democracy in China, Singapur, WSPC, 2017) enfocado sobre la experimentación política en China. Entonces Keane parecía ubicar el caso asiático en un limbo alejado de la dictadura y democracias convencionales. El nuevo libro lo adscribe, correctamente y sin ambages, dentro de la categoría del nuevo despotismo. Casi como nave capitana de la flota despótica.

¿Qué cambios —ideológicos, políticos, socioeconómicos— acaecidos desde entonces en China sustentan semejante giro y énfasis? Creo que coincidiremos en que efectivamente Xi Jinping ha aumentado exponencialmente el asedio autocrático a toda expresión o reclamo de autonomía social, cultural y política. Pero, en tanto su liderazgo no es sino una mutación —de la dirección colectiva al maoísmo 2.0— dentro del modelo (pos)totalitario vigente, sería deseable una mayor reflexión del autor al respecto.

La opacidad represiva de la autocracia china no ha sido el mejor ejemplo de la gobernanza eficaz atribuible al nuevo despotismo. El Partido Comunista chino ocultó el brote del virus: censuró a sus expertos e impidió la temprana alerta internacional. Li Wenliang, Fang Bin, Chen Qiushi, Ren Zhiqiang y Xu Zhangrun, por solo mencionar algunos nombres de científicos, investigadores y activistas conocidos, terminaron silenciados. Hoy que Beijing se dispone a aplastar la rebeldía de los hongkoneses, aprobando una nueva legislación de seguridad que en la práctica aboliría la fórmula de un país, dos sistemas, el despotismo chino aparece en todo su siniestro esplendor.

El autor insiste en que la capacidad para una gobernanza inteligente, allende la fuerza y persona del autócrata, es forma clave del orden emergente. Sin embargo, la obra tampoco agota el debate acerca de la utilidad de la noción clásica de autocracia. Esta, a diferencia de conceptos más desgastados o imprecisos como los de autoritarismo o dictadura, preserva aún una capacidad explicativa capaz de dar cuenta de los viejos y nuevos despotismos.

The New Despotism… constituye un sólido aporte a la reflexión sobre los futuros posibles del mundo pospandemia. Demuestra que las referencias clásicas —aquellas de Platón y Aristóteles, basadas en el número y el modo en que somos gobernados— mantienen renovada vigencia, frente a una ciencia política parroquialmente obsesionada por la medición y el encuadre forzados. Necesitamos el tipo de imaginación, intelectualmente erudita y democráticamente comprometida, que atraviesa las páginas de este libro. Una mirada capaz de detectar, en el horizonte civilizatorio, la amenaza formidable que se abate sobre nuestras atribuladas democracias.

Armando Chaguaceda

Doctor en historia y estudios regionales. Investigador de Gobierno y Análisis Político AC. Autor de "La otra hegemonía. Autoritarismo y resistencias en Nicaragua y Venezuela" (Hypermedia, 2020).

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