Camina Perochena: una visión histórica y política sobre nuestra identidad

Camina Perochena: una visión histórica y política sobre nuestra identidad

Camila Perochena reflexiona sobre identidad y los procesos políticos de la Argentina contemporánea, y las crisis que confrontan las ideologías políticas actuales.

Por: Alexander Görlach29 May, 2021
Lectura: 14 min.
Camina Perochena: una visión histórica y política sobre nuestra identidad
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La identidad no se puede entender solo en términos individuales. Hay un juego recíproco entre el plano individual y el colectivo. La identidad es también determinar en quiénes nos reconocemos y en quiénes no.

A lo largo de la historia, la dinámica política de cada país ha enriquecido los modos de identificarse de una cultura. Las memorias colectivas interpretan su pasado y se afianzan en creencias, ideologías y costumbres con las que dan forman a su propia identidad. Diversas son las características identitarias que representan a Latinoamérica, y de manera particular a Argentina, un país que ha vivido una de las mayores inmigraciones europeas durante las épocas de la colonia y de los migrantes de ultramar.

Se reconoce e integra a lo gauchesco y lo criollo en medio de acontecimientos que definen la historia argentina como el nacimiento de la patria, la conceptualización del Estado, el crecimiento económico, el auge de las colectividades trabajadoras, el nacionalismo político, la Guerra Fría y el conflicto por las Islas Malvinas, dictaduras, golpes de Estado y la transición democrática, dando forma a una normativa, y a instituciones y símbolos que hasta hoy buscan amalgamar a esta sociedad tan multirracial como multicultural.

Visión histórica

Desde una visión histórica, Camila Perochena reflexiona sobre identidad y los procesos políticos de la Argentina contemporánea, las crisis que confrontan las ideologías políticas actuales, las interacciones con Estados Unidos, sus vinculaciones con Europa y la construcción de la identidad nacional.

Camila Perochena es historiadora y magíster en ciencias políticas, docente del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Torcuato di Tella y columnista del diario La Nación. Se ha destacado por sus investigaciones sobre los usos políticos del pasado en Argentina durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y en México durante el gobierno de Felipe Calderón.

Camila Perochena. Foto: Universidad Torcuato di Tella

Frente a los diversos debates sobre el concepto de identidad, ¿qué significa para usted la identidad?

-En términos personales o individuales la identidad es la manera en que una persona se define a sí misma, es lo que nos hace ser quiénes somos, la consciencia que cada uno tiene de sí mismo. La identidad de una persona puede pasar por diferentes dimensiones: el equipo de fútbol que le gusta, la ciudad en la que vive, la religión en la que cree, la profesión a la que se dedica o las personas a las que vota. Dependiendo del caso, algunas de estas dimensiones definen mejor que otras. Algunas explican mejor quién soy yo. Sin embargo, la identidad no se puede entender solo en términos individuales; hay un juego recíproco entre el plano individual y el colectivo. La identidad es también determinar en quiénes nos reconocemos y en quiénes no. La identidad de una persona se entiende por su pertenencia a diferentes grupos que adquieren una identidad colectiva.

La identidad no se puede entender solo en términos individuales; hay un juego recíproco entre el plano individual y el colectivo. La identidad es también determinar en quiénes nos reconocemos y en quiénes no.

Discurso polarizador entre un nosotros y un ellos

¿Cómo es el discurso sobre la identidad en su país?

-En Argentina circulan diversos discursos sobre la identidad, pero el más habitual es principalmente político y polarizador. Es decir, el que se expresa desde los grupos dirigentes y que circula en los medios de comunicación en relación con la identidad es un discurso en el que las identidades políticas prevalecen sobre otro tipo de identidades (religiosas, de género, raciales). Pareciera que saber a qué gobierno apoya una persona alcanza para sacar conclusiones sobre quién es esa persona, qué valores defiende, qué posiciones morales tiene.

Además, es un discurso polarizador que plantea un antagonismo entre un nosotros y un ellos. Es muy común en Argentina hablar de la grieta que separa al oficialismo (peronismo/kirchnerismo) de la oposición (antiperonismo). En el año 2008 se produjo en Argentina un conflicto entre el gobierno y los sectores agroexportadores al que se lo conoció como conflicto con el campo. Se inició por un aumento de un impuesto a los agroexportadores y se extendió por diversos sectores sociales. Los ruralistas iniciaron paros en la comercialización de granos y oleaginosas, que luego estuvieron acompañados de cortes de ruta. Las protestas se fueron haciendo cada vez más masivas, incluyendo cacerolazos en las ciudades, mientras que las posiciones conciliadoras del gobierno dieron paso a posturas más radicales e intransigentes. Luego de cuatro meses de conflicto, el proyecto fue enviado al Congreso, donde obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados. En el Senado se llegó a un empate que fue resuelto con el voto del vicepresidente Julio Cobos a favor del campo.

Existe cierto consenso en la literatura acerca de que el llamado conflicto con el campo representó un parteaguas en el derrotero del kirchnerismo, ya que dio lugar a la «profundización del rumbo», la «radicalización» o el «giro populista». Hasta ese momento, el gobierno kirchnerista seguía una estrategia transversal que buscaba incluir a diversos sectores dentro de su coalición. A partir del conflicto, se inició un proceso de polarización social y política en el que los productores agropecuarios fueron identificados como la «derecha oligárquica» y asociados a prácticas antidemocráticas y destituyentes, mientras que el gobierno se autodefinió como «nacional y popular». Si bien Mauricio Macri asumió en 2015 diciendo que pretendía «cerrar la grieta», pronto descubrió que redituaba más mantener el conflicto que conciliar, y asumió también un discurso político basado en el antagonismo.

En las elecciones de 2019, la polarización iba a encontrar un límite electoral. En un reconocimiento de dichos límites, Cristina Fernández de Kirchner eligió a Alberto Fernández como el candidato que permitía ampliar la base electoral. En la nueva coalición de gobierno conviven hoy la identidad intensa, cohesionada y agonista del kirchnerismo, con individuos, grupos y sectores que no se consideran parte del kirchnerismo. Esos sectores, representados por Alberto Fernández, parecen no sentirse cómodos con la identidad agonista del kirchnerismo, pero no logran ofrecer una identidad alternativa que les dé fuerza y homogeneidad.

Europa y Estados Unidos: su transición histórica en Argentina

¿Cómo se percibe hoy a Estados Unidos y a Europa desde la identidad forjada en Latinoamérica a partir de sus propias raíces?

-Pensar a América Latina como un bloque homogéneo ya representa un problema. La idea de Latinoamérica, tal como la plantea Mauricio Tenorio Trillo en su último libro Latin America. The Allure and Power of an Idea, nunca fue un lugar real o un grupo de culturas evidentes y homogéneas. Por lo cual, lo primero que diría es que la historia de cada país de América Latina con Europa y Estados Unidos es muy distinta.

Por ejemplo, Argentina ha tenido una estrecha conexión identitaria con Europa, producto de la ola inmigratoria de fines del siglo xix y principios del siglo xx. Se construyó así una identidad que sostuvo que los argentinos descienden de los barcos, y la identidad nacional argentina se construyó sobre esta idea. E hizo que Europa fuera un punto de referencia positivo, en términos generales, a lo largo del siglo xix y xx. Esto es algo particular del caso argentino, que no se da de la misma manera en los países andinos, donde el rol de la inmigración fue menos preponderante.

En los últimos años, Argentina descubrió que no es solo un país forjado al calor de la inmigración, sino que es una sociedad heterogénea donde conviven diversas identidades raciales. De la mano de esta problematización de la naturaleza blanca argentina, surgieron desde el poder político discursos críticos a Europa, principalmente a España, que se vieron reflejados en las celebraciones del Bicentenario. Este antagonismo con España se pudo apreciar, de igual modo, en los diversos gobiernos que formaron parte del giro a la izquierda suscitado en América del Sur en las primeras décadas del siglo xxi.

Con Estados Unidos, la relación fue cambiante. En el siglo xix muchos intelectuales y políticos vieron en Estados Unidos un modelo que la Argentina debía seguir. En las primeras décadas del siglo xx los discursos nacionalistas apuntaban a Gran Bretaña como el otro imperialista al que debía oponerse el nacionalismo argentino. Fue en la segunda mitad del siglo xx cuando el lugar del otro pasó a ser ocupado por Estados Unidos.

El caso de México es diferente. La cercanía y el contacto con Estados Unidos hizo que se estableciera una relación mucho más estrecha, desde un punto de vista positivo y negativo, que en el caso argentino. La guerra e invasión norteamericana de mediados del siglo xix convirtió a Estados Unidos en el otro del cual había que protegerse. España como punto de referencia también pasó por diferentes discursos. Todo esto para sostener que la opinión que la gente tiene hoy sobre esos puntos de referencia dialoga con estas tradiciones que se dieron en cada país a lo largo de la historia.

Cambio de actitud

En Europa se ha iniciado un proceso que analiza críticamente la época y las prácticas del colonialismo. ¿Cómo ven las personas en América Latina este período de su historia? ¿Hay un cambio de actitud hacia Occidente aquí?

-La época colonial ha sido revisada y repensada desde el mismo momento en el que se comenzaron a construir las identidades nacionales de los países de América Latina. Desde el momento en que empezamos a preguntarnos quiénes somos los argentinos/mexicanos/peruanos/bolivianos, etc., se comenzó a repensar el lugar que ocupaba la tradición hispánica en relación con la identidad. De esta manera, la herencia hispánica fue vista como positiva por algunos grupos, entre ellos, los conservadores mexicanos del siglo xix, mientras que para otros, como los liberales mexicanos del siglo xix, la época colonial había sido una suerte de paréntesis entre el período prehispánico y el «renacer» de la independencia.

Esta polémica entre hispanistas e indianistas, que atravesó el siglo xix, se resolvió de una forma ambigua solo en el siglo xx, al convertir al mestizaje en la base de la identidad nacional. Este tema ha sido magníficamente trabajado por José Antonio Aguilar Rivera o Mauricio Tenorio Trillo. Esta situación de ambigüedad, herencia del nacionalismo revolucionario, se rompió a fines del siglo xx luego del levantamiento zapatista. A partir de ese momento se reabrió el dilema de la identidad nacional mexicana y se realzó el imaginario indigenista. Conservar la cultura indígena pasó a estar por encima de los intentos de asimilar una identidad nacional homogénea.

Ahora bien, el peso que tuvo el proceso colonial en América Latina no fue el mismo en todos los países. México, al igual que Perú, fueron los dos virreinatos más importantes que tuvo el imperio español en América. El territorio del Virreinato del Río de La Plata (actual Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia), fue una región mucho más marginal, donde el peso de la tradición hispánica fue menor a lo largo de la historia. Si nos centramos en el período actual, los gobiernos que realizaron un giro a la izquierda en el siglo xxi presentaron una visión sumamente crítica del período colonial y recuperaron las tradiciones indigenistas. Eso pudo verse en los discursos de los expresidentes Hugo Chávez, Evo Morales o Cristina Fernández de Kirchner.

En América Latina se expresa una especie de amor por Europa, por el Viejo Mundo. Estados Unidos, aunque está mucho más cerca y es mucho más crucial para el desarrollo de América Latina, es visto de manera más crítica. Europa es amada, Estados Unidos aceptado. ¿Es esa su percepción también?

-Concuerdo en que la imagen de Estados Unidos presenta rasgos negativos en muchos discursos que circulan en América Latina. Imagino que puede relacionarse con el rol intervencionista que tuvo ese país en relación con el continente durante el período de la guerra fría. La intervención directa o indirecta, según el caso, de Estados Unidos en las dictaduras latinoamericanas y en la política interna de dichos países dejó marcas en la memoria que son difíciles de borrar, incluso en la actualidad. A pesar de gestos importantes, como el que tuvo Obama de desclasificar archivos secretos de la época de la dictadura argentina, todavía se percibe a negativamente a Estados Unidos en la memoria colectiva de esos años oscuros.

Desigualdad y ruptura del sistema democrático en América Latina

La democracia, como parte de las categorías identitarias de la organización política latinoamericana, ¿se ha visto amenazada frente a la desigualdad?

-Concuerdo con la idea de que, a mayor desigualdad, existen más probabilidades de que se produzca un quiebre en el régimen democrático. Si bien es un argumento que aplica a desarrollo y no a desigualdad, recuerdo que Przeworski y Limongi sostenían que las democracias pueden emerger independientemente del nivel de desarrollo económico, pero que tienen más probabilidades de sobrevivir en países desarrollados. Otros autores como Carles Boix sostuvieron que, mientras mayor sea la desigualdad en la economía, mayor será la presión redistributiva y por ende mayores las posibilidades de caer en un autoritarismo. No se trata de un fin inexorable, pero existen más probabilidades de que así suceda en sociedades con altas tasas de pobreza y desigualdad.

La identidad frente al nacionalismo

La identidad cultural china le ha permitido desarrollar un nacionalismo exacerbado, fundamentado en un Estado hegemónico, que se caracteriza por impulsar la entidad étnica como defensa al autoritarismo en países del mundo libre. ¿Este desarrollo también existe en América Latina? ¿Qué opina al respecto?

-Concuerdo con que se ha empezado a consolidar una identidad basada en criterios étnicos en diferentes partes del mundo. Desde mi perspectiva, la versión étnica de la nación no es compatible con la democracia liberal. Esto no significa homogeneizar y negar la existencia de una diversidad de culturas dentro de un territorio, sino buscar consolidar identidades que sean inclusivas y, a la vez, respetuosas de la diversidad.

La versión étnica de la nación no es compatible con la democracia liberal. Esto no significa homogeneizar y negar la existencia de una diversidad de culturas dentro de un territorio, sino buscar consolidar identidades que sean inclusivas y, a la vez, respetuosas de la diversidad.

Pobreza y ambiente en las agendas políticas de América Latina

América Latina está experimentando una grave sobreexplotación de la naturaleza. ¿Pueden las fuentes de los pueblos indígenas provocar aquí un cambio de tendencia?

-No creo que la protección del medioambiente pueda venir, principalmente, de una recuperación de la cultura indígena. Creo que la principal traba que existe actualmente es que muchos de los países de América Latina se encuentran en situaciones económicas y políticas muy frágiles que hacen que las cuestiones ambientales no tengan prioridad en la agenda política. En el caso de Argentina, todavía no es posible llegar a un acuerdo sobre un plan de desarrollo económico a largo plazo, la pobreza está en aumento, hace más de una década que el país no logra crecer y políticamente se encuentra muy polarizado. En ese contexto de falta de acuerdos, las políticas ambientales tienen un lugar menor. Por otro lado, el impulso a dichas políticas no proviene únicamente, ni principalmente, de pueblos indígenas, por lo cual, creo que serían diversas organizaciones de la sociedad civil las que podrían poner el tema en debate.

Por último, ¿cómo debería plantearse la discursiva identitaria de su país en todo el continente?

-Me gustaría que el discurso sobre la identidad no se convirtiera en un discurso de antagonismos y exclusiones. Quisiera que las personas adoptaran una identidad en la que los otros no fueran vistos como enemigos sino como grupos con los cuales se puede dialogar y llegar a acuerdos o consensos mínimos.

Entender a la identidad argentina desde sus procesos históricos nos permite reconocer a una sociedad heterogénea, con sus complejidades sociales y políticas, que intenta construir su identidad a partir de elementos que la unen y separan entre sí. Una sociedad en la que confluyen diversas razas que son la marca distintiva de este país, en el que intervienen tradiciones, dialectos, acentos, gastronomía e ideologías que transforman y dan vida a esta cultura. Por ello, Latinoamérica se define por sus acontecimientos históricos y políticos, sus diferencias y semejanzas, sus variadas tradiciones y sus mutaciones que nos permiten entender que es un escenario cultural diverso que no puede ser visto como una total identidad en el continente.

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Alexander Görlach

Alexander Görlach

Miembro principal del Consejo Carnegie para la Ética en Asuntos Internacionales y del Centro de Investigación en Artes, Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Cambridge. Doctor en Lingüística y Religión Comparada. Es colaborador de opinión en el «New York Times» y «Neue Zürcher Zeitung».

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