Cuba contra Occidente

Los actores de la izquierda latinoamericana, agrupados en la galaxia rosa, ejercen narrativas poscoloniales que buscan redefinir las normas internacionales.

Por: Sebastian Grundberger12 Ago, 2025
Lectura: 5 min.
Cuba contra Occidente
Compartir
Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

“La ‘civilización occidental’ esconde bajo su vistosa fachada un cuadro de hienas y chacales”. Con estas palabras, Ernesto Che Guevara se dirigió en 1964, vestido con uniforme de combate, a la Asamblea General de las Naciones Unidas. No era solo una provocación retórica. Era la síntesis de un marco ideológico que convertiría a Cuba en epicentro de una narrativa global.

Desde entonces, La Habana ha exportado una visión del mundo dividida en dos polos irreconciliables: un Occidente opresor, imperialista y capitalista frente a un Sur Global moralmente íntegro, presentado como víctima de siglos de explotación.

La combinación de anticolonialismo y anticapitalismo se convirtió en el corazón del discurso cubano. Desde la dictadura castrista, no solo se denunció a EEUU como enemigo de clase. También se construyó una narrativa que ofrecía a otros países una fórmula lista para usar: identificar a Occidente como enemigo estructural y legitimar cualquier alianza que ayudara a contrarrestar su influencia. Resulta lógico que el principal sostén de la Cuba revolucionaria era la Unión Soviética.

El Foro de São Paulo, joya de la corona

Después de la caída de la cortina de hierro, Fidel Castro necesitaba nuevo oxígeno y lo encontró en América Latina. En 1990, Castro, con Luiz Inácio Lula da Silva, impulsó el Foro de São Paulo (FSP), una red de partidos y movimientos de izquierda “revolucionaria” de toda América Latina. Su objetivo declarado era coordinar estrategias contra el “imperialismo”. La defensa incondicional del régimen de Cuba, fue y sigue siendo un elemento constitutivo de identidad del FSP. Se convirtió rápidamente en la joya de la corona del soft power cubano.

Con ello se logró que el discurso cubano, sobre la lucha de clases internacional y anticolonial contra el enemigo sistémico occidental, siguiera gozando de aceptación en toda América Latina. Y que además accediera a los resortes centrales del poder. El programa político del FSP denominado Consenso de Nuestra América está dedicado al “ejemplo de consecuencia revolucionaria del comandante Fidel Castro”. Exige la “liberación de nuestros pueblos de la dominación colonial”. Resulta llamativo que el documento no es de 1965, si no del 2017.

[Descarga: La galaxia rosa]

Este relato es el germen ideológico de lo que hoy se denomina la galaxia rosa, un ecosistema de organizaciones políticas, académicas y mediáticas que reproducen y adaptan en gran medida el guion cubano. Este guión tiene además aliados estratégicos en potencias autocráticas con vocación imperial mundial como Rusia, China e Irán. Con ellas, Cuba  comparte intereses geopolíticos y un lenguaje que relativiza las libertades políticas en nombre de la soberanía nacional y una supuesta “no injerencia”. Así, el autócrata chino, Xi Jinping, felicitó a Nicolás Maduro en 2024 por su supuesta “reelección”. Anunció también que se opondrá “a cualquier injerencia extranjera” en Venezuela. El embajador chino en Nicaragua alabó la nueva constitución del régimen Ortega-Murillo, que suspende el Estado de derecho y la separación de poderes, como “democrática” y “revolucionaria”.

la defensa de Cuba sigue siendo un elemento constitutivo del Foro de SP.
XVIII encuentro del Foro de Sao Paulo. Foto: ANEP, Costa Rica.

Visión absolutista del principio de no injerencia

El argumento de la “no injerencia” en los asuntos internos de los países es un eje central del discurso de las organizaciones alineadas a la galaxia rosa. Como el Foro de São Paulo, el Grupo de Puebla, la Internacional Progresista o el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). En su relato, cualquier crítica a dictaduras de izquierda se rechaza con el argumento de la “autonomía de los pueblos”. Esto implica poner en entredicho la validez de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el concepto de los derechos individuales de cada persona.

Aquí, la narrativa de la izquierda latinoamericana coincide con la reinterpretación internacional del concepto de derechos humanos que Pekín lleva años promoviendo, en el sentido de que “el derecho al desarrollo económico debe priorizarse sobre todos los demás derechos, en particular sobre los derechos civiles y políticos”, como lo describe el jurista estadounidense Tanner Larkin. Este denomina al intento de China de redefinir las normas internacionales como normfare. El Partido Comunista Chino mantiene, según él, una “visión dura y absolutista de la soberanía estatal y la no intervención”. Este argumento conduce a una oposición directa a la democracia occidental. En el momento en que la lucha anticolonial y antiimperialista se convierte en un fin en sí mismo, la democracia liberal pasa a ser considerada un instrumento de dominación de Occidente.

La importancia de entrar en la disputa cultural

¿Por qué, sin embargo, tienen tanto éxito los discursos anticoloniales y antidemocráticos? Una mirada a la estrategia de la galaxia rosa la ofreció Álvaro García Linera, estrecho aliado de Cuba como exvicepresidente del gobierno de Evo Morales, miembro del Grupo de Puebla y la Internacional Progresista, en 2018 en un evento de CLACSO:

“Los gobiernos, las fuerzas progresistas, tuvieron la virtud de, (…) en meses o años previos a los grandes estallidos catárquicos de la sociedad en América Latina, haber construido victorias culturales previas. Gramsci tenía razón: cualquier victoria popular, política o militar requiere previamente victorias culturales desarrolladas en los distintos ámbitos de la vida: en la universidad, en los medios de comunicación, en el barrio, en la actividad cotidiana, en la familia, etcétera.”

Los actores de la izquierda latinoamericana agrupados en la galaxia rosa lograron, mediante un avance sistemático en el ámbito cultural, trasladar con éxito a la modernidad conceptos trasnochados de resistencia y lucha anticolonial desde la cocina cubana de los años sesenta.

Muchas veces, estos discursos no encontraron suficientemente resistencia en el ámbito cultural e identitario por parte del centro político y las democracias liberales. Al relegar la disputa cultural y simbólica, han dejado libre un terreno que la dictadura en Cuba ha utilizado para posicionarse como potencia ideológica mundial.

Sebastian Grundberger

Sebastian Grundberger

Coordinador de los países andinos en la Fundación Konrad Adenauer.

newsletter_logo

Únete a nuestro newsletter