La posibilidad de que cualquier internauta pueda generar argumentos descalificadores, sean estos reales o ficticios, genera en no pocos casos un contagio —viralización— que instala una violencia discursiva nunca vista. Es notablemente peligroso cómo se han popularizado en la superpoblada galaxia digital estas nuevas autopistas del resentimiento social y la segregación. No se trata ya del agravio aislado. Hoy en las campañas políticas se cuenta con “equipos de respuesta”. El comentarista es un oficio remunerado; así como existen blogueros del partido A, existen los antipartido A.
Estos actores “anónimos” son los que instalan la pelea política generando climas de confrontación que no le hacen nada bien al sistema democrático. La frecuencia con que estos hechos se dan, pone en duda si es verdad que el mundo virtual es siempre un fiel reflejo del mundo real. Esta duda ha motivado que muchos periódicos discutan las ventajas e inconvenientes de la apertura de comentarios a sus notas.
Veamos a modo de ejemplo lo que está pasando en las redes sociales, a partir de un trabajo reciente hecho por el Observatorio Web del Congreso Judío Latinoamericano . Mediante búsquedas en Google se tomaron palabras clave relevantes para distintas comunidades y se analizaron las primeras veinte respuestas, con este lamentable resultado:
– Sobre la comunidad judía: 27,78% de resultados negativos.
– Sobre inmigrantes bolivianos: 25% de comentarios negativos.
– Sobre extranjeros de origen paraguayo: 10% de comentarios negativos.
También se analizaron en Twitter algunas palabras y frases. Se escribieron 5603 tuits con la frase negro villero.* Hubo 1,74 tuits por minuto con la palabra villero. El 12,26% de los tuits que hacen referencia al holocausto judío, lo niegan o banalizan.
¿Serán las redes un ámbito donde se esté gestando una falsa plataforma democrática? La incógnita está abierta. De ser así en Latinoamérica, falsas democracias sobran.
* Negro villero: Expresión peyorativa que se utiliza en Argentina para discriminar a ciertos grupos de población que viven en barrios carenciados (villas miseria). Se asocia, aunque no exclusivamente, con personas pertenecientes a la clase baja, pobres y, más recientemente, con la delincuencia.