Make Lula Great Again

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Ante las amenazas arancelarias de Trump, el presidente brasileño encontró una retórica agresiva, elevó su imagen desgastada y convirtió una amenaza comercial en una oportunidad diplomática.

Por: Antônio Mariano29 Jul, 2025
Lectura: 5 min.
Make Lula Great Again
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

En la semana en que Donald Trump cumple seis meses de su segundo mandato, el gobierno brasileño vive un giro político inesperado. En medio de crisis internas, desgaste en la comunicación, trabas en el Congreso y señales de impaciencia en su base social, la decisión de Estados Unidos de imponer aranceles del 50% a todos los productos brasileños podría haber sido el golpe final. Sin embargo, lo que parecía una amenaza comercial terminó convirtiéndose en un regalo geopolítico para el presidente Lula.

Los aranceles fueron anunciados bajo el argumento genérico de “corregir las graves injusticias del sistema actual”. Y, en un tono más sutil, como represalia ante la supuesta falta de alineamiento de Brasil con la agenda internacional de Washington. La táctica no es nueva. Durante su primer mandato, Trump lanzó repetidas amenazas arancelarias contra aliados y rivales. Pero en la mayoría de los casos usó esos anuncios como instrumento de chantaje o presión diplomática. Y rara vez cumplió con lo que prometía de manera tan ruidosa.

¿Trump eleva a Lula?

A diferencia de lo que esperaba la extrema derecha brasileña, el efecto interno fue el contrario al deseado. El gobierno de Lula, que hasta entonces venía perdiendo popularidad lentamente, vio un giro en la narrativa pública. La retórica de una “persecución contra Brasil”, ampliamente promovida por figuras bolsonaristas, no funcionó. La mayoría de la población entendió la medida como una agresión externa injusta y se solidarizó con el gobierno federal. En una encuesta de Genial/Quest realizada justo después del anuncio, la aprobación del gobierno subió del 40% al 43%. La desaprobación cayó del 57% al 53%. Aunque los números están dentro del margen de error, reflejan un cambio de humor significativo en el electorado.

A diferencia de los temas internos, marcados por anuncios vacíos, conflictos ministeriales y una conducción errática de la articulación política, la guerra arancelaria le ofreció a Lula un enemigo externo claro y universalmente impopular: Donald Trump. Y, más aún, le permitió al gobierno adoptar una postura altiva, nacionalista y defensora de la soberanía, sin necesidad de inventar enemigos internos o polarizaciones artificiales. El presidente volvió a posicionarse como un líder global con capacidad de articulación y firmeza, al mismo tiempo que presentó a Brasil como una víctima de una ola proteccionista que amenaza el orden económico internacional.

El patrón trumpista (anunciar aranceles con escándalo y luego postergar su aplicación) tiene efectos colaterales que Lula supo aprovechar. El simple anuncio ya genera incertidumbre en los mercados, empuja a las empresas a buscar nuevos socios y obliga a los países a reposicionarse estratégicamente. En este contexto, Brasil empieza a ser visto como una alternativa viable para proveedores globales que desean escapar de la inestabilidad en la relación con EEUU.

Europa, un aliado

La respuesta europea a los movimientos estadounidenses también sigue una lógica que favorece a Brasil. Desde la elección de Trump, la Unión Europea ha mostrado señales claras de incomodidad ante el abandono de las reglas del juego multilateral por parte de Washington. A diferencia de la postura conciliadora de los años 2010, Bruselas ahora apuesta por una autonomía estratégica más firme, tanto en política exterior como en temas comerciales. El regreso del trumpismo, con su agenda nacionalista y proteccionista, no hace más que reforzar ese camino.

En términos prácticos, eso se tradujo en una aceleración de los acuerdos de libre comercio pendientes. En el caso específico de Brasil, los tratados entre el Mercosur y la Unión Europea, y entre el Mercosur y la EFTA (bloque liderado por Suiza y Noruega), finalmente fueron firmados. Aunque todavía requieren la ratificación de los parlamentos nacionales. Estos acuerdos, además de consolidar el papel de Brasil como un hub regional de exportación, envían al mundo la señal de que Europa está dispuesta a llenar los vacíos que deja EEUU.

Globalización con nuevas reglas

La guerra comercial reabierta por Trump reactiva una vieja discusión: ¿cuál es el futuro del multilateralismo ante el avance de las agendas nacionalistas? Por un lado, el proteccionismo gana fuerza en EEUU. Por otro, la respuesta de Europa (y en cierta medida, de China) ha sido reforzar los foros multilaterales, diversificar sus alianzas y promover una globalización con nuevas reglas. El intento de Trump de imponer su lógica unipolar podría estar, paradójicamente, contribuyendo a la construcción de un sistema multipolar más equilibrado, en el que Brasil, por su tamaño y su posición geoestratégica, tiene mucho que ganar.

El ejemplo chino es revelador. Cuando Trump impuso aranceles a China durante su primer mandato, Pekín respondió con firmeza y estrategia. Incrementó su inversión en innovación, fortaleció el mercado interno y buscó nuevos acuerdos comerciales en Asia, África y América Latina. Superado el impacto inicial, China salió más fuerte y más diversificada. Europa, hoy, parece dispuesta a seguir ese mismo camino. El continente cuenta con reservas, instituciones y mecanismos fiscales suficientes para resistir una guerra comercial prolongada. Y más aún: tiene el interés político de evitar que EEUU dicte en solitario el rumbo de la economía global.

La guerra de aranceles recién comienza (y puede que nunca se concrete). Pero sus efectos políticos ya son palpables. Para Trump, es otra jugada electoral. Para Lula, un regalo estratégico. Y, para Europa, una oportunidad histórica de reafirmar su relevancia global. A veces, el mundo cambia en las entrelíneas de un arancel que nunca entra en vigor.

Antônio Mariano

Antônio Mariano

Politólogo y periodista. PhD en Historia y Política por la Fundación Getulio Vargas. Actualmente es director ejecutivo del Instituto Rio21.

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