El reto del cambio climático es el más importante del siglo XXI. Los objetivos que se ha puesto la comunidad internacional para lograr salvar al planeta se reflejan en los acuerdos de Paris de 2015 y se refrendaron en los principios de la Agenda 2030. Cumplir con ellos demanda el desarrollo de iniciativas creativas y posiblemente diferentes a lo que consideramos tradicional. En este sentido, la economía circular es una respuesta integral que puede significar un gran aporte para enfrentar este desafío.
¿Qué es la economía circular?
La economía circular es un modelo basado en un uso eficiente de los recursos. Su aplicación tiene múltiples beneficios. Algunos son directos, como la reducción de residuos, otros son indirectos, como el mayor rendimiento de los recursos. Nicole Stopfer, jefa del Programa Regional de Seguridad Energética y Cambio Climático en América Latina de la Fundación Konrad Adenauer, explica sin embargo que pese a lo que se piensa “la economía circular es mucho más que reciclaje o reutilización del plástico”.
En efecto, la definición clásica de este concepto está relacionada a la gestión de residuos a través de las tres “R”: Reducir, reciclar y reutilizar. Sin embargo, para poder comprender el alcance de la economía circular es preciso compararla con lo que se conoce como economía lineal. Esta última refiere al modelo clásico de producción y consumo. Se obtiene un recurso, se lo transforma en un producto, posteriormente se lo comercializa y tras su uso y agotamiento se convierte en un residuo. La gran diferencia con la economía circular reside exactamente en esto último: el residuo.
“La palabra residuo no existe en un sistema de economía circular” comenta María Fernanda Pineda, coordinadora de Proyectos del Programa Regional de Seguridad y Cambio Climático en América Latina de la Fundación Konrad Adenauer. Según ella los deshechos en lugar de terminar en la basura se convierten en componentes de una nueva cadena de valor. Por ejemplo, los residuos de un restaurante, la parte de los platos que no se consume son normalmente enviados al vertedero. Sin embargo, existen empresas que se dedican a recogerlos y reconvertirlos en alimento para animales, de ganado porcino. En otras palabras, lo que antes iba a salir de la cadena de valor, recupera importancia y se reintroduce en la misma. La máxima es entonces transformar residuos en valor.
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Beneficios en múltiples áreas
Producir un nuevo smartphone cuesta tanta energía como lo que demanda usar y recargar uno durante una década entera. Estamos hablando de un gasto de energía enorme que según los principios de la economía circular podrían convertirse en un enorme beneficio. Según la Unión Europea aplicar este concepto podría significar un ahorro neto de más de 600 mil millones de euros. Es decir, el 8% de la facturación anual de todas las empresas de esa región. Y además significaría una reducción de gases de efecto invernadero de hasta un 4%.
Los beneficios no son sólo económicos, sino también sociales y medioambientales. La agencia de evaluación medioambiental de Países Bajos calcula que sólo en ese país, la economía circular generaría más de 50.000 nuevos empleos, reduciría un 10% las emisiones de dióxido de carbono, ahorraría un 20% de agua y reduciría la necesidad de importar materias primas en un 25%.
Las claves para avanzar
“Podemos hablar de diferentes desafíos. Transitar de una economía lineal a una circular cuesta tiempo y dinero. A la vez el tema como tal es relativamente nuevo. En la academia apenas lleva unos 15 años de recorrido y en la política, aquí en América Latina, aún menos. Muchas veces la gente no entiende qué es la economía circular,” analiza Nicole Stopfer. La implementación de la economía circular demanda resolver cuestiones diversas. Y es en este punto en el que el rol del Estado es fundamental. En él reside la posibilidad de generar los incentivos suficientes para motivar al resto de los actores a dar el salto, a decidirse por la economía circular.
Stopfer explica que en Latinoamérica se ha avanzado bastante. De hecho, un estudio de la Fundación Konrad Adenauer ha identificado ochenta iniciativas en toda la región. Existen ejemplos como el de Chile o el de Colombia que avanzan con decisión en el tema. En el caso de este último, el Estado colombiano es el primero en desarrollar una estrategia de Economía Circular. Su lema “producir conservando y conservar produciendo” encabeza un plan para reducir emisiones, aumentar la tasa de reciclaje y reutilizar los residuos sólidos. En otras palabras, cumplir con las metas del Crecimiento Verde y los objetivos del desarrollo sostenible.
El desafío de la reactivación sostenible
La llegada de coronavirus ha trastocado objetivos y prioridades en todos los países del mundo. Pero también ha generado nuevos problemas. Las medidas higiénicas para prevenir el contagio han llevado a un aumento enorme del uso de material descartable. Mascarillas, guantes, bolsas y envases de desinfectante se multiplican. Los números son abrumadores: en apenas tres meses se han producido más residuos sanitarios que en un año entero.
La Organización de las Naciones Unidas ha emitido varios comunicados señalando esta situación y sus peligros. Un problema que puede parecer un aspecto más de una crisis global, pero que en realidad puede convertirse en uno muy grave en el mediano plazo.
Por otra parte, varios son los países que piensan en el futuro postpandemia. ¿Cómo reactivarán su economía? ¿Cuáles serán las prioridades? ¿Cuál será el modelo? Tal vez la crisis del COVID19 se transforme en oportunidad.
En esta línea el Programa Regional Seguridad Energética y Cambio Climático de la Fundación Konrad Adenauer junto a otras organizaciones de la región adhieren a la iniciativa: “Por una América Sostenible, una reactivación sostenible”. Su objetivo es reunir el esfuerzo y motivación de todos aquellos que quieran comprometerse con los principios de la Agenda 2030 y el acuerdo de París de 2015. Es decir, a aquellos que trabajen por un sistema económico enfocado al crecimiento y la inclusión, con mayores oportunidades, combatiendo la crisis climática y asegurando el bienestar social.
Para Nicole Stopfer la conexión entre un desarrollo sostenible y la aplicación de la economía circular es natural. Para ella se puede pensar un modelo diferente en el que se conjuguen variables sociales, ambientales y económicas: “Ese conjunto será la receta para que la región no sólo salga de la crisis, sino para que pueda desarrollarse”.
Este texto es la transcipción del podcast publicado en junio de 2020. Todos los podcast pueden ser consultados aquí.