El cambio político en África

Frente al estereotipo de un continente sumido en el primitivismo, golpes de Estado sin control, autocracias duraderas, la diversidad se […]
27 Ago, 2020
Presidente de Nigeria, Muhannadu Buhari | Foto: U.S. Institute of Peace, vía Flickr

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Frente al estereotipo de un continente sumido en el primitivismo, golpes de Estado sin control, autocracias duraderas, la diversidad se presenta con sistemas políticos, entre democracias y autoritarismos, que se mantienen sin grandes cambios o van mutando. Pero muchas veces la sustitución de líderes no implica cambios profundos.

Un continente atravesado por situaciones disímiles. Por ejemplo, procesos de transición política y elecciones acompañadas de novedades en varios países: Angola, Sudáfrica, Zimbabue, Sudán, Etiopía, Malawi, Nigeria y Mauritania. Los Estados democráticos estables son Botsuana, Mauricio, Ghana, Sudáfrica, Senegal. Los más autoritarios comprenden Eritrea, Guinea Ecuatorial, Yibuti y Ruanda. La continuidad de regímenes que parecen más autocracias que democracias, aunque se den elecciones: Uganda, Gabón, Camerún, Congo-Brazzaville, Togo. Mandatarios veteranos que buscan permanecer: Guinea Conakry y Costa de Marfil. En África occidental también lo vivieron Senegal, Burkina Faso y Níger. En parte, lo descrito aparece en el último reporte para África subsahariana: The Bertelsmann Stiftung’s Transformation Index (BTI) 2020 (febrero de 2017 – enero de 2019), A Changing of The Guards or A Change of Systems?

El Índice, diseñado por la fundación alemana Bertelsmann Stiftung, entiende el progreso de la democracia y la economía de mercado en forma global. Mide la performance de 137 países desde 17 variables. Trabaja la región subsahariana para 44 países. Está dividido, por un lado, en el estatus, es decir, la dimensión analítica de la transformación política y económica en función de las dos variables expuestas al comienzo, y, por el otro, el índice de gobernanza, que pondera la calidad del liderazgo político inscrita en los procesos de transformación. El análisis construye rankings y compara, en ciclos, progresos, continuidades y retrocesos por cada país.

Tres casos

En el marco de un webinar sobre los nuevos líderes de África, realizado el 13 de agosto pasado, participaron Nic Cheeseman, docente de la University of Birmingham; la nigeriana Idayat Hassan, directora del Centre for Democracy and Development (CDD); Boniface Dulani, profesor de la University of Malawi; y Chipo Dendere, profesora del Wellesley College (EUA), de Zimbabue. Se analizaron los resultados del reporte.

Cheeseman resumió las transformaciones del espacio subsahariano, en base al BTI. La democracia ha experimentado pocas transformaciones, de modo que los avances compensan los retrocesos. «La continuidad es la pauta», sostuvo, señalando el ejemplo democrático de Botsuana, mientras las autocracias se endurecen. Señaló un conjunto de países cuya situación mejoró: Angola, Sierra Leona, Etiopía y Zimbabue, frente a otros en donde ocurrió lo contrario: Camerún, Chad, Guinea, Zambia, Kenia y Tanzania. «Cambiar un líder no implica modificar el sistema, muchas veces», remató.

Nigeria es una democracia, pero con severas dificultades. La llegada al poder de Muhammadu Buhari, en 2015, fue promisoria. «Su arribo generó un cambio; la bandera anticorrupción logró grandes avances», expuso Hassan. Sin embargo, los desafíos son múltiples: corrupción, inseguridad, una economía monoproductora. «El sistema necesita una reforma profunda, Buhari no puede cambiar todo», complementó sobre el mandatario reelecto en 2019.

En Malaui, una democracia medianamente estabilizada según el BTI, se asistió al cambio de gobierno con la victoria de la oposición en junio. La nueva gestión cuenta con amplio apoyo de la sociedad. «El cambio de liderazgo es una oportunidad para ubicar al país en una posición más ventajosa», resumió Dulani.

Zimbabue gozó de apertura tras la caída del veteranísimo Robert Mugabe en 2017. El lema fue «Mugabe must go», pero las dificultades persisten. «El problema no era el individuo», expuso Dendere. El trasfondo es una oposición desarticulada, corrupción estructural y una fuerte militarización del Estado, que cohíbe la protesta. «La ciudadanía exige mejoras pero a cambio recibe más militarización y represión», se lamentó la académica oriunda de Zimbabue. El contexto de la pandemia COVID-19 no hace más que reforzar la deriva autoritaria, característica repetida en otros países africanos.

 

Publicado el 22 de agosto de 2020 en el portal de CADAL.

Historiador africanista. docente (Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional Tres de Febrero, Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González, Buenos Aires). Miembro del Consejo Consultivo de CADAL

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