Chile después de las elecciones, un futuro incierto

Con un acto electoral pacífico se inició el proceso constituyente. Quedan por delante etapas complejas para la construcción de un nosotros indispensable en la democracia.
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18 May, 2021
Imagen: Shutterstock

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Esta reflexión podría centrar su análisis en aspectos positivos y esperanzadores del futuro político de Chile, ya que fue un proceso electoral pacífico y trasparente como ha sido la tónica republicana en el país desde el retorno a la democracia a fines de los ochenta del siglo XX. Además, se ha dado la elección al primer proceso constituyente paritario y con cupos para representantes de pueblos originarios.

Sin embargo, luego de las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo, lo incierto de lo que se avecina en Chile respecto a los resultados de las elecciones del constituyente será la capacidad de construir puentes de entendimientos entre quienes representan en causas intransables, cuya legitimidad se ampara en deudas históricas de quienes se han sentido marginados del sistema político que ha administrado el poder en el país durante las últimas décadas.

En efecto, los independientes, contra todo pronóstico y superando las barreras que el propio sistema electoral les colocaba, han sido los triunfadores junto a la lista de los sectores de izquierda (Partido Comunista y Frente Amplio), quienes cuestionan la legitimidad del sistema político y social heredado porque argumentan a que responde a las directrices del «neoliberalismo». Todo ello vaticina, por un lado, que fuerzas relevantes al interior del constituyente exigirán cambios estructurales y un cambio de «modelo de desarrollo»; por otro lado, actitudinalmente se podría esperar una especie de pasada de cuenta de los representantes de sectores que frente al orden político y social imperante en Chile se han sentido descartados. Es decir, las fuerzas políticas no institucionalizadas que encauzaron el estallido social de octubre de 2019.

En cifras, los independientes llegan a 48 escaños (fuera de pactos), es decir, de un total de 155 integrantes del constituyente suponen prácticamente un tercio de la representación, con lo cual posiblemente encuentren bastante intereses comunes con la mayoría de los representantes de los pueblos originarios (17 escaños). Ello porque poseen el mismo sentimiento de exclusión en el diseño de las políticas públicas en términos constitucionales, políticos y sociales. Cabe destacar que dentro de los independientes está la Lista del Pueblo, que alcanzó 24 escaños y encuentra allí a representantes y activistas de distintas causas sociales.

Sumada a las fuerzas de cambio está la lista de Apruebo Dignidad, compuesta por los partidos del Frente Amplio (RD, Convergencia Social, Comunes y Fuerza Común, Más PC y el Frente Regionalista Verde Social), quienes alcanzaron 28 escaños.

Los números entregados permiten dimensionar la derrota de las fuerzas moderadas o tradicionales de oposición, quienes probablemente pretenderán sumarse a las directrices de la mayoría en el constituyente con el propósito de recobrar la percepción de pertenencia a un proyecto común de mayorías. Al respecto, la lista Apruebo alcanzó sólo 25 escaños (la ex Concertación compuesta por la DC, PS, PPD, PR, más el PRO).

Sin duda, y reconocido por el propio presidente de la República, Sebastián Piñera, las fuerzas oficialistas han obtenido una derrota que excedió hasta el más pesimista de sus análisis, ya que estuvo lejos del tercio que se había autoimpuesto como meta para estos comicios. Las fuerzas de la lista Vamos Chile (UDI, RN, Evopolis) alcanzó solo 37 escaños.

Fuente: La Tercera

¿Se fortalecerá el tejido social en Chile?

Si la causa primera en los niveles de conflictividad social actual en Chile es básicamente haber perdido el nosotros y crear una sociedad de consumo en vez de una de personas, posiblemente la crispación ciudadana y el descrédito no tengan necesariamente una salida a través de un cambio en el papel del Estado, sino precisamente en la creación de espacios para la comunidad. Es decir, crear las condiciones para permitir la convivencia, lo cual requiere de voluntad y confianza entre nosotros.

El cambio de época que vivimos y que se reconoce como un cambio cultural profundo, que reacciona a los efectos y consecuencias de la modernidad sustentada en el materialismo y el utilitarismo, nos abre la posibilidad de que, tras perspectivas de sostenibilidad social y medioambiental, encontremos nuevos espacios para conceptualizar el desarrollo político y social de una nación. Lo cual permita un nuevo pacto social.

El éxito en la misión del constituyente no está garantizado, serán varias las dificultades que deberán atravesar sus integrantes para conseguir un reencuentro entre los chilenos y chilenas. Posiblemente las principales demandas estarán en la mayor inclusión, participación, reconocimiento de la diversidad del país, protección del medioambiente y equidad. Todo ello demandará nuevos esfuerzos colaborativos que no serán fáciles de alcanzar, si es que cada representante hace de su tema de interés particular una causa intransable, ya que así se obstaculizará cualquier entendimiento o acuerdo.

Por otro lado, la conformación del constituyente tras las elecciones evitará que minorías partidarias implementen estrategias que busquen obstruir los acuerdos en vistas a cautelar ciertos intereses. Ante esto, se verán más forzadas a salir en búsqueda de acuerdos.

Al contrario, los independientes que posiblemente vengan a renovar a las figuras o elites políticas no son actores a los que de manera a priori se puedan atribuir intenciones de anteponer sus propios intereses al bien común, sobre todo cuando suelen sostener que sus «posiciones» representan el bien común. Si el objetivo es presentar a la ciudadanía una nueva Constitución deberán tener capacidades transaccionales.

En tal sentido, la crisis en Chile sigue en el plano institucional, mientras no se consiga exhibir una capacidad de diálogo y no se acepte que la diversidad tiene sentido si es capaz de enriquecer al todo. El requisito para ello sería aceptar el encuentro y fortalecimiento de la amistad cívica, en el sentido que sólo se ama lo que se conoce. De otro modo, el constituyente podría ser una caja de resonancia de mayores descalificaciones y atomización de la realidad social.

En consecuencia, luego de unas elecciones ejemplares (aunque haya votado solo el 41 % de la población habilitada, manteniendo el fenómeno estructural de abstención), no es razón suficiente para afirmar que estamos iniciando un proceso de reconstitución de nuestro erosionado tejido social. Sin embargo, el proceso está en movimiento y todo un pueblo espera que desde allí renazca el sentido de la política al objeto de reconstruir el nosotros.

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Jaime Abedrapo

Director del Centro de Derecho Público y Sociedad (PUBLICUSS) de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad San Sebastián, Chile. Doctor en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales (Instituto Universitario Ortega y Gasset, España). Cientista político. Periodista

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