El hombre no llegó a la Luna, la Tierra es plana y Elvis está vivo. Las teorías conspirativas siempre han estado ahí pero, con la pandemia del coronavirus, se han hecho más presentes. Qué hacer para combatir esas actividades es la pregunta que se debate actualmente.
Las teorías conspirativas han dejado de ser el entretenimiento de personas con una idea difusa del conocimiento científico y se han convertido en un peligro para la salud pública y la convivencia. Tanto que la Comisión Europea ha creado una sección en su web institucional para combatirlas.
«Sólo puedo intuir lo mal que se deben sentir aquellos que sufrieron la pérdida de un ser querido a causa del coronavirus o de los que luchan contra las secuelas de una enfermedad, cuando ven que el virus es negado por algunos incorregibles. Las teorías de conspiración no sólo son falsas y peligrosas, sino que son cínicas y crueles hacia estas personas». Este fragmento del discurso de la canciller Angela Merkel, en su mensaje de fin de año, pone en relieve el perjuicio que causan las narrativas conspiracionistas a nuestras sociedades. Especialmente en tiempos como los que vivimos.
El caso es que el nivel de propagación de estas teorías nunca fue tan elevado. Obviamente, por la oportunidad que ofrecen las redes sociales. Y no parece que estemos ganando la batalla contra ellas. «Las razones están muy bien recogidas en el libro Fascismo Mainstream de Carles Senso, que discute el rol tan importante de los algoritmos que usan las redes sociales como YouTube o el momento histórico de crisis institucional que vivimos. Con la esfera política, mediática y científica en descrédito. Si a estos factores sumamos la angustia que está causando la pandemia, nos encontramos con la fórmula perfecta para propagar este tipo de teorías con mucha más efectividad de lo que hemos visto con anterioridad», explica Arsenio Cuenca, trainee en la unidad de Cibercriminalidad de la Gendarmería francesa, donde estudia la extrema derecha y los discursos de odio en Internet.
¿Qué son las teorías conspirativas?
En el libro The Psichology of Conspiracy Theories del profesor holandés Jan-Willem van Prooijen, de la Vrije Universitaet Amsterdam, se mencionan cinco ingredientes que debe cumplir una teoría para ser calificada de conspirativa:
- El patrón. Una teoría conspirativa asume que los hechos que causan la sospecha no se han producido por coincidencia.
- La intervención. Asume, también, que el evento sospechoso ha sido causado por fuerzas inteligentes. Es decir, denota la existencia de un plan detallado y sofisticado desarrollado con toda la intención.
- El grupo. Siempre se encuentra involucrada una coalición o grupo de múltiples actores.
- La hostilidad. Según la narrativa conspiracionista, los autores del evento sospechoso siempre persiguen objetivos malvados y egoístas, en contra del interés público.
- El secreto. En la ideología conspirativa se presupone la existencia de coaliciones que operan en secreto. Es decir, la conspiración no ha sido expuesta públicamente y sigue operando de manera secreta e incierta.
Van Prooijen defiende que las teorías conspirativas no están hoy más presentes o más fuertes que antes. Al contrario, siempre existieron. Pero la diferencia es que hoy tienen mucha más velocidad de diseminación. Según Arsenio Cuenca, «estas teorías funcionan porque simplifican el mundo en el que vivimos. Cuando algunas personas se preguntan por las causas de su malestar, que son muchas y complejas de entender, las conspiraciones ponen en el punto de mira un blanco que culpar». No obstante, lo más interesante no es tanto la reproducción de viejas teorías, sino que, pese a ser las mismas, hoy parecen más difíciles de rebatir. Cuenca considera que esa dificultad reside en que «se escriben de forma colaborativa, como una investigación policial, que se asienta en un sin fin de hechos a modo de prueba. Los hechos que exponen no resisten contrastación empírica. Pero en su conjunto dan un aire de coherencia y de irrefutabilidad que llevan a ciertas personas a creerlos».
En The Psychology of Conspiracy Theories también se explica que «una teoría conspirativa es una reacción natural a situaciones sociales que generan sensaciones de miedo y/o incertidumbre». Por ejemplo, en una crisis como el atentado de las torres gemelas o la pandemia del coronavirus. Esto se conoce como efecto vigilante. Cuando hay incertidumbre o miedo, se tiende a prestar más atención a las cosas, entonces se ven más detalles e intentamos darle un sentido, una coherencia a todos esos detalles juntos. Como si estuviesen relacionados de alguna manera. Ahí nace la conexión de hechos posiblemente inconexos. Es decir, internamente el relato tiene sentido. Pero el problema es que la coherencia interna no le da estatus de verdad. Es algo similar a lo que sucede con la paranoia.
También entra en juego lo que van Prooijen llama sesgo de la proporcionalidad. Este es un sesgo definido por la creencia de que una gran consecuencia ha tenido una gran causa; por lo tanto, y siguiendo esa lógica, una gran crisis puede ser producto de una gran conspiración y no de algo menos elaborado.
La difusión del conspiracionismo
Para ser eficaces, las teorías conspirativas deben ganar notoriedad. En la difusión de esta ideología conspirativa contribuye también el hecho de que haya gobernantes y partidos políticos que las incorporan a sus mensajes, amplificándolas y otorgándoles legitimidad entre los ciudadanos sobre los que tienen influencia. El expresidente estadounidense Donald Trump ha fomentado, por ejemplo, la creencia de la existencia de un Deep State, una suerte de organización paralela que controla la política en su país.
Este tipo de declaraciones tienen consecuencias. Y lo que sucedió el pasado 6 de enero con el asalto al Capitolio es un ejemplo de ello. No se trata solo de mentir para conseguir apoyos, para descalificar al adversario político. Se trata de una amenaza a la democracia. Arsenio Cuenca señala que «la extrema derecha recurre a estas teorías porque encajan muy bien con su propia narrativa». Las ideas antiestablishment se basan muchas veces en la ideología conspiracionista. Cuenca explica que «el caso de Trump es paradigmático, ya que no solo recurría a conspiraciones sobre la vacuna o el 11-S en su primera campaña presidencial, sino que además simpatizó con el movimiento Qanon una vez llegó a la Casa Blanca.
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La pandemia y el rol de la ideología conspiracionista
Esta utilización de las teorías conspirativas ha aumentado mucho más en tiempos de pandemia. «En países como España y Alemania, la oposición de ultraderecha ha utilizado narrativas conspiracionistas para calificar a sus gobiernos de dictaduras orwellianas o totalitarias. En Estados Unidos ha pasado lo mismo en estados con gobernadores demócratas como California o Michigan, donde una milicia de extrema derecha incluso intentó secuestrar a su gobernadora», relata Cuenca y da cuenta con ello de los peligros para la democracia y la paz social que representan estas teorías.
En el Centro de Políticas Públicas Annenberg de la Universidad de Pennsylvania se ha investigado el impacto de teorías en la propagación de la covid-19 en los Estados Unidos. El estudio concluye que «la creencia en teorías de la conspiración relacionadas con la covid-19 predice resistencia tanto a los comportamientos preventivos como a una futura vacunación para el virus». Es decir, cuanto más se cree en esas teorías, menos respeto se tiene por las medidas de las autoridades.
Según esta investigación, el 28,3 % creen que el virus fue creado por el Gobierno chino, casi uno de cada cuatro piensan que se había exagerado el peligro de la covid-19 para dañar al presidente Donald Trump, y casi el 15 % están convencidos de que el coronavirus fue creado por la industria farmacéutica para incrementar las ventas de medicamentos y vacunas. Se trata de los efectos de la desinformación.
La desinformación y su ¿combate?
Existen iniciativas que se dedican a controlar la desinformación mediante técnicas de verificación de hechos, el fact-checking, también conocido como periodismo de datos. Durante la pandemia han tenido mucho trabajo, ya que tuvieron que desmentir enormes cantidades de información. Mentiras o exageraciones que iban desde criticar la seguridad de las vacunas hasta la creencia de que el virus fue diseñado en un laboratorio.
Qué hacer para combatir esas actividades es la pregunta que se debate actualmente. Arsenio Cuenca comenta que «la suspensión de cuentas en Facebook y Twitter, o algunos videos de Youtube que propagan teorías de la conspiración, ayuda a que estas no lleguen a usuarios que no son necesariamente de ideología reaccionaria». Sin embargo, también agrega que hay otros lugares donde pueden seguir difundiendo estos contenidos conspirativos como canales de mensajería instantánea o foros. Incluso la cancelación de cuentas también puede contribuir a la victimización de muchos de estos grupos, que así ganan notoriedad y en algunos casos hasta legitimidad.
Las instituciones públicas y los medios de comunicación juegan un rol principal en esta lucha. Y los ciudadanos también. Existen algunas recomendaciones básicas para evitar propagar esta desinformación.
En primer lugar, hay que saber que cuando un familiar comparte una información falsa, no lo hace con mala intención. Es importante saber cómo demostrarle que está equivocado, pero sin ridiculizarlo ni ser condescendientes. De lo contrario, podría rechazar nuestra explicación.
También es importante entender que detrás de esa difusión se esconden miedos e inseguridades. Eso nos permite empatizar y establecer un mejor diálogo. Siempre es bueno hablar en positivo y se deben emplear argumentos sencillos pero sólidos. Es decir, no se trata de dar mucha información y datos, si no de dar los adecuados. Todo ello empleando fuentes que el receptor pueda considerar fiables.
Bibliografía
Van Prooijen, J. (2018). The Psychology of Conspiracy Theories. Nueva York: Routledge.
Senso, C. (2020). Fascismo Mainstream. Independiente.
Annenberg Public Policy Center. (2020). Belief in Conspiracy Theories is a Barrier to Controlling Spread of Covid-19.