En crisis, ¿el silencio o la crítica?

Algunos creen que exponer los errores debilita al Gobierno en medio de la crisis; otros, que el control institucional es […]
14 Abr, 2020
Anuncio de nuevas medidas para hacer frente a la crisis del coronavirus COVID-19. De izquierda a derecha: Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Juntos por el Cambio), Alberto Fernández, presidente de la Nación, y Axel Kicillof, gobernador de la Provincia de Buenos Aires (Frente de Todos).

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Algunos creen que exponer los errores debilita al Gobierno en medio de la crisis; otros, que el control institucional es incluso más importante en momentos críticos.

La COVID-19 puso en el centro del escenario a todos los Estados del mundo. Algunos gobernantes han tomado decisiones duras para la ciudadanía, como la restricción de la circulación, que forzó cambios en la vida cotidiana y los hábitos de consumo. La sociedad acompañó estas medidas y, a pesar de las limitaciones individuales, el acatamiento fue alto. Esto muestra que los Gobiernos tienen legitimidad para administrar durante la crisis, aunque el sistema político esté atravesando hace años una profunda crisis de representación.

Las posiciones políticas suelen redefinirse en todo contexto de crisis. Tanto las del oficialismo como las de la oposición. En esa redefinición se generan debates sobre qué rol debe ejercer cada actor. Sobre esto quiero detenerme. ¿Contribuye a nuestro sistema político criticar a nuestros representantes en este contexto? ¿Cuáles son sus implicancias?

Algunos creen que no se deben exponer los errores del Gobierno de turno, porque eso lo debilita y le resta capacidad para enfrentar un momento difícil. Por otro lado, están los que quieren que al Gobierno le vaya bien, pero consideran que las críticas sanas y constructivas son una herramienta de control institucional a la que no se debe renunciar ni siquiera en los momentos de crisis. En este análisis no tomo en cuenta a los fanáticos de ambos polos: los que defienden o atacan todo lo que hace el Gobierno de turno.

La diferencia entre ambas posiciones, los que defienden el apoyo irrestricto al Gobierno durante la crisis y los que creen en el control institucional, es fundamental. Es la misma que existe entre una democracia y una dictadura, en la que no hay pluralidad de voces ni se acepta el funcionamiento de los partidos políticos que deben representar a las distintas expresiones de la ciudadanía.

Escuchar y corregir

El viernes 3 de abril, miles de jubilados hicieron colas en los bancos y quedaron expuestos a contagiarse de COVID-19. Fue producto de una mala planificación de los cobros de asignaciones y pensiones. Los jubilados son, como bien sabemos, el principal grupo de riesgo en esta pandemia. Este es un buen ejemplo sobre el debate acerca de la crítica en momentos de crisis. En algunos ámbitos políticos y académicos, se discutió si debía criticarse este error del Gobierno o no. Para muchos, el cuestionamiento debilitaba el liderazgo presidencial y no fomentaba la unidad. Otros, en cambio, creían que había que visibilizar estas malas decisiones para que el Gobierno pueda reconocerlas y, a partir de ello, mejorar su accionar.

Una discusión similar se planteó el lunes 6 de abril, cuando una investigación de La Nación reveló que el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación había comprado alimentos para comedores y merenderos a precios superiores a los del mercado minorista. Y por encima de los precios máximos fijados por el mismo Gobierno.

Son solo dos ejemplos concretos, pero es en ejemplos como estos donde se definen los valores democráticos.

La democracia permite combinar la naturaleza de sociedades plurales que votan distintos partidos para tener múltiples expresiones en los ámbitos de discusión. El Congreso es, por eso mismo, el ámbito democrático por excelencia, y tiene una función de control institucional que puede hacer valer incluso en momentos de crisis. Esto me lleva a preguntarme: ¿qué incentivo tiene el Gobierno para mejorar, si la oposición no marca sus errores? ¿Pueden ser los contextos de emergencia una oportunidad para avanzar con medidas extraordinarias que no tengan la crisis sanitaria como objeto específico? ¿Qué le pide la ciudadanía a la clase política y a sus representantes institucionales?

Personalmente, creo que necesitamos un presidente fuerte y legitimado para enfrentar la crisis. Y que todos los Gobiernos y partidos políticos —importante distinción no muy entendida en nuestro país— deben trabajar juntos con ideas y propuestas. La unidad es muy importante para enfrentar esta situación que sufren con mayor dureza los sectores más vulnerables de la sociedad. Pero también creo que la oposición debe marcar los errores graves, como los que se cometieron con el pago de las jubilaciones y la compra de alimentos. Exponer estos casos, solicitar explicaciones y ofrecer propuestas es la mejor contribución que la oposición puede realizar durante esta crisis.

Politólogo. Maestrando en Políticas Públicas. Vicepresidente de La Generación y fundador de su Escuela de Líderes Políticos.

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