Hacia una política humanista

La pandemia del nuevo coronavirus ha trastornado nuestro modo de vivir y de convivir. También ha trastocado las agendas gubernamentales […]
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14 May, 2021
Foto: Shutterstock

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La pandemia del nuevo coronavirus ha trastornado nuestro modo de vivir y de convivir. También ha trastocado las agendas gubernamentales y las metodologías de diseño y gestión de políticas públicas. En oposición a lo que muchos sostienen, lejos de contradecir lo que venimos sosteniendo desde el humanismo cristiano, la pandemia ha ratificado los contenidos centrales de nuestro marco teórico y metodológico.

La confianza ciudadana sigue siendo el tesoro de las democracias. En América Latina, esa confianza se ha perdido. El apoyo a la democracia atraviesa una crisis que podría ser terminal. Mucho más alarmante es la insatisfacción con la democracia. Apenas el 48% de apoyo y el 24% de satisfacción (Latinobarómetro, 2018). Nada hace presumir que la pandemia haya mejorado esos números, todo lo contrario.

En el libro Innovación política, he planteado que «la desconfianza ciudadana constituye una de las resultantes del péndulo entre el neoliberalismo y el populismo. Los países latinoamericanos han oscilado de un extremo a otro, sin solución de continuidad». Así, los defectos de las políticas neoliberales dan lugar a los populistas y, a su vez, los excesos de las políticas populistas dan lugar a los neoliberales.

La crítica al neoliberalismo no va en contra de la economía de mercado. En rigor, esta admite dos enfoques diferentes: la economía liberal y la economía social de mercado. En lo personal, critico a la primera y adhiero a la segunda. Una cosa es defender las libertades políticas y económicas, propio de lo liberal, y otra cosa es despreciar el bienestar general y el rol del Estado social de derecho, un vicio neoliberal.

La crítica al populismo no va en contra de la noción de pueblo. En rigor, esta admite dos enfoques diferentes: el pueblo como masa uniforme y como comunidad organizada. Personalmente, rechazo la primera y adhiero a la segunda. Una cosa es gobernar para las grandes mayorías, propio de lo popular, y otra cosa es menospreciar la iniciativa privada y el rol del mercado capitalista de bienes y servicios, un vicio populista.

La pandemia ha mostrado que el neoliberalismo es parte del problema y que el populismo no es parte de la solución. La salida es doble. Necesitamos que los neoliberales vuelvan a ser más liberales y menos antipopulares. A la vez, necesitamos que los populistas vuelvan a ser más populares y menos antiliberales. Esa es la gran tarea del humanismo político. Buscar coincidencias entre las diferencias y, así, recuperar la confianza perdida.

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José Emilio Graglia

Politólogo y jurista. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales (UNC), en Gobierno y Administración Pública (UCM) y en Política y Gobierno (UCC). Presidente del Instituto de Ciencias del Estado y la Sociedad, Córdoba, Argentina.

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