La «democracia consultiva» de Xi Jinping: retórica y realidad

El máximo dirigente de la República Popular de China pregona los objetivos de prosperidad, desarrollo y paz. Sin embargo, detrás de la retórica son evidentes las estructuras y los procesos autocráticos institucionalizados.
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18 May, 2021
Xi Jinping, líder chino | Foto: Shutterstock

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Alrededor de la figura de Xi Jinping, el liderazgo político chino se encuentra hoy en su momento de mayor personalización efectiva —y correspondiente culto organizado— desde la época de Mao Tse Tung. No solo en el Buró Político se abandonan las pautas y dinámicas del proceso de dirección colectiva, sino que se han recentralizado funciones civiles y militares, de gobierno y partidistas, en todo el entramado institucional. Los mecanismos sucesorios y de contrapeso intraélite, que se habían ido construyendo desde Deng Xiaoping, están hoy en cuestión. China parece encaminarse nuevamente, con todo lo que ello supone para una sociedad en modernización acelerada, a ser el reino de un solo hombre.

Justo cuando todo eso sucede, el discurso oficial chino lanza nuevos conceptos que pretenden compatibilizar dicho personalismo autocrático con la idea y praxis democrática. Cientos de miles de funcionarios, decenas de millones de militantes y más de mil millones de ciudadanos deben reverenciar, a partir de su supuesto pedigrí teórico, las ideas y discursos más normales de Xi Jinping. Partiendo de ese antecedente, comentaremos aquí algunas de sus ideas sobre la democracia, a partir del análisis de una muy promocionada selección oficial de discursos del máximo líder chino.[i] Ello suma a un creciente campo de análisis del pensamiento político de diferentes liderazgos autoritarios del orbe.[ii] Se trata de una aproximación exploratoria en el terreno de las ideas, la que debe ser ampliada para incluir la relación entre la historia personal, las estructuras políticas y el contexto sociocultural en que aterrizan aquellos conceptos del liderazgo político.

El renovado protagonismo de China en la arena internacional, en sus dimensiones económica, geopolítica y cultural, transforma ese discurso en un factor de influencia global de alcances hoy insospechados. En particular, en aquellos países donde segmentos de las élites políticas, intelectuales, empresariales y otros grupos poblacionales buscan alternativas a la democracia liberal. Pero estas ideas también deberían ser objeto de análisis y debate en nuestras sociedades abiertas, buena parte de cuyas élites y partidos nominalmente democráticos parecen tan ávidos por imitar, acríticamente, los principios y procedimientos que, creen, sustentan la resolución y gobernanza del modelo político chino.

¿Qué democracia?

El discurso de Xi Jinping sobre la democracia se inserta en un contexto histórico determinado de apertura, reforma, innovación, adaptación y modernización, dados los aprendizajes de las «dolorosas lecciones» de la Revolución cultural. Se propone hacer «las revisiones necesarias», seguir «estrechamente los pasos de la época» y adaptarse a «las nuevas exigencias», no obstante, en algún momento se llega a establecer que el objetivo es «promover de manera dinámica y prudente la reforma del régimen político». Es ilustrativa la presencia reiterada del término prudente, lo que involucra de antemano un freno o carácter limitativo del horizonte de los cambios.

En los textos revisados se aboga por una democracia consultiva en el marco del socialismo con particularidades chinas. Según Xi,«para determinar si el pueblo disfruta de derechos democráticos, hay que comprobar si quienes lo integran tienen derecho a votar en elecciones y a participar en todo momento en la vida política cotidiana. Asimismo, es vital comprobar si tienen derecho a participar en elecciones por la vía democrática y, al mismo tiempo, tomar decisiones, administrar y supervisar por esta misma vía». La democracia consultiva es definida por el líder como una «forma singular, exclusiva y original de la política democrática socialista de China y en ella «las masas populares son el punto clave de la democracia consultiva socialista». Enfatiza que «es principalmente en las bases donde se toman las decisiones y se hace el trabajo en lo referente a sus intereses».

Como se habla de democracia consultiva, vale la pena analizar el discurso que acompaña el uso del término consulta. El objetivo es pues «ampliar los canales de consulta», realizar consultas «compactas y eficientes», preguntarle, consultarle al pueblo (reglamentando sus contenidos y procedimientos), «antes de la toma de decisiones y en el curso de ejecución de estas», sobre los «problemas importantes del desarrollo socioeconómico y los problemas prácticos relacionados con los intereses vitales de las masas» y «para solucionar los problemas que el pueblo pide que se resuelvan» —siempre con un énfasis en que se realizan bajo la dirección del partido—.

En ese sentido, hay que destacar que no encontramos en estos discursos claridad respecto al significado concreto y los procedimientos de las consultas; se habla de toma de decisiones y de administrar pero, al mismo tiempo, se realza el carácter meramente consultivo. Además, se llega a indicar que el objetivo último de las consultas es «lograr, en la medida de lo posible, la uniformidad de opiniones», construir «consenso superando las diferencias» y «alcanzar un consenso». Sin embargo, no se explica el mecanismo por el cual las consultas resultarían en consenso; más bien, consultar apunta a la pluralidad de opiniones. Esto parece traducir que el límite a la pluralidad en consenso lo fijan la dirección del Estado y el Partido. De hecho, en algún punto se reconoce que de las consultas tienen que salir órdenes que obedecer.

La retórica democrática de estos dicursos sustenta la idea de incorporar «las distintas demandas y reclamos de intereses al procedimiento de la toma de decisiones»; no obstante, no se aclara el cómo; de ningún lado se extrae cómo esas opiniones recogidas en las consultas van a tener alguna influencia. En algún punto se menciona al ciberespacio como el medio para las consultas, pero no se aclaran los mecanismos, si serán vinculantes, etc.[iii] Que no se detalle la ingeniería consultiva no es gratuito: habilita a que esos postulados puedan quedar en el papel.

En ese sentido, llama la atención la forma en que se propone que las consultas exhaustivas —siempre guiadas por el Partido Comunista de China— representan la «unidad entre democracia y centralismo». Se trata de una formulación que afirma el rol de conducción del partido central, al tiempo que busca conciliar esto con una dimensión declarativamente consultiva como principio democrático. Este postulado sostendría al pueblo como protagonista manteniendo el «sistema de dirección y el principio organizativo del centralismo democrático»; en otras palabras, la idea es articular los principios de democracia popular con los de unidad y armonía. Lo informativo al respecto es que los anteriores se reconocen como principios diferentes que habría que articular de mejor manera mediante la democracia consultiva.

Por otro lado, en los textos hay un reconocimiento de la dimensión electoral de la democracia: no son pocos los momentos en donde se hace referencia a votar y a elecciones. No obstante, también se ofrece una crítica sobre la posibilidad de centrarse exclusivamente en este factor: «Si sus integrantes tienen derecho a votar, pero no a una amplia participación, solo estarán despiertos al empezar el sufragio porque cuando haya terminado estarán adormecidos. Este tipo de democracia es una democracia formalista». Empero, esta amplia participación parece estar limitada a la consulta.

Es de hacer notar, también, que la referencia a la ley es frecuente en el discurso que acompaña la discusión sobre la democracia (por ejemplo: «a fin de garantizar la democracia popular es menester reforzar el sistema legal» o las leyes «son inamovibles por encima de los cambios de dirigentes»). De cualquier modo, en toda la exposición existe claridad sobre que se está proponiendo otro concepto de democracia —desde el socialismo con particularidades chinas— ya que no existe un «criterio universalmente válido para juzgarla».

El sujeto de la democracia consultiva: pueblo y masas

Como se dijo, el pueblo muchas veces se postula como «dueño del país»; sin embargo, hay una distancia discursiva importante entre el pueblo y sus representantes, que se evidencia en frases como «beneficios para él» (es decir, pueblo como algo diferenciado y externo) y que se plantee la «participación de los representantes del pueblo», lo que significa un abandono a hablar directamente del pueblo para referirse a sus representantes. En todo caso, también es reiterado el llamado al pueblo de forma condicionada, es decir, «bajo la dirección del Partido Comunista de China».

En el mismo sentido, muchas veces se deja de mencionar al pueblo para hablar de las masas, una elección discursiva no gratuita porque permite realzar la necesidad de moldearlas y dirigirlas. Lo anterior se refleja en fragmentos como «participación ordenada de las masas», «estrechar los vínculos entre el partido y las masas populares» y «autogobierno de las masas en las instancias de base». En todo caso, el rol conductor del partido siempre se afirma «como núcleo dirigente en el dominio de la situación general».

Es importante destacar que en el discurso se busca asentar la legitimidad tecnocrática, además de ideológica, de la toma decisiones; incorporando el agregado de las consultas, estas tributan una «toma científica de decisiones». Desde este punto de vista, se menciona, sobre los internautas que participen en las consultas, que «obviamente no podemos exigir que todos tengan razón en las diferentes cuestiones». El énfasis en la idea de que el pueblo se puede equivocar permite justificar que aquello que no sea tomado en cuenta remite a una racionalidad científica superior del partido —en realidad, de su liderazgo—, que le otorga la legitimidad de rechazar opiniones.

Lo que se privilegia

Los posicionamientos en los textos revisados permiten identificar aquellos valores, metas, ideales o principios que tienen un signo positivo en el discurso, una dimensión clave en el análisis de este. Así, se sostiene que el «desarrollo de la democracia socialista y el perfeccionamiento de la legalidad socialista se convirtieron en un principio básico inamovible del Partido y el Estado», temas que fueron abordados arriba junto con las implicaciones de este centralismo democrático. Sin embargo, llama la atención que se proponga como meta la integración orgánica entre el partido y el pueblo, debido a que el supuesto es que en la práctica no están tan integrados; por lo que sería un objetivo a conseguir.

Otra de las metas que se destaca es «el desarrollo sostenido y saludable de la economía, la duplicación del PIB y el ingreso per cápita de los habitantes urbanos y rurales respecto a 2010», lo que evidencia la primacía de objetivos de carácter económico frente a los supuestos logros democráticos. Estos pasan a tener un carácter instrumental —subordinados a metas no políticas, definidas desde el poder— antes que ser, en sí mismos, procesos plurales de socialización y participación ciudadanos en el autogobierno colectivo. Lo anterior va de la mano con que se valore la «materialización de la prosperidad, el desarrollo y la paz y el orden duraderos del Partido y el Estado». En esa línea, llama la atención que partido y Estado se presentan al mismo nivel y que el orden se postule con el mismo peso que prosperidad, desarrollo y paz.

En otro momento se plantea la consolidación de «la unidad, la vivacidad y el dinamismo, la estabilidad y la armonía», una formulación bastante confusa debido a que armonía y estabilidad apuntan a un sentido contrario a vivacidad y dinamismo. De hecho, en varios momentos se recurre al término vitalidad sin aclarar bien a qué hace referencia, sobre todo, si se toman en cuenta tensiones discursivas como la mencionada anteriormente y como la que se aprecia en la frase «la vivacidad, la estabilidad y la unidad». Empero, el énfasis parece estar en los últimos dos principios como denota el siguiente ejemplo: «unidad siempre primero ante la heterogeneidad étnica y de intereses». Desde ese punto de vista, los llamados a unificar atraviesan todo el texto.

Por último, es llamativo que se posicione como meta una «sociedad modestamente acomodada» y una «sociedad ahorradora de recursos», debido a que son limitativos que contrastan con que «el pueblo sea el dueño del país», como se menciona en varias oportunidades.

Lo que se sanciona

Con el apartado anterior en cuenta, se puede concluir el análisis del discurso explicitando aquello que es valorado negativamente en el texto analizado, en otras palabras, lo que se sanciona en el discurso. En primer lugar, se mencionan «imperfecciones» y «ciertas fisuras» a corregir. En esa línea, es ilustrativo que no sean errores, fallas, y que se hable de ciertas, lo que resulta en una flexibilización del tono cuando se trata de hacer referencia a lo que se ha hecho mal.

Igualmente, no es gratuito que un discurso que glorifica la unidad contemple a las divergencias internas con una valoración negativa que atraviesa todo el texto. Más aún, «el mal del aferramiento de las diferentes fuerzas políticas a sus opiniones» es aquello que la democracia consultiva viene a solucionar.

Por último, resulta particularmente grave que se proponga «dar al traste cuanto antes con la ambigüedad, el rencor y los agravios, y guiar y corregir inmediatamente las concepciones erróneas», debido a que da pie a que todas las opiniones incómodas recogidas en la consulta (en caso de haber) sean medidas con la misma vara, esto es, deslegitimadas: exigencias ambiguas, llenas de rencor.

Este último punto, junto con lo revisado hasta ahora sobre las metas de construir consenso, unificar y que el partido conduzca ordenadamente la participación de (los representantes de) las masas, habilitan a pensar que estas propuestas de reforma del socialismo con particularidades chinas logren la integración orgánica entre el partido y el pueblo (o las masas) mediante este dar al traste y la corrección de las concepciones erróneas. En otras palabras, las llamadas de apertura podrían ser funcionales para una clausura mayor.

A modo de conclusión

Votar, participar, consultar, administrar y supervisar son todos procesos políticos de un indudable pedigrí potencialmente democrático; aunque en todos los casos son compatibles con estructuras y procesos autocráticos bien institucionalizados. Pero los adjetivos «en todo momento» y «democrático» sí aluden a una visión distinta, relacionada con el autogobierno colectivo, la influencia sobre las autoridades y la imposibilidad en que estas definan, ex ante y desde arriba, la agenda de lo discutible.

Y es ahí donde deberíamos comprobar si la naturaleza del sistema político chino —con un partido leninista, que excluye la competencia, el pluralismo y la exigencia ciudadana de la rendición de cuentas a sus máximas autoridades— permite realizar tan altas metas del discurso democrático de Xi Jinping. Pues ni siquiera la contestación limitada que vemos en los sistemas ruso, húngaro, venezolano o iraní —todos regímenes autocráticos con buenas relaciones con el chino— es admisible para el modelo de Beijing. En ese sentido, entre la retórica formal del líder chino y las realizaciones prácticas de su régimen hay un amplio trecho.

El déficit no remite aquí a problemas teóricos o empíricos de una visión particular, otra, de democracia, supuestamente atenta a las especificidades históricas, culturales o étnicas de una nación milenaria. Sino a la ausencia y distorsión de los elementos básicos de la democracia —como régimen político, movimiento social, proceso histórico y modo de vida— reconstruidos y compartidos por la humanidad —y no solamente por eso que llamamos Occidente— en sus diversas etapas de desarrollo. No es pues un asunto de grado y contexto, sino de vacío y cualidad.


Notas:

[i] Me refiero a la obra La gobernación y administración de China (tomos 1 y 2), publicada por Ediciones en Lenguas Extranjeras, en Beijing. Fueron revisadas las referencias a la democracia consultiva (pp. 103 y 104 del t. 1, pp. 369-370 del t. 2) y la democracia popular (pp. 22, 49, 170, 173 y 175 del t. 1, pp. 367-369 del t. 2). Además, se revisaron las concepciones sobre la democracia socialista (pp. 46, 359. 363-365 del t. 2) y la democracia consultiva socialista (pp. 366-367, 370, 373) presentada esta última como forma específica del modelo político chino. Agradezco el apoyo de los estudiantes Brianda Berenice Hernández y Cristian Delgado, así cómo del colega Carlos Torrealba, en el proceso de revisión y procesamiento de la información. También los intercambios con colegas de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong, en el marco del programa Chinese Politics: China and Political Science, en el que participé la pasada primavera.

[ii] Ver al respecto aproximaciones a Vladimir Putin y Viktor Orban.

[iii] En este particular, Xi Jinping señala «Como la mayoría de los internautas son gente común y corriente que proviene de todos los rincones del país, con distintas experiencias de vida, puntos de vista e ideas, obviamente no podemos exigir que todos tengan razón en las diferentes cuestiones. Debemos ser tolerantes y pacientes, asimilar sin demora las sugerencias constructivas, ayudar de inmediato a los que estén en dificultades, difundir y explicar oportunamente aquellos temas que no estén claros, dar al traste cuanto antes con la ambigüedad, el rencor y los agravios, y guiar y corregir inmediatamente las concepciones erróneas» (t. 2, p. 420).

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Armando Chaguaceda

Doctor en historia y estudios regionales. Investigador de Gobierno y Análisis Político AC. Autor de "La otra hegemonía. Autoritarismo y resistencias en Nicaragua y Venezuela" (Hypermedia, 2020).

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