Desde abril de 2018 el epicentro del poder en Nicaragua —meta constitucional— ha sido golpeado de manera irreversible.

Multitudinaria marcha de la sociedad civil en Managua, 9.5.2018 | Foto: Jorge Mejía Peralta, vía Flickr

Multitudinaria marcha de la sociedad civil en Managua, 9.5.2018 | Foto: Jorge Mejía Peralta, vía Flickr

A partir de ese momento, la viabilidad del desarrollo nacional es nula con la pareja Ortega-Murillo en el poder. Es decir, se produjo un punto de inflexión, la sociedad nicaragüense despertó y reclama los derechos políticos y sociales que le habían sido usurpados.

Los partidos políticos zancudos o comparsas han quedado al margen del proceso social en curso. Han demostrado ser mercenarios del sistema.

No hay salida a la crisis sociopolítica con el mantenimiento del esquema político y económico de alianza del gran capital con el gobierno de Ortega-Murillo.

En la política nacional hay mucha simulación. Es como un baile de máscaras en el que todos los políticos tradicionales fingen una cosa pero en la realidad actúan de diferente manera.

El régimen de Ortega-Murillo ya se acabó; sin embargo, el nuevo gobierno no nace todavía. Esta fase de transición se caracteriza por el desorden institucional. Ortega-Murillo permanecen en el poder pero no gobiernan; se sostienen sobre la base de la represión.

La mayoría de las empresas financieras están quebradas: han perdido cerca del 80 % de su capital. La debacle económica tendrá consecuencias negativas para el sostenimiento del régimen Ortega-Murillo.

Muchos pensamos que los bancos, en las condiciones actuales, entrarán en una crisis irreversible en marzo de 2019. El dinero posiblemente sigue saliendo de los bancos.

La crisis del sistema financiero nacional puede obligar al gran capital a presionar al régimen de Ortega-Murillo a buscar una salida negociada. Su error estratégico fue no negociar desde el inicio de la crisis sociopolítica.

Este mes de enero de 2019 es clave. Hay varias fechas de impacto que marcarán el futuro inmediato de Nicaragua:

1. El 1 de enero Jair Bolsonaro asumió la presidencia del Brasil. Políticamente, Bolsonaro es una mezcla de Trump más Pinochet, lo cual trastoca la correlación de fuerzas en toda América Latina.

2. El 10 de enero se reunirá la OEA para tratar el tema Venezuela, país cuyo aislamiento internacional se acelera rápidamente: 13 Estados latinoamericanos, la Unión Europea y Estados Unidos no reconocerán al nuevo gobierno de Maduro. El debilitamiento de Venezuela tiene repercusiones negativas para Nicaragua.

3. Al día siguiente, 11 de enero, la OEA, analizará la posibilidad de aplicar la carta democrática a Nicaragua. La posición de los países de la Comunidad del Caribe (CARICOM) es clave para la aprobación o no de la medida.

4. El pronunciamiento del papa Francisco, el 7 de enero, a favor de una negociación como salida política a la crisis nicaragüense, implica que los obispos asumirán esa posición ante el régimen, pero con menor margen de maniobra de Ortega-Murillo.

5. Hay una mayor fragilidad del régimen por la profundización de la crisis económica, que no puede resolverse por su dependencia de la inversión extranjera directa, por la falta de una banca nacional y por no entender el cambio en la geopolítica mundial que se expresa en una regionalización de las esferas de influencias entre Estados Unidos, Rusia y China.

6. La política de Estados Unidos hacia América Latina se articula en una especie de doctrina Monroe militarizada; por lo tanto, pensar la posibilidad de salir de la esfera de influencia norteamericana es una ilusión sin ningún fundamento.

7. Existe un mayor aislamiento internacional de Nicaragua y un acelerado debilitamiento de los países del ALBA.

Hemos entrado en la fase post-Ortega, una etapa de transición que puede ser de corta duración por la profundización de la recesión económica, por la crisis de todo el sistema financiero y por el mayor aislamiento internacional.

Por esa razón, se inicia el año 2019 de manera incierta, con perspectivas futuras atroces: más desempleo, más pobreza, más crisis social, más crisis económica. Mucha incertidumbre, escepticismo y falta de confianza.