Domingo Faustino Sarmiento tuvo la bendición y maldición simultánea de escribir desde la periferia del mundo, con la libertad de quien se considera capaz de crear un orden político ex-nihilo y con la responsabilidad de quien está decidido a llevar a cabo semejante empresa. Como una suerte de Tocqueville de las Pampas, viajó frecuentemente a los Estados Unidos en busca de un modelo de organización política que le sirviera como referencia. En los escritores franceses y norteamericanos de la época encontró, asimismo, interlocutores con quienes compartir las preocupaciones y los sueños propios de quien está al frente de un país en proceso de gestación.
Recurrió a Montesquieu para analizar las dificultades de gobernar un territorio vasto y despoblado, retomando su descripción de las formas de gobierno más adecuadas para cada geografía. “El Espíritu de las Leyes” también resuena cuando Sarmiento se pregunta si las leyes deben adaptarse a las costumbres criollas o si la misión del legislador es, justamente, transformarlas. Encontramos asimismo referencias a Thomas Jefferson en su utopía de una democracia de pequeños propietarios rurales y claras muestras de admiración por Abraham Lincoln, de quien escribió una biografía. También son constantes las referencias a Alexis de Tocqueville, con quién comparte la admiración por el sistema educativo norteamericano, al que Sarmiento tomó como referencia para sentar las bases del modelo educativo argentino. La ética de los colonos norteamericanos es igualmente objeto de admiración compartida, aunque Tocqueville considere que esta moral se sostiene sobre un fundamento religioso y Sarmiento sea un férreo defensor de la educación laica.
150 años más tarde, la igualdad parece un objetivo cada vez más lejano, tanto en nuestras tierras como en los Estados Unidos. Así lo muestran las numerosas estadísticas que miden el coeficiente Gini o en el intenso debate que ha ocasionado el último libro de Thomas Piketty, con su detallado análisis sobre la concentración de la riqueza y su distribución durante los últimos 250 años. Y a medida que perdemos la perspectiva de vivir en una sociedad igualitaria, también parece alejarse la utopía democrática de nuestros padres fundadores.
-Tocqueville, A. (2011): “La Democracia en América”, Editorial Trotta – Página 86
-Sarmiento, D. F. (1993): “Viajes por Europa, África y América, 1845-1847”, Fondo de Cultura Económica – Página 90