México frente al COVID-19: un perverso optimismo

El subregistro de víctimas de COVID-19 y la falta de pruebas de contagio contrastan con el mensaje de López Obrador, […]
25 May, 2020
Vocero Hugo López Gatell anuncia declaratoria de fase 2 en contingencia por el COVID-19. Palacio Nacional de México, 24 marzo 2020 | Foto: NotimexTV, vía WikiCommons (CC BY-SA 4.0)

Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El subregistro de víctimas de COVID-19 y la falta de pruebas de contagio contrastan con el mensaje de López Obrador, más interesado en transmitir optimismo que en informar con claridad a la población.

Ufano, el funcionario del gobierno mexicano a cargo de presentar de manera cotidiana los avances del COVID-19 en el país aparece a cámara, en su informe diario: el aparato de propaganda gubernamental ha hecho de Hugo López-Gatell una celebridad en medio de la tragedia.

Con capacidad argumentativa, paciente frente a las preguntas de la prensa, su fotografía llena revistas del corazón, medios de información y pantallas de televisión: para algunos «periodistas», lo que debe destacarse es la celebridad del momento, la fama transitoria, atributos que se construyen desde los despachos de asesoría de imagen.

Para otras fuentes, más serias y responsables, la cuestión no es tan sencilla: la información que se presenta suele ser confusa, envuelta en tecnicismos que complican el análisis, destinada, antes que a informar, a generar una percepción de calma y control frente a los estragos que la pandemia genera en el país.

Hasta el pasado 8 de mayo, las cifras de fallecimientos y de contagios mostraban a una autoridad capaz de enfrentar sin mayor complicación un escenario de emergencia.

Ese día, no obstante, distintos reportajes publicados en el Wall Street Journal, El País de España y el New York Times daban cuenta de una realidad que demolió el discurso autocomplaciente del gobierno mexicano: la baja letalidad del virus no se debía a la reacción oportuna que el presidente López Obrador ha presumido en sus mensajes, falacia fácilmente desmentida por su notoria e inicial indiferencia frente a la pandemia.

Tampoco era causa de las acciones de un gobierno que se esforzó hasta mediados de marzo por minimizar lo que a todas luces, y por la experiencia de otros países, era una amenaza que avanzaba país por país y continente por continente.

Esas cifras que permitían una actitud optimista eran fruto, en cambio, de que México es el país, junto con Bolivia, con menor número de pruebas efectuadas para diagnosticar el COVID-19 en Latinoamérica.

Las estimaciones de contagios de esas fuentes internacionales ascendían así a entre 620.000 y 730.000 personas para aquella fecha, contra las 51.633 que reportan los registros oficiales al momento de escribir estas líneas (19 de mayo).

Los estados gobernados por el partido del presidente son, en ese sentido, los que presentan el mayor número de casos (Ciudad de México, Baja California, Tabasco, Veracruz y Puebla), a causa del tiempo que tardaron en implementar las medidas de distanciamiento, confinamiento y prevención.

Y es la Ciudad de México la que, a raíz de una investigación periodística realizada por la ONG Mexicanos contra la Corrupción quedó también señalada por los subregistros en los fallecimientos: mientras el conteo de las autoridades capitalinas señala poco más de 900, los datos del Registro Civil arrojan 3.200 (la investigación está disponible en https://contralacorrupcion.mx/muertes-coronavirus-cdmx).

El gobierno de México ha manejado así un doble discurso. Por una parte, el de especialistas que presentan cifras basadas en modelos que, a falta de pruebas de COVID-19, diagnostican los fallecimientos como neumonías atípicas o complicaciones fruto de enfermedades respiratorias. Por la otra, el del presidente López Obrador, que ha tachado de «poco éticas» las investigaciones de medios internacionales y desdeñado las críticas de expertos en la materia, incluidos ministros de Salud de gobiernos anteriores, académicos y científicos de diversas instituciones nacionales.

Este desdén por el consejo de profesionales y frente las acciones basadas en experiencias internacionales efectivas, así como el anuncio presidencial de que a partir del 18 de mayo se comenzaría a regresar a las actividades de manera escalonada en las ciudades sin casos registrados, representan un riesgo latente para la población de comunidades marginadas y que no cuentan con infraestructura hospitalaria o médica adecuada para enfrentar posibles brotes futuros.

El manejo de la crisis de salud es errático, busca esconder la realidad, no aporta certezas a la población y es ocasión para que López Obrador continúe sosteniendo un mensaje que polariza, desinforma y es al final de cuentas confuso e incierto, que se distingue por un perverso optimismo frente a una pandemia que cobra día a día cientos de vidas: el costo inaudito de la irresponsabilidad.

Carlos Castillo

Director editorial y de Cooperación Institucional, Fundación Rafael Preciado Hernández. Director de la revista «Bien Común».

Descarga nuestra APP
EDICIÓN ESPECIALElecciones

0 comentarios