Brasil en modo de crisis múltiple

El agravamiento de la situación sanitaria coloca al Brasil en el epicentro mundial de la pandemia. Como consecuencia se agudiza la crisis del gobierno de Bolsonaro, que podría tener a Lula como contrincante en la próxima elección.
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1 Abr, 2021
Imagen: Shutterstock
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Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Brasil atraviesa actualmente la peor fase desde el comienzo de la pandemia, con tasas de mortalidad alarmantemente altas y un gran número de mutaciones del virus que se expanden desenfrenadamente y provocan cada vez más reinfecciones y casos graves. Como epicentro mundial de la pandemia, el país ha sido objeto de críticas internacionales. Marcelo Queiroga, cuarto ministro de Salud del actual gobierno brasileño, pretende solucionar los problemas y dar impulso a la todavía lenta campaña de vacunación. El parcialmente celebrado regreso al escenario político del expresidente Lula da intensidad a la campaña electoral presidencial y ejerce presión adicional sobre el gobierno de Bolsonaro. Sin embargo, también es rechazado con vehemencia por muchos brasileños.

Desde mediados de enero una nueva ola de covid-19 está literalmente arrollando a Brasil y la tendencia sigue siendo alarmante. Solo el 16 de marzo, 2.798 personas murieron en 24 horas, lo que significa que, en relación con las cifras globales, ese martes más de una de cada cuatro víctimas de la pandemia (28 %) en todo el mundo fue llorada en Brasil. En 24 de los 26 estados, la tasa de ocupación de los hospitales superó el 80 %, la tasa de ocupación de las camas de cuidados intensivos en 15 estados incluso superó el 90 %. En algunos lugares, por ejemplo, en el sureño estado de Rio Grande do Sul, fronterizo con Argentina y Uruguay, y en algunos lugares de San Pablo y Río de Janeiro, el sistema de salud ya colapsó.

Los 90.830 nuevos casos en 24 horas a nivel nacional también alcanzaron un nuevo récord. En total, Brasil tiene más de 12,6 millones de casos confirmados oficialmente y 317.000 muertes, lo que constituye el segundo puesto del mundo después de Estados Unidos. Este terrible balance y las crecientes críticas a su gestión de crisis de su gobierno llevaron al presidente Bolsonaro a actuar.

El cuarto cambio de ministro desde el comienzo de la pandemia: Queiroga sustituye a Pazuello

Con el doctor Marcelo Queiroga, presidente de la Sociedad Brasileña de Cardiología, asume el cuarto ministro de Salud desde que comenzó la pandemia hace un año. La cardióloga Ludhmila Hajjar, elegida inicialmente, había rechazado la oferta del presidente porque no veía una línea común con Jair Bolsonaro en la lucha contra la pandemia. En cambio, Queiroga aceptó. A diferencia de sus predecesores Luiz Henrique Mandetta y Nelson Teich, con quienes el presidente se había enfrentado por opiniones opuestas respecto al distanciamiento social y al uso de la droga hidroxicloroquina, la destitución del actual ministro, general Eduardo Pazuello, fue probablemente de mutuo consentimiento. En rueda de prensa negó haber ofrecido la renuncia por razones de salud, pero expresó su respeto por la intención del presidente de reorganizar el Ministerio de Salud. Es de público conocimiento que la presión del Centrão —que comprende partidos representados en el Congreso en gran parte libres de ideología, principalmente orientados al poder y la influencia— había aumentado drásticamente, en vista de las desastrosas condiciones en el sistema de salud con capacidades agotadas en muchos lugares y el número de víctimas aumentando diariamente durante más de dos semanas.

El factor Lula. ¿Regreso de una pretendida estrella?

También la decisión del presidente del Supremo Tribunal Federal, Edson Fachin, de anular la condena del expresidente Lula y devolverle sus derechos políticos ha causado revuelo y podría cambiar en forma permanente el marco político, especialmente en lo que respecta a las elecciones presidenciales del próximo año. El motivo de la revocación de las cuatro sentencias en contra de Lula es el reconocimiento de un error procesal y que el juzgado de Curitiba no tenía jurisdicción, y que el entonces juez Sergio Moro, luego ministro de Justicia en el gabinete de Bolsonaro, no debió ser el encargado del caso. Por lo tanto, si bien esta revisión de la sentencia no significa de modo alguno que Lula sea inocente, una nueva condena después de recorridas todas las instancias tomaría mucho tiempo. Desde un punto de vista puramente jurídico, nada se interpone en el camino de una nueva candidatura presidencial y un potencial duelo entre Lula y Bolsonaro, personajes absolutamente opuestos, que también pueden ser vistos como antípodas en el mapa político brasileño.

Una cuestión completamente diferente es si Lula, postulándose con 75 años, realmente le haría un favor al país, a su partido y a sí mismo, y si tendría alguna posibilidad de éxito. Algunas encuestas lo ven como un candidato con posibilidades, pero el exlíder sindical es una especie de trapo rojo para muchos brasileños, luego de masivos escándalos de corrupción en los que gran parte de su Partido de los Trabajadores estuvo implicado durante su presidencia. La reacción de la Bolsa de Valores (el índice de referencia brasileño se derrumbó en un 4 % el día en que se pronunció el veredicto) deja en claro que la economía brasileña preferiría un candidato fuerte situado en el centro político.

En su primera aparición pública después de la decisión de Fachin del 8 de marzo, Lula lanzó un ataque radical contra el gobierno de Bolsonaro y criticó particularmente el desolador balance del gobierno en la crisis del covid-19. En su discurso, esbozó la visión de un proyecto nacional enfocado en la lucha contra la pobreza y la desigualdad social, inversiones estatales masivas y una política exterior independiente de Estados Unidos. Las menciones explícitas y elogios a políticos como el presidente argentino Alberto Fernández, el boliviano Evo Morales y José Luis Rodríguez Zapatero permiten prever la dirección en la que podrían ir las cosas bajo una nueva vieja presidencia de Lula. Mientras en su mediática aparición alimenta especulaciones sobre un duelo presidencial entre él y Bolsonaro, la pandemia en Brasil está empeorando más que nunca y amenaza la vida de las personas.

¿Brasil como amenaza global?

Un número creciente de científicos y virólogos internacionales ven a Brasil como un laboratorio ideal para el coronavirus y temen que el país más grande de América del Sur se convierta en un caldo de cultivo de mutaciones y una seria amenaza para la salud global. La variante P1, que apareció por primera vez en la Amazonía y la ciudad de Manaus, no solo es significativamente más agresiva y probablemente doblemente contagiosa que el virus original, sino que también parece socavar la defensa inmunológica del cuerpo en aquellos que se recuperaron. Esto también explica el creciente número de reinfecciones en todo el país.

Además de la mutación P1 de Manaus, conocida internacionalmente como brasileña, muchas otras variantes del virus se expanden desenfrenadamente en Brasil. La mutación británica está presente en el país desde finales del año pasado y se extiende constantemente. Desde marzo hay cada vez más casos de una variante P2, que se detectó por primera vez en Río de Janeiro en julio de 2020, y de la que también se dice que es significativamente más contagiosa. Los últimos preocupantes informes apuntan a otra mutación que se presume está avanzando en todas partes del país excepto en el interior occidental. La variante —denominada provisoriamente Variant of Interest (VOI) 9 por los investigadores— tiene, al igual que P1 y P2, una proteína spike modificada, presuntamente responsable del aumento de la infecciosidad.

Ante estas noticias funestas, y muchas preguntas sin respuesta sobre la efectividad de las vacunas en la lucha contra los virus mutantes —especialmente la china Sinovac —, Lucas Ferrante, biólogo del Instituto Nacional de Investigaciones Amazónicas cree que las mutaciones y cruces del virus en el peor de los casos podrían dar lugar a algún tipo de supervirus resistente a las vacunas. Otros científicos también evalúan la lentitud en la campaña de vacunación, las medidas inexistentes o ineficaces para limitar el contacto y el proceso de infección dinámico resultante como una mezcla altamente incendiaria.

Conclusiones y panorama

En una de sus primeras apariciones públicas durante la entrega de las primeras 500.000 dosis de la vacuna Astra-Zeneca producidas en Brasil, el nuevo ministro de Salud, Marcelo Queiroga, dejó claro que, a su juicio, las restricciones de contacto y el fortalecimiento de las opciones de tratamiento en las clínicas son factores decisivos en la lucha contra el creciente número de fallecimientos. Dadas las dramáticas condiciones en los hospitales y el temor de ver pronto a muchas personas sin acceso a tratamiento «muriendo en la calle», como dijo el gobernador de Minas Gerais, los tomadores de decisiones políticas en algunos estados y ciudades ahora recurren al freno de mano. En San Pablo, cinco días festivos de 2021 y 2022 fueron adelantados al 26, 29, 30 y 31 de marzo para cerrar en gran medida la ciudad, incluida la Semana Santa, hasta el 4 de abril inclusive. En Río de Janeiro, las playas están cerradas y se decretó creado un superferiado de diez días. A pesar del potencial endurecimiento de las medidas, Brasil aún tendrá que soportar mucho sufrimiento en los próximos días y semanas. En vista de la lentitud de la campaña de vacunación —a fin de mes, Brasil habrá recibido como máximo 25 millones de dosis de vacunas— y las mutaciones altamente agresivas, es completamente incierto que la pandemia en este país continental pueda ser controlada y, en ese caso, cuándo.

La culpa del fracaso en la superación de la pandemia es atribuida cada vez más a Jair Bolsonaro. Mientras que en diciembre de 2020 el 42 % de los encuestados calificaban su trabajo en el combate a la pandemia como malo o muy malo, en marzo ya eran el 54 %. El 43 % también ven a Bolsonaro como el principal culpable de la dramática situación en la actual crisis sanitaria. En el lado contrario, solo el 22 % de los encuestados califican el desempeño del presidente en la crisis del covid-19 como bueno o muy bueno. En abril del año pasado esta cifra alcanzaba todavía el 36 %. Lo que llama la atención, sin embargo, es que la popularidad general del presidente sigue estable en torno al 30 % y el rechazo de enero a marzo solamente pasó del 50 al 54 %.

La pandemia completamente descontrolada y el regreso de Lula como la estrella de la izquierda brasileña están presionando actualmente al presidente, aunque sería un gran error descartar a Bolsonaro.

A corto plazo, la reintroducción del auxílio emergencial a partir de abril podría dar un respiro a Bolsonaro, aunque en forma limitada. Más de 45 millones de personas se beneficiarán del dinero de la ayuda, que cargará el ajustado presupuesto nacional con otros 43.000 millones de reales, el equivalente a unos 6.500 millones de euros. Con Lula como su oponente ideal, Bolsonaro probablemente podría liderar una campaña electoral con carga ideológica como la de 2018, cubrir sus propios graves déficits programáticos en el trabajo del gobierno con advertencias del peligro comunista y muchas fuerzas moderadas y conservadoras podrían, en última instancia, a falta de alternativas convincentes, decidirse nuevamente por Bolsonaro.

Los partidos del Centrão, que Bolsonaro necesita para gobernar, posiblemente aprovechen la oportunidad para ejercer influencia y exigir más concesiones; la reorganización profunda del gabinete y de los cargos ministeriales asociados se puede considerar como un primer paso en esta dirección. La pregunta que provoca gran expectativa es si los diversos partidos de centro lograrán acordar un candidato común lo más fuerte posible o si dejarán el campo a Lula y a la izquierda brasileña, de la que se puede decir todo menos que está unida.

Traducción: Manfred Steffen

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Anja Czymmeck. Directora de la oficina en Brasil de la Fundación Konrad-Adenauer (KAS) desde el 1 de agosto de 2019. Fue consultora de la KAS para los países andinos, en el Equipo de América Latina y en el Equipo de Europa para Europa Occidental y los países nórdicos ::: Kevin Oswald. Trainee en la oficina de KAS en Brasil.

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