Un panorama lúgubre, que suele pasar desapercibido para el resto de la región pero que está a punto de convertirse en un problema mayúsculo no solo para sus vecinos dominicanos.
El 1 de junio de 2004 iniciaba sus trabajos la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) tras votación unánime del Consejo de Seguridad por considerar que la situación en el país caribeño representaba una amenaza para paz internacional y regional. En octubre 2017 la misión llegó a su fin y fue reemplazada por la Misión de las Naciones Unidas para el Apoyo a la Justicia en Haití (MINUJUSTH), para dar continuidad a la anterior pero sin fuerzas militares, cumpliendo un rol más modesto hasta terminar su mandato en octubre de 2019. Si bien las intenciones fueron correctas, lo cierto es que la palabra que mejor describe el resultado de este periodo recién finalizado es fracaso. La misma que describiría perfectamente cada una de las cinco misiones internacionales que la ONU ha enviado a Haití en los últimos treinta años, puesto que se repite siempre el mismo ciclo: llega la misión en medio de la violencia, logra cierta pacificación, se marcha, resurgen los enfrentamientos, ya que el problema de raíz sigue intacto e impide que el país más pobre del hemisferio occidental pueda dar pasos de avance.
Seis millones de haitianos viven con menos de USD 2,41 diarios; dos millones y medio de ellos viven incluso con menos de USD 1,23 y actualmente el 36 % de su población pasa hambruna, con una tendencia que apunta a llegar al 40 % en enero próximo. Una verdadera crisis humanitaria que, antes que mejorar, empeora con una crisis política sin fin a la vista, ya que se mantiene por un complejo entramado constitucional y una clase dirigente extractiva. Haití tiene un sistema de gobierno inspirado en el semipresidencialismo francés, con un presidente y un primer ministro. La designación de este último necesita la aprobación del Legislativo. Sin embargo, desde marzo no se ha logrado ratificar a ninguno de los nominados por Jovenel Moïse, quien asumió el poder tras las elecciones de 2016.
Por ello, el Gobierno carece de iniciativa legislativa, lo que significa que no puede presentar su proyecto de presupuesto ni aprobarlo, condición fundamental para el desembolso de fondos de la ayuda internacional. Durante 14 semanas consecutivas, además de parálisis política, las calles han estado completamente bloqueadas por grandes manifestaciones que piden la renuncia del Ejecutivo. Esto ha impedido, incluso, que la Cruz Roja pueda acceder a sus puntos de trabajo y que las caridades puedan repartir alimentos al pueblo hambriento.
Este panorama tan lúgubre suele pasar desapercibido en el resto de la región, pero está a punto de convertirse en un problema mayúsculo no solo para sus vecinos directos, la República Dominicana. Si no se toman medidas concretas, la catástrofe puede llegar a niveles sin precedentes y afectar de manera directa al conjunto de los países latinoamericanos. Es válido entonces preguntarse: ¿qué se puede hacer distinto?, ¿qué solución puede encontrarse?
La respuesta es muy complicada, pero hay que verla en dos vertientes: primero lo urgente, sin olvidar lo importante. Es urgente en este momento la ayuda humanitaria para un país que se está muriendo de hambre, y esto no es a largo plazo, es inmediato. Lo importante es lograr un sistema de gobierno que cree las instituciones necesarias para un funcionamiento mínimo del Estado. Actualmente, esto solo puede lograrse a través de una nueva misión, pero ya no para el mantenimiento de la paz, sino con un mandato ejecutivo que vaya más allá del Consejo de Seguridad de la ONU e involucre a la Asamblea General. Tal mandato ejecutivo para la administración de Haití deberá extenderse cuando menos por veinte años, si se quiere obtener un resultado verdaderamente duradero esta vez.
Esto es sumamente difícil, pues está en debate la base jurídica para hacerlo: no existen precedentes de una república de amplio reconocimiento que haya pasado a este tipo de tutela. En el antecedente de Timor Oriental, por ejemplo, su independencia todavía no se había concretado. También habrá que pactar con los actores internos, a pesar de su escasa representatividad, debido a la bajísima participación electoral de la ciudadanía. Pero, de no hacer nada o de seguir haciendo lo mismo, se permitirá que millones de personas sucumban ante los peores sufrimientos.