El paro nacional, que empezó el 28 de abril pasado, ha evidenciado el ambiente de polarización que vive Colombia. Precisamente, ese clima es el caldo de cultivo perfecto para la multiplicación de las desinformaciones, también llamadas noticias falsas.
Un círculo vicioso en el que, a más polarización, más se difunden las noticias falsas, y estas, a su vez, aumentan la polarización.
Colombia ha vivido varios picos de noticias falsas en los últimos años: en 2016 con el plebiscito por la paz; las coyunturas electorales de 2018, en las presidenciales y legislativas, y de 2019, de alcaldes y gobernadores; el paro nacional de 2019; la pandemia y el paro actual de 2021. En Colombiacheck, medio especializado en la verificación (fact checking), en el que trabajo, hemos seguido de cerca estos momentos.
En este nuevo paro hemos identificado que las desinformaciones empezaron días antes de la presentación del proyecto de reforma tributaria en el Congreso, que fue uno de los detonantes para que miles de personas salieran a marchar el 28 de abril pasado.
En esos días circularon en redes sociales desinformaciones de la misma reforma tributaria, en la que se viralizaron mensajes y memes con datos falsos. Entre ellos, uno decía que lo que buscaba el presidente Iván Duque en la reforma tributaria era «quitarles el IVA a las armas y al material de guerra»; otro, que el Tribunal Superior de Cundinamarca «resucitó» en un fallo al ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo.
Después de ese 28 de abril, mientras crecía un estallido social con marchas, bloqueos y puntos de movilización, se sumaban ataques a infraestructuras de transporte y bancos, entre otros, y las desinformaciones también aumentaban.
A las protestas contra la reforma tributaria se sumaron las críticas al proyecto de ley 010 de 2020 que reformaría el sistema de salud colombiano. Y entre las desinformaciones que circularon, se recicló una cadena con datos que mezclaba verdades a medias con informaciones engañosas.
En total, en estos meses hemos publicado 58 chequeos de desinformaciones: videos o fotos que, aunque reales, no pertenecen a los hechos actuales o incluso son de otros países; montajes de pantallazos de supuestos trinos; audios con anuncios que buscan infundir temor y videos editados que inducen a las personas al error.
Entre las desinformaciones más comunes que vimos había videos o fotos de otros países, usados para atacar a los agentes del ESMAD de la policía. Pero también en medio de los señalamientos contra la institución empezaron a circular videos y fotos de supuestos cadáveres de manifestantes arrojados a los ríos.
En uno de esos casos, retuiteado por el senador Gustavo Petro, se usó una foto de dos muertos en un accidente de tránsito, cerca de Cali, para decir que se trataba de dos manifestantes detenidos por la policía. Los mismos jóvenes, que en efecto habían sido detenidos y luego liberados, grabaron un video desmintiendo la noticia falsa.
En este paro descubrimos otra forma de desinformación en redes: los falsos en vivo. Al consultar con nuestros colegas aliados de la Internacional Fact Checking Network —entidad que nos agrupa a los medios verificadores— si en el marco de protestas como las de Chile, Ecuador y Bolivia habían visto estas transmisiones, encontramos que ninguno había identificado este tipo de desinformación.
Lo que descubrimos en Colombiacheck fue que desde páginas de Facebook realizaban transmisiones de hechos como bloqueos, enfrentamientos entre ESMAD y manifestantes y saqueos, pero estos eventos habían tenido lugar días o semanas atrás. Era una clara estrategia de generar caos y miedo, usando una herramienta que tanto Facebook como Youtube permiten. Entonces, desde esas páginas, creadas recientemente y sin foto (pues los perfiles no pueden hacerlo) subían los supuestos en grupos, algunos creados semanas atrás y otros grupos de gamers para así tener una mayor difusión y no ser rastreados tan fácilmente.
Aparte de este tipo de desinformaciones encontramos otras muchas más elaboradas y con una clara intención de posicionar una narrativa. En ese caso verificamos, entre otros videos, uno con voz en off que hacía afirmaciones amañadas y acompañadas de fuertes imágenes, en el que se acusaba a Lucas Villa, asesinado en Pereira en el marco del paro, de terrorista y genocida.
Otro de esos videos era la imagen grabada desde un dron de la incursión de un grupo de indígenas a un conjunto residencial del sur de Cali. Con las mismas imágenes hicieron un video en español y otro en inglés que simulaba ser una noticia internacional, pues incluía una cortinilla de noticiero con la frase Breaking News (noticia de última hora), música de este tipo de programas y un banner en el que se señala a los indígenas como integrantes de la guerrilla. «Colombia está siendo aterrorizada por miembros del grupo terrorista FARC y ELN disfrazados de indígenas o mingas», decía.
Luciana Manfredi, docente de la Universidad Icesi de Cali y experta en temas de comunicación política, recuerda lo ocurrido ese 8 de mayo en el sur de Cali por la cantidad de información que circuló: «El caso de los indígenas, dependiendo del ángulo de los videos, pensabas que la gente del barrio había atacado a los indígenas que llegaron del Cauca, y otro video te hacía pensar lo opuesto».
Ese día en Cali, ciudad de Colombia que ha sido el epicentro del estallido social de este 2021, en redes sociales se transmitió el enfrentamiento entre habitantes de este sector de casas campestres y miembros de la minga indígena que hacía presencia en la ciudad apoyando el paro.
En una reconstrucción de los hechos, en la que analizamos 68 videos, así como un chat de WhatsApp y entrevistamos a siete personas, logramos identificar que en este caso el miedo y la desinformación habían jugado un papel clave, pues un malentendido ocurrido en una unidad residencial de un municipio cercano a esta zona hizo que la comunidad de Pance, al sur de Cali, saliera a bloquear la vía para no darle paso a los indígenas.
Y todo esto terminó en un enfrentamiento, en el que personas armadas dispararon contra los indígenas y estos reaccionaron quemando dos camionetas e ingresando a la portería de una unidad residencial. Ocho indígenas resultaron heridos. Y los indígenas, por su parte, quemaron dos vehículos, propiedad de vecinos de la zona y destrozaron otros que se encontraban en una de las unidades a las que ingresaron.
El miedo, la desesperación por los bloqueos que completaban varios días y los prejuicios contra los indígenas generaron uno de los episodios más complejos de este paro. Un episodio que fue transmitido en videos en Twitter y Facebook, pero cada video era un trozo de la realidad.
Ese quizá es uno de los problemas de esta nueva realidad que vemos en redes: solo vemos un trozo de la foto, no vemos el cuadro completo. Precisamente, esa ha sido una de las estrategias de las desinformaciones.
Este caos del 8 de mayo pasado nos hace recordar lo ocurrido en Colombia el 21 y 22 de noviembre, en el paro de 2019. Esos días, primero en Cali y luego en Bogotá, se creó un pánico colectivo con mensajes de WhatsApp en los que se aseguraba que una turba estaba entrando a las unidades residenciales de la ciudad.
Precisamente, en la investigación «Desinformación en contextos de polarización social: el paro nacional en Colombia del 21N», publicada por la Universidad de Ibagué, Tolima, se revisaron las desinformaciones verificadas durante el paro 2019 por los tres medios que realizan verificación en Colombia certificados por el IFCN: Colombiacheck, la Silla Vacía (con el detector) y la agencia de noticias AFP.
«Estos contenidos falsos e inexactos adoptaron unos marcos de deslegitimación de los actores institucionales, sociales y políticos. Tanto los actores sociales, encarnados en los manifestantes, como la fuerza pública fueron objeto de desinformación bajo un prisma común: la asociación con la violencia y los actos punitivos. Ello propició la configuración de un clima polarizado entre un ellos y un nosotros; un estado de alarma y tensión que rodeó la movilización social como vector deslegitimador», se indicaba en la investigación.
En este paro, de 2021, vemos que aparecen esos mismos actores como objetivo de la desinformación. Desde sectores de la izquierda se difundió desinformación contra la fuerza pública y el gobierno, y desde la derecha se publicaban informaciones falsas o engañosas contra la protesta.
Sin embargo, en este paro hay un elemento que, aunque no es nuevo, ha tenido un aumento: la falta de confianza en las instituciones. La última encuesta de Datexco, realizada para W Radio entre el 4 y 17 de junio de 2021, evidenció esta falta de credibilidad en las instituciones.
Por ejemplo, la policía, que ha tenido sobre sus hombros gran parte de la respuesta al paro y que se ha visto envuelta en denuncias por abuso de fuerza, tiene 64% de desaprobación y un 31% de aprobación. La Procuraduría tuvo un 68,19% de desaprobación, mientras la Contraloría el 67% y la Fiscalía un 71% de desfavorabilidad.
Y en el barómetro Edelman Trust, un estudio de la agencia global de comunicación que en 2021 encuestó a 33.000 personas de 28 países, se indicó que Colombia bajó 5 puntos en el índice de confianza general, y pasó del número 53 en 2020 al 48 en 2021. También somos el cuarto país que más desconfía de su gobierno y el quinto país que más desconfía de los medios de comunicación.
Esta falta de confianza en las instituciones y en los medios tradicionales es otro de los ingredientes propicios para el auge de las desinformaciones. En ese punto, en Colombiacheck también hemos visto un elemento en este paro que no encontramos en años anteriores, y es que en algunos comunicados de la policía o en declaraciones de comandantes de esta institución verificamos datos falsos y engañosos.
En ese sentido, la policía ha sido objeto de una gran cantidad de desinformaciones, pero al mismo tiempo en algunos casos también ha desinformado: como en dos casos ocurridos en Cali, uno de ellos el de la minga indígena y otro con un camión con policías de civil que llegó a un punto de bloqueo en el oeste de la ciudad.
En la reciente visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el Ministerio de Defensa entregó un informe en el que reportó que «se adelantaron 21.675 horas de ciberpatrullaje y se identificaron al menos 154 noticias falsas y más de 2.300 publicaciones que contienen amenazas a la vida o la integridad física».
La Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) había llamado la atención sobre esta campaña llamada «La verdad en un mar de mentiras #ColombiaEsMiVerdad», del Ministerio de Defensa. En el comunicado de la FLIP se aseguró que era «irresponsable el uso de la expresión terrorismo digital sin que haya una explicación clara y precisa sobre lo que se considera es este término».
Las críticas de la FLIP coincidieron con lo dicho por la CIDH en su informe sobre Colombia: «La Comisión observa con preocupación que las fuerzas de seguridad se estarían abrogando facultades de chequeo de información, clasificando estos contenidos como verdaderos o falsos. Esto resulta especialmente preocupante cuando la información que categoriza corresponde, en su mayoría, sobre la actuación de las fuerzas de seguridad».
Hay múltiples posiciones de gobiernos frente a las noticias falsas o desinformaciones, entre la necesidad de regular estos contenidos por el daño que le hacen al ejercicio democrático y la democracia misma con la libertad de expresión. El quién, cómo y bajo qué parámetros se puede calificar a algo como falso o verdadero es un punto importante para analizar.
Por eso, los fact checkers que formamos parte de la IFCN suscribimos un código de principios por una transparencia en la metodología y un compromiso con el no partidismo. En Colombia, con este ambiente de polarización que se suma a un escenario de próximas elecciones presidenciales y legislativas en 2022, el tema de la desinformación seguirá en la agenda y será usado, una vez más, con intenciones políticas por todos los sectores.
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