En el primer y en el último domingo del pasado mes de octubre, 120 millones de votantes brasileños fueron a los locales de votación a elegir alcaldes y concejales de 5.570 municipalidades. Se explayaron desde el norte, en la jungla amazónica, hasta el sur, en la frontera con Uruguay. Una elección tan grande en números deja un saldo de vencedores y perdedores. El presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, es uno de los vencidos, mientras el campo conservador avanza en gobiernos locales y en el debate público.
Victoria cultural de la derecha
Si bien la política local es muy particular, el zeitgeist cultural, es decir, el caldo de cultivo cultural que se siente en Brasil, es mayormente de derecha. La derecha impone los términos del debate público y la izquierda tiene que jugar en esta cancha.
Temas como liberación de aborto y descriminalización de la marihuana son temas prohibidos a cualquier candidato a alcalde en el Brasil de hoy. Un ejemplo de eso: el candidato del partido del presidente Lula en la ciudad de Cuiabá, capital del estado agrícola del Mato Grosso, salió en la tele diciendo estar en contra de estas posturas.
Esta hegemonía cultural de la derecha hizo que candidatos de izquierda en grandes ciudades tuvieran un techo electoral muy bajo Pues el rechazo popular a esas figuras fue muy grande. En Porto Alegre, el Partido de los Trabajadores (PT), de Lula, perdió el balotaje para el alcalde que gobernó durante las peores inundaciones en un siglo en la ciudad.
Por todo ello, el campo de las derechas seguramente será competitivo en las elecciones presidenciales de 2026, sea con el expresidente Jair Bolsonaro o con otro candidato.
Lula y la izquierda salen derrotados
De las 103 ciudades más pobladas de Brasil (aquellas con más de 200,000 votantes), el Partido Liberal (PT), de Bolsonaro, ganó 16 alcaldías. Mientras, el PT de Lula ganó 6.
Contando en todo el país, el partido de Bolsonaro eligió 517 alcaldes, mientras el PT de Lula 252. El partido del presidente fue solamente el noveno en el ranking de partidos con más municipios conquistados.
La consecuencia del debilitamiento de la izquierda y del PT es un escenario de Lula como un presidente débil. En los últimos dos años de su gobierno, fue un líder de fuerza política en declive que tiene en frente a un Congreso hostil, poderoso y mayormente conservador.
Medioambiente, ignorado
Parte de este panorama cultural es que el cambio climático pasó de largo en el debate público. El expresidente Bolsonaro sostiene que no existe el cambio climático, una postura idéntica a su par estadounidense Donald Trump.
Este año, Brasil registró una de las peores sequías de su historia, dejando grandes regiones metropolitanas bajo el humo, con incendios forestales en la Amazonia y en la llanura del Cerrado. En Porto Velho, ciudad capitalina de la Amazonia con grande expansión de tierras agrícolas, ningún candidato mencionó cambio climático en uno de los debates de la televisión. En las dos ciudades más grandes del país, São Paulo y Rio de Janeiro, tampoco se habló de clima. La factura de esta postura, de evitar el problema, se presentará a los brasileños, y los más pobres y más vulnerables serán los más perjudicados.
Ganó la maquinaria política
Los grandes ganadores de las elecciones fueron los partidos de centro derecha y el Centrão. Juntos. Estos partidos se llevaron el 85% de los alcaldes en todo Brasil.
El Centrão es un bloque de distintos partidos ómnibus, que hace una política clientelar, de acceso al presupuesto público. Generalmente están muy involucradas con oligarquías regionales. El Centrão es una fuerza de mantención del statu quo.
Eso influencia el ciclo político de los dos años siguientes, en los que serán las elecciones para diputación y para las bancas senatoriales. La formación de fuerza política a nivel local construye poder en la capital federal de Brasilia. El candidato a diputado o senador necesita de representantes en los territorios; precisamente alcaldes y concejales.
La maquinaria, que siempre ha sido fuerte en la tradición política brasileña, estuvo especialmente fuerte este año debido a las abultadas partidas del presupuesto federal, que diputados nacionales y senadores enviaron a los municipios donde tenían aliados. Este mecanismo de apropiación del dinero público sirve para perpetuar incumbentes en el poder y dificulta la renovación política.
El peso de la idiosincracia local
Es cierto que la política municipal tiene su propia lógica. La lógica es la cercanía entre el político y la comunidad, especialmente en las ciudades más chicas. En barrios periféricos, de las grandes regiones metropolitanas o en el interior, pesa casi nada la polarización cultural y afectiva entre el reaccionarismo de derecha de Bolsonaro y las pautas de izquierda de Lula. Las idiosincrasias y las necesidades locales pesan mucho más. Con todo eso, es un error no leer las claves que dejó este periodo electoral. La hegemonía cultural en Brasil es conservadora y Lula y la izquierda tendrán una elección cuesta arriba en 2026.
Más allá de derechas e izquierdas, el desafío de los brasileños, el cambio climático y como afectará a las futuras generaciones, no fue una prioridad para la mayor parte de los políticos brasileños.