Lunes, 28 de abril de 2025
Logo Diálogo Político
Síguenos

Universitarios contra Israel, la izquierda woke y la fascinación islamista

Las recientes manifestaciones propalestinas en Occidente son paradójicas y simbolizan el fenómeno de la ignorancia informada.

Por: Isaac Nahón Serfaty21 May, 2024
Lectura: 9 min.
Universitarios contra Israel, la izquierda woke y la fascinación islamista
Compartir
Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Las manifestaciones y campamentos contra Israel y en apoyo a los palestinos por parte de universitarios en Estados Unidos, Canadá, Francia, España, México y otros países revelan una tendencia más profunda que la simple circunstancia geopolítica o humanitaria. Los estudiantes y profesores movilizados para apoyar lo que ellos consideran la resistencia palestina, representan una corriente de radicalización.

En aparente paradoja, coinciden la defensa de los derechos de las comunidades LGTBQ+ y el radicalismo islamista. Uno pensaría que donde se aplica la sharía (ley musulmana) gays y transexuales sufren represión, cárcel y muerte (Irán, Arabia Saudita, Afganistán, etc.). Pero eso no parece importar a los militantes universitarios pro-Hamás. Ellos ven en la resistencia islamista contra el sionismo el fuego revolucionario necesario para poner de cabeza al occidente “hetero-patriarcal”. Me imagino que por ingenuidad o ceguera ideológica no ven que detrás del fundamentalismo religioso viene el “hetero-patriarcado” musulmán.

Pensamiento posmoderno

Ya Michel Foucault, uno de los padres del posmodernismo que ha inspirado a muchos de estos militantes anti-Israel, había expresado el mismo entusiasmo en los prolegómenos de la revolución liderada por el Ayatolá Jomeini. El ateo homosexual de izquierdas que fue Foucault escribió con visión casi profética en 1978 lo siguiente sobre la emergente revolución islámica iraní (la dinastía Pahlavi caería en 1979):

[Lee también: El dilema woke]

“Quizás su importancia histórica no residirá en su conformidad con un modelo ‘revolucionario’ reconocido. Más bien, su importancia se derivará de su capacidad de trastornar la actual situación política en el Medio Oriente y, por lo tanto, el equilibrio estratégico global. Su singularidad, que ha sido hasta ahora su fuerza, amenaza con crear la expansión de su poder. Incluso, es correcto decir que, como movimiento ‘islámico’, puede encender toda la región, derrocar a regímenes inestables y causar disrupciones a los más sólidos. El islam, que no es simplemente una religión, sino todo un modo de vida que corresponde a una historia y a una civilización, tiene probabilidades de convertirse en una poderosa palanca expresada en cientos de millones de hombres”.

La fascinación islamista se ha apoderado de movimientos universitarios en occidente que piden la liberación de Palestina “desde el río hasta el mar” y que propugna “revolución–intifada” en Medio Oriente y el mundo. Se podría argumentar que no es entusiasmo fundamentalista, sino reclamo de justicia e indignación ante la muerte de palestinos inocentes en la guerra entre Israel y Hamás. Sin embargo, hay varios indicios que confirman la confluencia del radicalismo de izquierdas y del maximalismo islamista palestino. Muchos de ellos están en el discurso global, muy uniforme y sincronizado, de los militantes universitarios pro-Hamás. Igualmente, en sus omisiones y en sus silencios.

Antisionismo

La demonización del sionismo, la idea madre del movimiento nacional que propugnó la creación de un estado judío en la tierra de Israel donde nació el pueblo judío y fue alguna vez soberano, es el tema que cohesiona la retórica de estos universitarios. Las consignas son simplistas, pero “impactantes”. El “sionismo es nazismo” (la inversión de los roles de víctimas y victimarios). El “sionismo es racismo” (vieja acusación promovida por la desaparecida URSS que ha ganado fuelle entre la progresía actual). “Es genocida”; los exterminados se convierten en exterminadores). El “sionismo es colonialista” (los judíos serían “blancos europeos” que colonizaron las tierras de los “verdaderos” aborígenes palestinos).

La otra estrategia discursiva exige que las universidades corten sus relaciones de cooperación e intercambio y que dejen de invertir en empresas relacionadas con Israel. Han logrado que profesores sionistas sean excluidos de la universidad, como ocurrió en la Universidad de la República en Uruguay, o que se plantee que la afiliación o simpatía con el sionismo sean consideradas pecados académicos. El objetivo, como lo ha pretendido el movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) durante años, es convertir a Israel en el paria de las naciones.

Protestas contra la guerra en Gaza en universidades. Fuente: EFE

Guion global de la resistencia

El guion global de la resistencia universitaria pro-Hamás hace omisiones significativas. La masacre y los horrores del 7 de octubre de 2023 perpetrados por Hamás y la Yihad islámica en territorio israelí no se mencionan. No existen tampoco los rehenes israelíes, vivos y muertos, que todavía están en mano de los terroristas palestinos. El silencio es consistente sobre la participación del régimen islámico de Irán con apoyo financiero, logístico, de inteligencia y de armas a los islamistas palestinos. No se habla del papel desestabilizador de Hezbolá en la región, milicia pro-iraní que ataca el norte de Israel. Incluso si el Estado judío no ocupa ya ninguna porción del territorio libanés.

No existen, tampoco, los matices de un largo conflicto que además de la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania (producto de la guerra de 1967 que los países árabes perdieron), incluye muchísimas acciones terroristas contra israelíes y judíos perpetradas por las diferentes facciones palestinas. Ni sucedieron los atentados de Hamás durante la segunda intifada que contribuyeron, entre otros factores, al fracaso del proceso de paz entre Israel y la Organización de Liberación de Palestina (OLP) que se había abierto en Oslo. El silencio del discurso pro-islamista presenta un conflicto en blanco y negro donde los palestinos son las eternas víctimas sin agencia alguna. Los israelíes (los judíos) son siempre monstruos sedientos de sangre.

Un fenómeno generacional

Las raíces del conflicto israelí-palestino se remontan a más de cien años y recorren la historia del siglo XX. Allí se incluyen los horrores del Holocausto y la colaboración con los nazis del líder palestino Amin Al-Husseini (1897 – 1974). Desde Berlín hacía propaganda anti-judía en árabe a favor del eje fascista. También se dio el vaciamiento de las comunidades judías de los países árabes, sometidas a persecución, ataques y en ciertos casos, expulsión. Cientos de miles de esos refugiados judíos fueron integrados en el nuevo Estado de Israel. Pero la nueva generación de estudiantes, formados por profesores que los adoctrinan en la versión posmoderna del radicalismo de izquierdas, no conoce esa historia. Se quedan con las consignas “impactantes”.

Además, sobre todo en el caso de universitarios en Estados Unidos y Canadá, una población más diversa en lo social y étnico ha ingresado a las universidades, cambiando la composición demográfica de los campus. Bajo la influencia de la política de las identidades, que hoy se expresa en las iniciativas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI), estos jóvenes tienden a ver el mundo desde la dualidad opresores y oprimidos. Y encuentran en los palestinos, no sin razón, a las víctimas por excelencia. Aunque no puedan diferenciar entre las injusticias cometidas por Israel (que existen) y las responsabilidades del liderazgo palestino en la situación de su propio pueblo.

Campamento en la universidad de Columbia el 19/04/24. Fuente: Mariana Navarrete Villegas.

La comunicación

No se puede tampoco descartar el papel de las redes sociales en estas movilizaciones. Moldean las percepciones sobre los conflictos en el mundo con su carga de desinformación, imágenes terribles (a veces manipuladas), y una alta emocionalidad que produce indignación. La instantaneidad de los medios digitales y una buena dosis de propaganda, han servido para que la narrativa islamista se haya ido imponiendo. Hay poco tiempo e interés para informarse más allá de la superficie. La atención es un bien escaso en la economía digital. Mientras más chocantes sean las imágenes más micro-atención capturarán, formando ideas de un mundo dualista de malos y buenos. Israel, más allá de las diferencias que existen entre los propios israelíes sobre el gobierno y las políticas de Netanyahu (basta ver las manifestaciones en Tel-Aviv y otras ciudades), es siempre retratado como un país racista y agresivo.

El judío “bueno”

Una de las características de todas estas movilizaciones es que cuentan con la participación de grupos judíos antisionistas. En Canadá, por ejemplo, se conoce la Jewish Faculty Network que está muy activa en los eventos y campamentos contra la intervención de Israel en Gaza y denuncia al “Estado sionista” y su política de “apartheid”. En Estados Unidos existen organizaciones judías antisionistas como las Jewish Voices for Peace.

Instancias similares están involucradas en la causa propalestina en España, México y Francia. El antisionismo no es nuevo en las comunidades judías. En su vertiente religiosa ultraortodoxa se expresa en la secta conocida como Neturei Karta, la más radical. Sus representantes viajan a Irán para denunciar a Israel y retratarse con líderes islamistas. Y en el mundo jasídico, otra corriente religiosa nacida en el este de Europa, es el grupo de Satmar, menos rabiosamente anti-israelí).

También ha existido entre judíos ubicados a la izquierda. Los más notorios son el profesor del MIT Noam Chomsky y la experta en estudios de género Judith Butler. Tanto los religiosos como los de izquierdas servirían de “prueba” para mostrar que los movimientos que apoyan la resistencia palestina no son antisemitas. Ellos serían los judíos “buenos” que limpiarían de toda sospecha anti-judía a los militantes que gritan de “del río al mar, Palestina será libre”. Entiéndase que el río es el Jordán y el mar el Mediterráneo, lo que incluye no solo los territorios ocupados por Israel después de la guerra de 1967 (Gaza y Cisjordania), sino el territorio donde vive la mayoría de los israelíes judíos.

Ignorancia informada

Una lectura posible del coreado lema es la siguiente: “Del río al mar, Palestina estará libre de judíos soberanos”. El sueño islamista de mantener a los judíos como dhimis —la palabra en árabe que los designa como súbditos de segunda clase que pagan tributo al Sultán para que los proteja— estaría muy vivo entre los progresistas universitarios. No descartemos, sin embargo, que los estudiantes ni siquiera entiendan verdaderamente lo que corean. Sería muy propio de esta era de ignorancia “informada”.

Isaac Nahón Serfaty

Isaac Nahón Serfaty

Doctor en Comunicación. Profesor en la Universidad de Ottawa, Canadá

newsletter_logo

Únete a nuestro newsletter