La noche del pasado 24 de noviembre, a pesar de haber obtenido 28.666 votos más que su adversario, Luis Lacalle Pou, candidato del Partido Nacional, no pudo festejar el triunfo electoral en la segunda vuelta de las elecciones nacionales de Uruguay. El motivo de ello es que la diferencia sobre Daniel Martínez, candidato del oficialista Frente Amplio, fue inferior a los 35.229 votos observados, los que serán contabilizados en el segundo escrutinio que podría finalizar el viernes 29 de noviembre.
Esta exigua diferencia en la instancia de balotaje constituyó la principal novedad de la jornada electoral, ya que las encuestas de las principales empresas de opinión pública coincidían en señalar el triunfo de Lacalle sobre Martínez, con diferencias que variaban entre cinco y ocho puntos porcentuales. Sin embargo, es poco probable que finalmente, escrutados los votos observados, esa diferencia sea superior a los dos puntos.
El desarrollo de la campaña fue coincidente con la idea de una victoria de Lacalle Pou, que encabezó la denominada coalición multicolor, integrada por el Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto, el Partido Independiente y el Partido de la Gente, en reafirmación del buen desempeño de los asociados en la instancia de elecciones parlamentarias y de primera vuelta presidencial del pasado 27 de octubre. Allí, la suma de los partidos que luego conformaron la coalición alcanzó el 54% de los votos, frente a un decepcionante 39% del Frente Amplio, que contaba con el antecedente de tres períodos consecutivos al frente del gobierno, todos con mayoría parlamentaria.
A pesar de haber obtenido el 29% de los votos, la jornada del 27 de octubre posicionó a Lacalle como ganador y dejó a Martínez en una posición de derrota, aun con diez puntos más que su adversario. El clima derrotista se hizo más presente al conocerse cambios en la conformación del equipo de campaña del Frente Amplio de cara a la segunda vuelta, con la designación como nuevo jefe de campaña de Yamandú Orsi (intendente del departamento de Canelones, el segundo más poblado del país, y hombre muy cercano a José Mujica), en una decisión que buscó darle un giro a una campaña que en la primera vuelta desatendió el electorado del interior del país.
Si algo caracterizó a la campaña para la segunda vuelta fue la ausencia de eventos significativos, de esos que pueden transformarse en decisivos para el resultado de la elección. Mientras la fórmula de Lacalle Pou y Beatriz Argimón realizó una recorrida por el país, y se mostró en varios actos con alguno o varios de los líderes de los partidos integrantes de la coalición, Martínez y su compañera de fórmula Graciela Villar aparecieron poco acompañados de las principales figuras del Frente Amplio, que parecieron comenzar a desarrollar una suerte de campaña paralela, donde el protagonista fue el propio partido y sus conquistas en los últimos quince años de gobierno. La táctica definida para alcanzar el objetivo fue una extensa e intensa campaña de voto a voto, buscando convencer a electores que no habían acompañado a ninguno de los dos candidatos que disputarían el balotaje, pero que fundamentalmente no se sintieran atraídos por la figura de Lacalle Pou, en primer lugar, así como también aquellos que no estuvieran dispuestos a apoyar una coalición de gobierno integrada por Cabildo Abierto.
¿Qué pasó, entonces, para que un escenario que parecía definido en favor de uno de los candidatos —incluso en las últimas mediciones de opinión pública— sufriera una modificación que estuvo a punto de revertirlo?
Existen distintas justificaciones tentativas al respecto, aunque ninguna parece tener la fuerza suficiente para explicar por sí sola el crecimiento del Frente Amplio en la votación, con relación a lo que le asignaban las encuestas. En primer lugar, el crecimiento de votos frentistas puede deberse a la mayor afluencia de votantes del exterior del país en el día de la segunda vuelta respecto a los que arribaron al país el 27 de octubre, fecha de la primera vuelta. La diferencia entre una y otra instancia fue de aproximadamente 30.000 personas. Si bien no todas esas personas vinieron a votar, y en particular al Frente Amplio, existen antecedentes de afluencias significativas de votantes del exterior que impactaron en el resultado electoral; en particular, en 2004 esto permitió al Frente Amplio superar el 50% más uno del total de votos emitidos y triunfar en primera vuelta.
La segunda hipótesis está relacionada con la presencia del novel partido nacionalista de derecha Cabildo Abierto en la coalición liderada por Lacalle Pou, que tiene una variada amplitud ideológica desde la derecha hasta la socialdemocracia del Partido Independiente. Varios de los socios que finalmente aceptaron la alianza mencionaban en la primera vuelta a Cabildo Abierto como una amenaza para la democracia. A pesar de que los líderes de todos los partidos que obtuvieron representación parlamentaria, con la excepción del Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI), la misma noche del 27 de octubre acordaron apoyar a Lacalle Pou, muchos votantes del Partido Colorado y del Partido Independiente —e incluso votantes en blanco en primera vuelta— pueden haber definido su voto por Martínez en respuesta a la presencia de Cabildo Abierto como socio, y al alto perfil que durante la campaña adquirió su líder, el ex comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos. Este factor adquirió particular relevancia durante las últimas 48 horas de campaña, cuando al filo del inicio de la veda comenzó a circular un video por redes sociales, en el que Manini Ríos llamaba a los integrantes de las fuerzas armadas a votar en contra del Frente Amplio. Este hecho, reñido con la tradición republicana y democrática, aumentó el temor de aquellos electores reticentes a la presencia de Manini en la coalición y probablemente inclinó su decisión hacia Martínez.
La descoordinación entre los líderes y los electores no solo se observa entre votantes del Partido Colorado y el Independiente en primera vuelta, sino que —y por otros motivos— incluso votantes de Cabildo Abierto no apoyaron a Lacalle Pou en el balotaje. En este caso, la razón probable es un porcentaje que algunas encuestas relevaron en aproximadamente un tercio de votantes del novel partido que habían votado al Frente Amplio, y en particular al MPP, sector de José Mujica, en la elección anterior. La tasa de arrastre de la coalición entre primera y segunda vuelta se situó en el entorno del 72%, con niveles de 83 y 76% en Montevideo y Canelones, departamentos donde logró superar al conglomerado de partidos.
Finalmente, una tercera hipótesis está sostenida en el mayor saldo negativo de simpatía que ha tenido Lacalle Pou, en una elección donde muchas veces los electores cuentan más con incentivos negativos que positivos a la hora de tomar su decisión.
Lo que vendrá
El avance del escrutinio definitivo mantendrá la diferencia en favor de Lacalle Pou, y este será proclamado presidente en los próximos días.
Ambos competidores del balotaje tienen enormes desafíos por delante. Por el lado del Frente Amplio, retornar a la oposición frente a una coalición de cinco partidos y habiendo perdido la mayoría parlamentaria. Esta será la primera vez que el FA volverá a su rol tradicional luego de haber ejercido el gobierno. Tiene por delante, además, la oportunidad de renovar su elenco de líderes, con varias figuras probadas en las elecciones internas pasadas, y contando con una muy buena votación como base.
Por el lado de los ganadores, el principal desafío de Lacalle Pou es conformar —y mantener— una coalición tanto a nivel ejecutivo como parlamentario, para lo que deberá administrar muy bien el equilibrio entre políticas y cargos, dada la amplitud ideológica y la paridad existente entre los dos principales socios. La necesidad de aplicar algunas reformas, sumada a riesgos por afrontar en materia económica, obligarán al próximo presidente a manejarse con mucha cautela y equilibrio, tanto hacia dentro como hacia fuera de la coalición.