El Gobierno de Pedro Sánchez cumple un mes al frente de España mientras el PP busca reinventarse con una cara nueva que tome el relevo de Rajoy y atraiga el electorado que perdió en los últimos años. Así se cierra un capítulo en la historia de España y se reabre de nuevo el debate ideológico en las filas populares.

Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría, candidatos a presidir el Partido Popular | Fotos: Partido Popular
En los últimos años, el Partido Popular dejó de ser un partido de ideas para centrarse en la dura labor de gobernar España. Ya fuera por evitar quiebres internos o por desligarse de los planteamientos de Aznar, lo cierto es que el PP de Mariano Rajoy se alejó de las grandes líneas de pensamiento que habían marcado a este partido desde su fundación y que potenciaban que su caudal electoral no quedara atrapado bajo el sistema de clivajes. En efecto, el PP representa la centroderecha española, con la diversidad de ideas y posiciones que esto supone. Sin embargo, desde que Rajoy llegó a La Moncloa en 2011, este partido no luchó por contradecir esa imagen de derecha extrema con la que lo etiquetaba la izquierda. Así, una formación que tanto por ideología como por tradición debía atraer a una gran diversidad de votantes del espectro político acabó nadando a contracorriente y haciendo lo contrario a lo que rige su estructura: perder votos y focalizarse en un único tipo de electorado.
El nacimiento de los llamados partidos nativodigitales, que encarnan otra forma de hacer política y atraen a los votantes más jóvenes, transformó el sistema político español. Esto, sumado a las tramas de corrupción, fue otro de los indicadores que más perjudicaron al partido que lideraba Rajoy, cuyos votantes más jóvenes se fueron desligando de su estructura para seguir a los nuevos actores protagonistas de este escenario que proponía una manera diferente de participación. Las redes sociales impulsaron este nuevo hacer político al que los partidos tradicionales tardaron en sumarse. Ciudadanos, con Albert Rivera a la cabeza, fue quizá el que más se aprovechó de este desgaste y del trasvase de votos desde los partidos tradicionales, sumando a los votantes más jóvenes de familias tradicionalmente afines al PP a sus filas. Con una propuesta cívica alejada de partidismos y enfocada en alcanzar a diversos sectores de la sociedad, Ciudadanos pasó a representar el nuevo centro político español y a posicionar aún más a la derecha del espectro al partido de Rajoy.
Hoy el PP busca reinventarse. Tras la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez al control del Ejecutivo español, el antiguo partido de gobierno decidió que ya era tiempo para los aires de cambio. Así, hace unos días el PP celebraba sus elecciones internas, cuyos resultados arrojaron a Soraya Sáenz de Santamaría, exvicepresidenta del Gobierno, como ganadora con el 37,03 % de los votos, seguida por un joven Pablo Casado, con el 34,36 % del caudal. Ambos se enfrentarán en el Congreso la semana próxima para delimitar quién será el nuevo líder de la formación popular.
Mientras tanto, el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez también se presenta lleno de innovaciones. Con once mujeres ministras —frente a las cinco del Gabinete anterior—, el Ejecutivo del líder del PSOE demuestra una fuerte voluntad europeísta, como manifiesta la nueva denominación del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. Asegurar la gobernabilidad no será fácil para este Gobierno, que debe mediar con los intereses de Podemos y de los nacionalistas. Sin embargo, las primeras líneas de su administración defienden un estilo progresista y de compromiso con la igualdad.
Así se ha abierto este nuevo capítulo de la historia de España. Con un PP que intenta una regeneración que lo vuelva a acercar al centro y reabra el debate ideológico que nutre sus filas. Para esto se necesitará un liderazgo consistente, que pueda permitirse competir con el carisma de los populismos y sepa adaptarse a los nuevos tiempos. Devolver la confianza a los votantes, fomentar el consenso entre los españoles y despuntarse de los estereotipos que lo sitúan en el extremo derecho del espectro político es la primera tarea que debe desempeñar quien se ponga a la cabeza del partido. Siguiendo las tipologías de la ciencia política, el PP debe trabajar su capacidad de chantaje