Eutanasia: un debate complejo

Eutanasia: un debate complejo

La eutanasia es un tema complejo que emociona, moviliza y desafía. La reflexión respetuosa se hace indispensable.

Por: Miguel Pastorino11 May, 2021
Lectura: 7 min.
Eutanasia: un debate complejo
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Se trata de un asunto que emociona, moviliza y desafía. La reflexión respetuosa se hace indispensable.

Aunque parezca extraño, justo en medio de una pandemia en la que tratamos de salvar vidas, varios países de la región comienzan a discutir proyectos de ley para legalizar la eutanasia y el suicidio asistido. Actualmente es legal en los Países Bajos y en Bélgica desde 2002, en Luxemburgo desde 2009, en Canadá en 2016. Y después de recientes aprobaciones en Nueva Zelanda (2020) y España (2021), aparecen diferentes proyectos en Chile, Uruguay y Perú. También Argentina comienza tímidamente a hablar del tema. En Colombia está despenalizada desde 1997. No hay una ley que la regule, pero en 2014 la Corte Constitucional ordenó al Ministerio de Salud impartir una directriz para conformar comités cuya función sea garantizar «el derecho a la muerte digna de pacientes en fase terminal que lo soliciten».

Hacia un concepto de eutanasia

La eutanasia sigue siendo ilegal en la mayoría de los países del mundo, porque es una forma de dar muerte a un paciente y es contraria a la ética médica. De hecho, en 2019 la Asamblea Médica Mundial se volvió a pronunciar en contra de la eutanasia y manifestó preocupación por los países que la despenalizan.

El debate no es sencillo, porque, aunque se simplifique en los medios y redes sociales, las cuestiones bioéticas sobre el final de la vida son complejas. Existen muchos mitos y prejuicios sobre el tema que es preciso desterrar para poder debatir con responsabilidad sobre el asunto. No es una cuestión de defensa de la vida, ni de defensa de la libertad individual para elegir cómo morir. No es tan simple. Lo paradójico de estos proyectos de apoyo a la eutanasia es que surgen con vehemencia y deseos de aprobación rápida en medio de la pandemia. En el contexto actual las personas por las que nos preocupamos de salvarles la vida y priorizar su vacunación, son al mismo tiempo las posiblemente más perjudicadas con estos proyectos de ley. Adelantan la muerte en lugar de ofrecer buenos cuidados y alivio al sufrimiento.

La responsabilidad política ante un asunto tan grave, literalmente de vida o muerte, requiere reparar en la desinformación que existe, debido también a la saturación de información en la que nos movemos.

Mitos extendidos y confusiones

No es cierto que quienes estén a favor de la eutanasia quieran matar gente. Tampoco es cierto que quienes están en contra quieran prolongar el sufrimiento de los enfermos. Es menos cierto que la postura contraria sea por razones religiosas. Porque, de hecho, dentro de las religiones hay diversidad de posturas y entre los ateos y agnósticos también. Las caricaturas polarizadas no dan cuenta de la realidad. Pero tampoco todos entienden de qué hablan cuando usan el término eutanasia.

Estoy convencido de que lo más sano para un debate que fortalezca la democracia es que no vivamos de supuestos, prejuicios y simplificaciones. Sino, que podamos, en medio de las diferencias y del pluralismo ético de nuestras sociedades complejas. Aclararnos mejor las ideas y los hechos, para poder así luego tomar la postura que a cada uno le convenza más, pensando en el bien común.

Lo grave del asunto es que la mayoría de la población repite errores y confusiones extendidas. Y, partiendo de premisas falsas, llega con buenas intenciones a conclusiones equivocadas. Una vez aclarados algunos de estos supuestos, será posible un debate más profundo sobre cuestiones que no se reducen a eslóganes del valor de la vida o sobre la libertad de elegir.

Eutanasia: un mar de confusiones

La eutanasia no es desconectar a alguien con muerte cerebral, porque ya está clínicamente muerto. No es que alguien decida no alargar su vida con tratamientos fútiles o conectado a un ventilador. Hay leyes de voluntad anticipada para decidir morir por causa de la enfermedad, sin alargar la vida artificialmente, pero tampoco adelantarla. Las voluntades anticipadas no son formas de eutanasia. Sino que, en su libertad, uno puede elegir no prolongar su vida artificialmente y no recibir tratamientos que solo extenderían su sufrimiento. Todos tienen derecho a morir sin dolor, con cuidados y acompañamiento terapéutico, pero eso no es eutanasia. La eutanasia es dar una sustancia letal que mata al enfermo en cuestión de pocos minutos, adelantando su muerte. Y el criterio que se utiliza en los países donde es legal, una vez que se acepta que un médico puede matar a un paciente, los motivos van ampliándose. De hecho, en algunos países ya pueden pedir eutanasia personas con discapacidad porque consideran que su vida «no es digna». En la actualidad no tiene ninguna relación con el uso clásico del término buena muerte, sino que refiere a dar muerte al paciente en un contexto médico.

Tampoco la sedación final es una forma de eutanasia, porque la sedación paliativa no mata al enfermo. El mito del cóctel es algo ya desterrado hace décadas por la medicina paliativa. Pero sigue siendo una creencia arraigada en la población, incluyendo personal de la salud y legisladores. En el caso de Uruguay no se practica la eutanasia como suele decirse, sino que se la confunde con prácticas que son legales y deontológicamente correctas en la medicina, como la sedación.

Tampoco es cierto que haya una falsa oposición entre eutanasia y cuidados paliativos. En realidad, sí hay una radical oposición desde la ética médica: cuidar al paciente y aliviarlo se oponen a provocarle la muerte. No se complementan cuidar y acabar con la vida.

¿El derecho a morir?

Muchos creen que la eutanasia solo trata de ampliar la libertad individual. Y esto es porque generalmente se confunde la libertad que uno tiene de poder hacer cualquier cosa que no perjudique a terceros, con un derecho en sentido jurídico. El problema es que la eutanasia no es una cuestión de libertad individual, sino de un cambio sustancial en la concepción de los derechos humanos. Crear, como hay en unos pocos países, el derecho a matar con consentimiento, en contexto médico, ha devaluado la dignidad humana de personas en situación de vulnerabilidad y ha puesto a los médicos en un lugar difícil para su vocación.

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En países donde es legal, muchas personas discapacitadas y con enfermedades degenerativas reciben implícitamente el mensaje de que sus vidas no son dignas de vivirse. La eutanasia abre la puerta a instalar una cultura centrada en la productividad, de jóvenes y fuertes que no quieren ver vidas limitadas y deterioradas, que no quieren cuidar ni acompañar, porque los otros insumen mucho tiempo, cansancio y costos. Porque si existiera el supuesto derecho a morir, debería ser extensivo a todo ciudadano y todos deberíamos contar con asistencia en el suicidio por las razones que sean, tan solo por considerar que el sufrimiento psicológico que se vive sea insoportable. Por otra parte, cuando alguien quiere morir, bien interpretamos que lo que quiere es acabar con su sufrimiento, no con su vida. Y los expertos en cuidados paliativos y psiquiatras que trabajan con enfermos terminales demuestran que todos desisten cuando son aliviados, acompañados, queridos y valorados.

El fin bueno que todos buscamos es aliviar el sufrimiento. Teniendo los medios para ello deberíamos asegurar ese derecho para todos los pacientes y no legalizar la muerte en manos del médico. La responsabilidad de los Estados es proteger a los más débiles. Un mensaje particularmente relevante en tiempos de pandemia.

Miguel Pastorino

Miguel Pastorino

Doctor en Filosofía. Magíster en Dirección de Comunicación. Profesor del Departamento de Humanidades y Comunicación de la Universidad Católica del Uruguay.

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