La cuarentena impuesta en el Paraguay desde el 11 de marzo ha resultado en un enorme éxito a nivel sanitario, con índices ínfimos en cuanto a afectados, comparando con las cifras de su vecino el Brasil, Chile o Perú. Sin embargo, el estricto y prolongado confinamiento ha dejado hasta ahora unos 300 mil desempleados y ha puesto en peligro de quiebre a unas 6 mil microempresas. El enorme nivel de empresas informales también ha contribuido a que la pandemia en el Paraguay sea mucho más complicada a nivel económico que sanitario.
María tuvo un pequeño taller de confecciones por varios años que tuvo que cerrar hace unos meses, por la difícil situación económica que le tocó vivir a este sector. Cuando finalmente iba comenzar un nuevo trabajo, llegó la pandemia de Coronavirus y junto con la obligación de quedarse en casa y la economía detenida casi por completo, los planes nuevamente quedaban postergados.
Estando en plena cuarentena, María decide subir a sus redes sociales la foto de un mantel que había confeccionado un tiempo atrás y del cual le quedaban aún algunos retazos de tela. Tal fue la repercusión de la imagen, que le empezaron a llegar pedidos de personas interesadas en comprarle ese mantel. Fue así que logró cerrar las primeras ventas. Y con esas primeras ventas y la repercusión que aumentaba, aquellos retazos de tela iniciales se le agotaban. María decide animarse a comprar más tela con un antiguo proveedor, convenciéndolo de pagar un pequeño porcentaje con lo que generó con las primeras ventas y el saldo a 60 días.
Con esa compra, María comienza a hacer frente a los pedidos, aumentando su capacidad de producción y derivando el trabajo de confección a pequeños talleres, de esos que funcionan en casas, en las afueras de Asunción. Así, sin darse cuenta, María asumió un rol al frente de una pequeña unidad de producción: tenía una persona encargada de los cortes de tela, un asistente de planchado y empaque, un repartidor y siete pequeños talleres de dos a tres personas trabajando a tiempo completo. Eran casi 15 familias, además de la suya, que habían quedado paradas por la pandemia y que ahora volvían a generar ingresos. Familias que al mismo tiempo volvían a comprar en las tiendas del barrio, alimentando así el círculo virtuoso de la economía.
Sin apenas percatarse María, además de volver a emprender con un negocio propio estaba llevando a cabo, a pequeña escala, una política de reactivación económica. Una reactivación propia, potenciando sus propias capacidades, muy distinta a cualquier reactivación que pudiera impulsar desde la comodidad de un escritorio algún burócrata, totalmente desconectado de cómo funciona el mercado o de las presiones que implica llevar adelante un negocio propio.
El caso de María es el claro ejemplo de cómo un emprendedor interpreta el mercado y saca lo mejor de sí para salir adelante en un momento de adversidad. Es el claro ejemplo de cómo nadie va ser mejor que el propio emprendedor para ponerse de pie y salir adelante, especialmente en Paraguay, un país donde se estima que más del 95% de las unidades productivas son Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MIPYMES) pero de las cuales casi un 70% está en la informalidad y por lo tanto prácticamente vive al día y que, con la llegada de la pandemia, vieron sus ingresos reducidos a cero de la noche a la mañana al acatar las medidas sanitarias. Es por eso que, más que nunca el Estado solo debe encargarse de fijar reglas claras, hacerlas cumplir y allanar el camino – remover obstáculos –, que después aquel que emprende “se las arregla solo”, como diríamos aquí en Paraguay.
Ya con algunos meses en pandemia nos suena hasta redundante seguir escuchando en forma reiterada hablar del escenario único que se nos presenta en lo que respecta a medidas económicas, casi tan repetitivo como el desafío a las empresas y a los trabajadores de la importancia de reinventarse y adaptarse al nuevo “modo Covid de vivir”. Sin embargo, es una pena que no escuchemos con la misma redundancia ni la misma contundencia que al pretender hacer las cosas de la misma manera solamente obtendremos los mismos resultados, ni tampoco escuchamos hablar de que el Estado, fuera de las medidas sanitarias de cuarentena, nunca va a ser tan ágil como el sector privado para llevar adelante su reactivación económica.
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Esto debe quedar bien claro al momento de prever medidas económicas en una situación tan adversa, justamente para no caer en el error de implementar soluciones que no llegan. Pretender reactivar basándose en fondos para créditos resulta lejano cuando la mayoría ni siquiera tributa o tiene una cuenta bancaria. Tal vez las transferencias monetarias den un alivio momentáneo, pero mientras, toca pensar por fuera de las recetas tradicionales. Sin embargo, en el Paraguay, se deben fijar las condiciones para la rápida y adecuada implementación de la recientemente aprobada ley que regula las operaciones de factoraje como opción de liquidez, la adopción de activos digitales cada vez más difusos, implementación de un recientemente reglamentado fondo de “capital semilla”, la apertura de canales de financiamiento colectivo. Romper paradigmas al típico de acceso a financiación.
Estamos ante el desafío de convertir la situación de dificultad en oportunidad y dar pasos necesarios en todas esas materias aún pendientes que puedan favorecer a un mercado dinámico y moderno, entre ellas una cruzada por la formalización y la inclusión financiera como vía para sanear la golpeada economía, pero además como herramienta para ampliar la base tributaria y compensar en lo posible la merma de ingresos fiscales del año complicado que se avizora.
Quedarse en casa no debe resumirse en la lejana y romántica idea de implementar e-commerce, en un país donde ni en tiempos regulares se logró que despegue. Hablar de capacitaciones es correcto siempre, pero los resultados son aún lentos para alguien que debe ver cómo llegar a fin de mes.
Por eso, quedarse en casa debe verse retribuido con trámites simplificados. Es el momento ideal para rever aquellos costos innecesarios típicos de la burocracia estatal, para aplicar regímenes ventajosos de menor carga social que incentiven el trabajo formal, optimizar procesos, implementar herramientas para dar una atención a medida a las MIPYMES y recabar datos (grandes ausentes a la hora de tomar decisiones en ambientes de alta informalidad) para brindar soluciones consecuentes y a medida y así tratar de inspirar a más personas como María, que con las mínimas trabas posibles van a tener un sano efecto multiplicador y al mismo tiempo mitigador de un embate tan duro como el que toca vivir.
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