¿Es posible un mundo sin contaminación atmosférica? ¿En el que la producción de energía no suponga un daño al ambiente? ¿Se puede dejar atrás el carbón, el petróleo y el gas, e ingresar así a una nueva era energética? Algunos piensan que la utilización del hidrógeno puede ser la respuesta a todos estos interrogantes.
La producción de energía en nuestro planeta está asociada a estrechamente a los combustibles fósiles. Primero fue el carbón y luego se le agregaron otros, como el petróleo y el gas. El problema reside en la contaminación, por un lado, y en su condición finita, por otro; esto provocó, hace aproximadamente 50 años, el comienzo de la búsqueda de energías alternativas. Un concepto que con el tiempo mutó y se convirtió en lo que actualmente se conoce como energías renovables. Las energías solar, eólica, hidroeléctrica son ejemplos de ello. Son limpias, de fuente inagotable. A ellas se suma la energía por hidrógeno, algo que según algunos expertos puede convertirse en el combustible perfecto y cuya dominación sería el inicio de una tercera revolución industrial.
La clave para la descarbonización
La energía por hidrógeno podría conseguir uno de los objetivos más importantes para superar la crisis climática: la descarbonización.
La descarbonización consiste básicamente en la eliminación del consumo de combustibles fósiles que poseen carbono en su estructura molecular. A partir de ello se evitarían sus consecuencias negativas. Por ejemplo, los gases de efecto invernadero y, por consiguiente, el calentamiento global.
En otras palabras, descarbonizar equivale comenzar a construir un mundo más verde, con un ambiente más limpio, con una vida de mejor calidad para cada ciudadano. ¿Puede ser la energía por hidrógeno el camino hacia ese mundo? Según Pedro Fresco, experto en energía y autor del libro El nuevo orden verde. Cómo la transición energética cambiará al mundo, «El hidrógeno tiene un claro futuro porque es una energía descarbonizada, es un vector energético que viene de la electricidad verde y que nos permite acceder prácticamente a todo». Fresco explica que su producción es «extremadamente fácil de hacer» porque se trata de separar agua en hidrógeno y oxígeno. Un proceso que existe desde el siglo XIX.
Hidrógeno azul, verde y negro
El hidrógeno es el elemento químico más abundante de nuestro planeta. Pero tiene una cualidad muy particular. No está solo. Es decir, no está disponible como molécula en un yacimiento, y es por ello que debe obtenerse a partir de otras fuentes. El agua o los combustibles fósiles son posibles fuentes. La obtención puede ser más o menos limpia y de ahí la clasificación en hidrógeno azul, verde o negro.
El hidrógeno azul es el más común y se obtiene de los yacimientos de gas natural. Puede ser más o menos limpio en función de la liberación de dióxido de carbono en su obtención. Es decir, si se la contiene, lo cual es posible, no contribuye al calentamiento global, aunque sí contribuye al aumento de los costos de producción.
Por su parte, el hidrógeno negro, también llamado gris o marrón, es el que más daño causa a la naturaleza, ya que es producido a partir de carbón o petróleo, sin control de emisión de gases.
El hidrogeno verde es el único de los tres que se puede calificar de energía limpia, ya que su generación proviene de otros recursos renovables y ecológicos, por ejemplo, la energía eólica.
Las dificultades del hidrógeno
El problema de producir energía por hidrógeno es la pérdida energética que supone. Esto encarece su generación y por ello lo hace menos eficiente que otras ofertas energéticas. Según Fresco, las pérdidas energéticas que produce el almacenamiento, transporte y liberación de energía por hidrógeno implican una pérdida de más de dos tercios de lo producido al inicio.
Revertir esa situación implica una inversión enorme que no todos los países están en condiciones de realizar. Y, por otra parte, también pone al hidrógeno a competir con energías de menor costo, pese a sus características contaminantes.
Alemania es uno de los países con gran interés en el desarrollo de energía por hidrógeno. El Ministerio Federal de Educación e Investigación invertirá 180 millones de euros hasta el año que viene y más de 300 millones hasta 2023. La apuesta es grande y tiene que ver con otra tendencia que impulsa, en este caso, la Unión Europea. Se trata de convertir a Europa en el primer continente Klimaneutral, lo que en palabras de la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen significa «sin generación de emisiones de carbono».
Para von der Leyen se trata de una prioridad e incluso se lo piensa como un factor para generar la recuperación económica de los países de esa región tras la pandemia. El sello de esta política es el Green Deal o pacto verde. Con este, la Unión Europea pretende conseguir objetivos muy ambiciosos en términos de emisiones y en avances hacia la descarbonización del sector energético.
En América latina, el hidrógeno debe competir con un mercado de energías fósiles muy baratas. Fresco señala que los subsidios a estas últimas generan condiciones que hacen casi imposible el desarrollo de alternativas. El costo es tan bajo que no vale la pena. Sin embargo, apunta que «al final, el costo de generar hidrógeno es parecido, e incluso en América Latina podría ser aún más barato, gracias al enorme potencial hidroeléctrico o el enorme potencial solar que puedan tener Chile o México, por ejemplo, o el potencial eólico de muchas zonas».
¿Tercera revolución industrial?
Se trata, como en muchas otras cuestiones, de una decisión política que depende de muchos factores: la economía, las políticas públicas y la innovación. Según Pedro Fresco, la tercera revolución industrial «es la descarbonización; esa es la revolución industrial de los próximos 30 o 40 años, y el hidrógeno es una parte de ella». Tal vez no sea el hidrógeno en particular, tal vez sea un conjunto de energías de diversas fuentes las que se conviertan en la llave para un ambiente más limpio y sano. Seguramente cada sector tendrá características propias que le permitirán aprovechar mejor unas energías que otras. Pero lo más importante es que esa matriz energética diversificada será producto de un compromiso político y social que piense en un mejor futuro para todas y todos.