Política latinoamericana: la juventud como agente de desarrollo

La enseñanza no prepara a los alumnos en formación ciudadana para desenvolverse de manera independiente en la sociedad. Los jóvenes continúan ausentes de estructuras estatales y partidos políticos.
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26 May, 2021
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Articulo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El texto siguiente resultó ganador de la cuarta edición del concurso de artículos breves «¿Cuál es el rol actual de los jóvenes en la construcción de partidos políticos modernos en Latinoamérica?» organizado por Diálogo Político.

Este ensayo busca analizar las dificultades y desafíos que atraviesa la juventud latinoamericana en su actividad política.

El ocaso de los gobiernos de facto en Latinoamérica en el último cuarto del siglo XX, de la mano de la consolidación de las nuevas democracias, dio comienzo a una nueva era política marcada por un acentuado compromiso hacia las instituciones públicas y una dolorosa memoria colectiva. Fue a partir de allí que los espacios de acción política latinoamericanos se poblaron de una ciudadanía plural y participativa, en el que las incipientes agrupaciones juveniles tomaron las riendas del hacer político.

En la actualidad, si comparásemos la tendencia pluralista y democratizadora de aquel entonces con la realidad de las agrupaciones políticas latinoamericanas, sería difícil entender el porqué de la falta de representación de la juventud en las instituciones estatales y, aún más, en las primeras líneas de los partidos políticos. Ocurre que las irregularidades propias de los sistemas democráticos latinoamericanos han traído como consecuencia un desplazamiento de los jóvenes generando, lejos de su alejamiento de la política, su readaptación a través de la conquista de espacios alternos. Como ejemplos pueden mencionarse la militancia en centros de estudiantes, asociaciones de trabajo territorial, sindicatos, entre otras (Zuasnabar, 2017). De esta manera, y sin haber ahondado aún en su accionar, resulta evidente que la juventud en su vocación por hacer política se ha visto desafiada por el deber de adaptarse a nuevas dinámicas, en su mayoría autogestionadas. Asimismo, al día de hoy los jóvenes se constituyen como un sujeto político que logra hacer eco a la pluralidad de voces de las que se componen los pueblos latinoamericanos, y que está preparado para hacer política desde el momento y lugar que acontezca, sin las ataduras propias de las tradiciones estructurales de antaño arraigadas en las instituciones públicas.

A la hora de analizar el rol de los jóvenes en los partidos políticos latinoamericanos, primero corresponde echar un vistazo al concepto y funcionamiento del sistema político. David Easton, con el objetivo de explicar la forma en que se elaboran y ejecutan las decisiones al interior de las sociedades, lo concibió como un sistema de interacciones que se mantiene en funcionamiento por la recepción de inputs (entradas) en forma de demandas y apoyos, que luego son convertidos en diferentes decisiones políticas, entendidas como outputs (salidas o resultados). La introducción de este concepto implicó la aceptación de que la política no está separada de las restantes actividades sociales, sino que, por el contrario, está completamente condicionada «por el ambiente en el que opera y crea resultados aplicables a todos los componentes del sistema» (López Montiel, 2008). A su vez, es importante comprender que la entrada de inputs corresponde a la acción política propiamente dicha. Si bien décadas atrás esta acción estaba directamente asociada al acto del sufragio, resulta evidente que en la actualidad son infinitas las formas en que los actores sociales expresan la voluntad política; por ende, son muy variados los frentes a tener en cuenta en la recepción de apoyos y demandas para la elaboración de políticas públicas.

Con el panorama teórico claro, resta realizar una lectura de la política latinoamericana. Se trata de una región fuertemente atravesada por las movilizaciones masivas en pos de conquistas sociales inspiradas en el liberalismo progresista, principalmente relacionadas a cuestiones ambientales y de género. Y, a su vez, dichas movilizaciones se caracterizan por estar protagonizadas por mayoría de jóvenes entre sus filas. De manera análoga, también se observa un mayor liderazgo juvenil en los espacios que la derecha ha ganado en las cruzadas políticas por el poder del continente en el último tiempo.

Por otro lado, este análisis cobra mayor sentido si se tienen en cuenta los aportes realizados por el socialconstructivismo. La corriente esboza sus postulados con la principal preocupación de estudiar los hechos sociales como aquellos que existen a partir de acuerdos colectivos, y que se mantienen a través de instituciones. De esta manera, se plantea que estos, a pesar de tener una base material, dependen de ideas, valores, identidades, significados intersubjetivos e intencionalidades colectivas (Arenal, 2010). De la teoría mencionada, cobra especial relevancia la entidad mutuamente constitutiva de la que se dotan agente y estructura. Es decir, no se comprende al Poder Ejecutivo como agente determinante que da sentido a las estructuras del vivir social, como así tampoco es el sufragio el que da sentido absoluto a la administración de la función pública. Por el contrario, en el sistema político tiene lugar una dialéctica en la que, por un lado, los fenómenos colectivos, las estructuras ideacionales y normativas influyen en la conformación de las identidades e intereses de los individuos; y, por el otro, los propios individuos modifican las estructuras sociales a través de sus prácticas que articulan ideas, conocimientos, intereses, símbolos e intencionalidad colectiva. De este modo, «el proceso de constitución de los actores a través de las estructuras se da al mismo tiempo que aquel por el que los actores constituyen esos marcos estructurales» (Arenal, 2010).

Adoptando este enfoque, se adquiere mayor claridad para estudiar la política latinoamericana y la participación de los jóvenes en esta. Como ejemplo de la influencia mutua entre agente y estructura se puede mencionar la lucha por los derechos LGBTIQ+ en Sudamérica. Las tradiciones antiguas, especialmente aquellas fundadas en los valores del catolicismo occidental, instauraron ideales sobre la composición de las familias de manera tal que excluían a toda identidad de género que no se ajustara a la heteronorma. Con el paso del tiempo, y con la influencia de los movimientos liberales, principalmente de Europa, la juventud comenzó a rebelarse frente a los viejos preceptos y, en consecuencia, a trabajar en un cambio de paradigma que interpelase los constructos sociales heredados de generaciones anteriores. De la misma manera, esta lógica puede aplicarse a innumerables fenómenos, conquistas sociales y multiplicación de derechos que han tenido lugar en manos de los jóvenes en las últimas décadas.

A esta realidad, en la que la juventud se ha posicionado como líder del cambio social y político, debe sumarse la contracara que la acecha en su hacer político. En primer lugar, hablamos de un colectivo sin preparación para lo que deben enfrentar en su repentina y ajetreada adultez. Los currículos escolares se sustentan en el desarrollo de habilidades duras y conocimientos exactos que brindan un apropiado nivel académico, pero que no preparan a los alumnos en formación ciudadana, arista crucial para desenvolverse de manera independiente en la vida en sociedad. Al finalizar sus estudios, los jóvenes se ven obligados a insertarse en un mundo de responsabilidades al que se adaptan a la fuerza, viéndose como aquellos actores relegados que deben primero enfocarse en salvar las distancias que su inexperiencia les genera.

Esto último da pie al segundo obstáculo atravesado por la juventud en la política. Aquellos y aquellas jóvenes que, por sus capacidades y logros, trascienden en el terreno social o incluso alcanzan un puesto para desempeñarse como funcionarios, cargan con una doble vara de juicio que pesa sobre ellos. A la evaluación constante e inherente a la de una personalidad pública que se debe al pueblo que la eligió, se suma la presión extra del juicio originado lisa y llanamente en la edad. Se presume, entre tantas otras cosas, que no están preparados o que no han llegado allí por mérito propio, y de esta manera tiene lugar una desigual valoración a través de la cual, en el afán de juzgar cada una de sus acciones y decisiones, se descuida el accionar de algunos funcionarios adultos que cargan en su trayectoria años de contradicciones, actitudes inaceptables e incluso actos de corrupción.

Por último, resulta primordial atender la lógica adultocéntrica que se imprime en el sistema político y sus instituciones, y que no genera espacios para que los jóvenes puedan participar e incidir en las decisiones (Zuasnabar, 2017). Esto lleva a una falta de identificación de la juventud con el poder político, por no ver representados sus intereses, problemáticas ni preocupaciones, y ocasiona como contracara una acentuación de los fenómenos de culturización de la política o politización de la cultura y/o de territorialización de la política (Reguillo y Borelli en Vommaro, 2013). Estos procesos dan cuenta de una ampliación de los espacios que ocupa la política y lo político, entendiendo que con el paso del tiempo se han diluido los límites entre lo privado y lo público, con un claro avance de lo público como construcción colectiva del bien común. Nuevamente cobra sentido la concepción de que la política no se reduce a los ámbitos estatales, sino que se construye entre todos los actores sociales, en una producción relacional y dinámica (Vommaro, 2013). De esta manera, por ejemplo, tienen lugar numerosas expresiones juveniles culturales, estéticas y artísticas que, a pesar de no concebirse estrictamente como políticas por quienes las protagonizan, se dotan de un contenido que permite leerlas como tal: suele subyacer en ellas un espíritu de contestación al orden vigente y de inserción social alternativa, envuelta en un carácter conflictivo a la vez que colectivo y organizado (Vommaro, 2013).

En esta línea, es primordial señalar que, a la hora de luchar por alguna reivindicación, los jóvenes no se organizan desde un enfoque corporativo, apuntando a cuestiones propias de su vida cotidiana. Por el contrario, actúan en pos de temas más amplios y universales: libertad, derechos humanos, paz, ecología, etc. Esto describe un aspecto sumamente importante del accionar de la juventud como colectivo, ya que «sus acciones no están dirigidas a consolidar políticas y programas que permitan mejorar su inserción social […] sino que se orientan a tratar de mejorar el mundo al que les va a tocar integrarse» (Rodríguez, 2005).

Como conclusión, es ineludible afirmar que las generaciones precedentes han sembrado tradiciones y rígidas estructuras que ordenaron por décadas las formas del vivir político, pero que al día de hoy se enmarcan en paradigmas que han quedado obsoletos. En la actual sociedad del conocimiento, atravesada por la globalización y la revolución de las telecomunicaciones, los jóvenes son los más preparados para enfrentar las transformaciones propias de la actualidad. Las nuevas generaciones, socializadas en dinámicas de relación natural y fluida con las nuevas tecnologías, constituyen una ventaja comparativa que debe ser potenciada al máximo en el esbozo de las estrategias de desarrollo. Esto se debe a que los jóvenes están mejor y más preparados que los adultos para lidiar con la permanencia del cambio y con la centralidad del conocimiento (Rodríguez, 2005).

Asimismo, las redes sociales han transformado el significado de participación y motivado la acción y compromiso de jóvenes que ahora eligen pasar a la acción. En esta línea, corresponde adaptar los sistemas educativos para potenciar la espontánea adultez del colectivo juvenil, y hacerlo parte de la función pública como sujeto político independiente que debe tomar la voz en la elaboración de las políticas públicas. Para esto último, debe tenerse en cuenta que no es suficiente esgrimir como bandera el tratamiento de las problemáticas juveniles si se las aborda como un área de especialización que impulse proyectos fragmentados e irrelevantes. Es menester que sean los propios jóvenes los que discutan y consensuen políticas públicas que den vigencia a sus derechos, necesidades e intereses, con el marco de mecanismos institucionales de participación efectivos, estrategias orientadas al impacto efectivo y una asignación de recursos acorde.

Siguiendo la línea de Easton, el proceso iterativo de elaboración de políticas públicas se nutre del intercambio constante con la sociedad civil, y no es posible alcanzar resultados favorables si la juventud no es escuchada ni tenida en cuenta. Las viejas estructuras deben ceder para formar a las nuevas generaciones que se alzan como impulsoras de la transformación social, y deben asegurarse los procesos dinámicos de interacción con un sujeto político que ha sido excluido y estigmatizado y que, en consecuencia, ha desarrollado un desencanto hacia lo público.

La memoria colectiva latinoamericana nos obliga a atesorar y revalorizar constantemente las instituciones democráticas y, en este sentido, es imprescindible construir modelos multidimensionales del comportamiento cívico, superando los mecanismos convencionales. Para conservar la confianza y compromiso hacia las instituciones públicas, la administración pública y los partidos políticos deberán comprender que, lejos de significar una amenaza a la democracia, el desarrollo de los jóvenes como ciudadanos críticos denotan la madurez del sistema político.

Referencias

Arenal, C. D., y Sanahuja, J. A. (2010). Teoría de las relaciones internacionales. Madrid: Editorial Tecnos (Grupo Anaya, SA) Congreso de la República. Ley (Vol. 975).

López Montiel, A. G. (2008). Las teorías de sistemas en el estudio de la cultura política. Política y cultura, 29, 171-190.

Rodríguez, E. (2005). Juventud, desarrollo y democracia en América Latina. Nueva Sociedad.

Vommaro, P. (2013). Las formas de participación política juvenil en la democracia argentina: treinta años de encuentros, divergencias, cambios y persistencias. Bicentenario, 8, 2013-12, 32-39.

Zuasnabar, I., Y Fynn, I. (2017). ¿Qué sienten los jóvenes latinoamericanos sobre la política? Diálogo Político, 2017-1, 29-32.

Valentina Testa

(Córdoba, Argentina). Licenciada en Relaciones Internacionales y estudiante de Ciencia Política por la Universidad Siglo 21. Presidenta de la Organización Argentina de Jóvenes para las Naciones Unidas (OAJNU). Analista de relaciones institucionales en la Legislatura de Córdoba. Ganadora del IV Concurso de Artículos Breves de Diálogo Político, temática «Política latinoamericana: la juventud» (2021)

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