Unidad en la diversidad: el fundamento de la CELAC para avalar el autoritarismo

Unidad en la diversidad: el fundamento de la CELAC para avalar el autoritarismo

En América Latina y el Caribe la institucionalidad democrática y los derechos de los ciudadanos están sometidos a ataques desde

Por: Gabriel Salvia9 Feb, 2021
Lectura: 6 min.
Unidad en la diversidad: el fundamento de la CELAC para avalar el autoritarismo
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

En América Latina y el Caribe la institucionalidad democrática y los derechos de los ciudadanos están sometidos a ataques desde el poder. El último informe de la Fundación Bertelsmann pone en evidencia la contradicción entre las declaraciones, los compromisos y la realidad.

Si el respeto a las libertades civiles y los derechos políticos estuviera efectivamente vinculado a las cláusulas adoptadas en los organismos intergubernamentales regionales, entonces América Latina y el Caribe serían la zona más democrática del mundo. Pero de acuerdo con el último informe del Bertelsmann Transformation Index (BTI), que analiza cada dos años el estado de la transformación política, económica y de la gobernanza, seis países de la región califican como autocracia, es decir, no cumplen con requisitos fundamentales que hacen a un sistema de gobierno democrático. Se trata de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Guatemala, Honduras y Haití, en este último caso debido a que es un estado fallido.

Entre 1998 y 2011 han suscripto cláusulas democráticas cinco diferentes organismos regionales: «Protocolo de Ushuaia sobre Compromiso Democrático en el Mercosur, la Republica de Bolivia y la República de Chile» (24 de julio de 1998); «Carta Democrática Interamericana» de la Organización de Estados Americanos (11 de septiembre de 2001); «Protocolo Adicional al Tratado Constitutivo de UNASUR sobre Compromiso con la Democracia» (26 de noviembre de 2010); «Declaración Especial sobre la Defensa de la Democracia y el Orden Constitucional en Iberoamérica» de la Organización de Estados Iberoamericanos (4 de diciembre de 2010); y la «Declaración Especial sobre la Defensa de la Democracia y el Orden Constitucional en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños» (3 de diciembre de 2011).

Cuando se creó la CELAC gobernaban Hugo Chávez en Venezuela, Raúl Castro en Cuba, Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Dilma Rousseff en Brasil, Fernando Lugo en Paraguay, Cristina Kirchner en Argentina y José Mujica en Uruguay, quienes simpatizaban entre sí a pesar de que algunos gobernaban autocracias y otros/as democracias.

Mucho ha cambiado desde entonces. Por ejemplo, el 8 de agosto de 2017 se creó el Grupo de Lima para buscar una salida pacífica a la crisis venezolana. Dos años más tarde, el 22 de marzo de 2019 se constituyó en Santiago de Chile el Foro para el Progreso de América del Sur (PROSUR) cuya declaración constitutiva directamente incluyó en su punto 5 «Que los requisitos esenciales para participar en este espacio serán la plena vigencia de la democracia, de los respectivos órdenes constitucionales, el respeto del principio de separación de los Poderes del Estado, y la promoción, protección, respeto y garantía de los derechos humanos y las libertades fundamentales, así como la soberanía e integridad territorial de los Estados, con respeto al derecho internacional».

Más recientemente, el 1 de marzo de 2020, asumió la presidencia del Uruguay Luis Lacalle Pou, luego de quince años de gobiernos del Frente Amplio. A la asunción del flamante presidente oriental no fueron invitados Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro ni Daniel Ortega, presidentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, respectivamente, para no convalidar a dictadores. Es decir, el flamante presidente uruguayo, quien llegó al poder luego de competir primero en una elección interna, seguidamente en una votación general con candidatos de otros partidos y finalmente resultar electo tras triunfar en un balotaje, consideró con mucha lógica no invitar a su asunción a jefes de Estado de América Latina que carecen de legitimidad democrática. Sin embargo, Lacalle Pou decidió no integrarse ni al Grupo de Lima ni al PROSUR, al tiempo que no reconoció al representante diplomático de la Asamblea Nacional de Venezuela..

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.La creación de la CELAC decía asentarse en el respeto irrestricto del Estado de derecho, la defensa de la democracia, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales. Incluso la CELAC adoptó en Caracas la «Declaración Especial sobre la Defensa de la Democracia y el Orden Constitucional», suscripta también por Cuba, cuyo régimen político de partido único la viola expresamente, y por la propia Venezuela que ya entonces con Hugo Chávez en el poder había dado varios pasos hacia el autoritarismo.

La pregunta obvia que surge es: ¿cómo los países que integran la OEA y desconocen a la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela al mismo tiempo la reconocen y legitiman en la CELAC? ¿Se puede formar parte de un organismo, como la CELAC, que se define como «mecanismo intergubernamental de diálogo y concertación política» cuando Estados que lo integran reprimen a la oposición política o directamente la criminalizan?

Para los países latinoamericanos que aspiran al desarrollo, la CELAC no solamente es un organismo inútil, carente de estructura, que ni siquiera tiene un sitio web propio (el sitio web de la CELAC está incluido en el del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe). Además de una pérdida de tiempo y duplicación de recursos, el real objetivo de la CELAC es que el bloque del ALBA influya y condicione políticamente al resto de los países de la región, como lo viene haciendo Cuba en el Grupo Latinoamérica y el Caribe (GRULAC) de la ONU.

Asimismo, un fortalecimiento de la CELAC impulsada y liderada por los regímenes autoritarios de la región parecería que también apunta al debilitamiento del sistema interamericano de protección de los derechos humanos.

Los países y bloques regionales tienen diferencias económicas, sociales y culturales, pero sobre el compromiso con la defensa de la democracia y las libertades fundamentales como pilar del desarrollo debería existir una unidad política incondicional basada en lo establecido en la Declaración Universal de Derechos Humanos. De lo contrario, seguirá existiendo la hipocresía, el doble estándar y nuevos casos de erosión del Estado de derecho que deriven en autoritarismo.

Acceda a un tratamiento en profundidad de los contenidos de este artículo en la publicación Unidad en la diversidad el fundamento de la CELAC para avalar el autoritarismo, de Gabriel Salvia, disponible aquí.

Gabriel Salvia

Gabriel Salvia

Director general de CADAL. Periodista y activista de derechos humanos. Autor de «Las sillas del Consejo: autoritarismos y democracias en la evolución de la integración del órgano de DDHH de la ONU» (2020).

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