El humanismo a prueba: repensar la globalización

El humanismo a prueba: repensar la globalización

La migración, el desarrollo sustentable y las violencias son temas comunes a Latinoamérica y que pueden marcar la pauta para

Lectura: 6 min.
El humanismo a prueba: repensar la globalización
Compartir
Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La migración, el desarrollo sustentable y las violencias son temas comunes a Latinoamérica y que pueden marcar la pauta para una integración que, sobre la premisa de las enormes desigualdades de la región, permita devolver a la persona humana al centro de la globalización.

El proceso integrador del comercio y la economía mundiales que representó la globalización tomó un curso que, bajo la ruta del capitalismo mercantilista de los últimos treinta años, llevó a limitar la calidad de sus resultados a un modelo que hizo del consumo y la riqueza material sinónimos de bienestar social.

Son innegables los logros que ha legado ese modelo. Hoy el mundo es, en comparación, más rico y próspero de lo que era hace tres décadas, goza de instituciones supranacionales que regulan y facilitan transacciones y acuerdos comerciales, y la economía mundial se encuentra integrada como un todo que, gracias al avance de las tecnologías de la información, hace del libre mercado una palanca de desarrollo, crecimiento y prosperidad.

Esta globalización, no obstante, ha dejado ver sus límites y sus no menores incapacidades. Y las más graves tienen que ver con los seres humanos: mujeres y hombres con rostro, con realidades particulares, con necesidades individuales y colectivas que constatan de manera cotidiana las injusticias de un proceso que dejó al margen a millones de personas.

Aquellos que constatan que un contenedor de productos tiene más derechos y garantías que un migrante; aquellos que ven muros levantarse para impedir el paso mientras las autovías están abiertas a electrodomésticos o prendas de vestir; aquellos que deben mendigar el alimento cotidiano a las puertas de tiendas de automóviles que cuestan lo que no podrían pagar en varias generaciones; aquellos que padecen condiciones laborales inhumanas que son aprovechadas por compañías para abaratar los costos de producción…

La globalización decidió dar la espalda a las y los marginales, los hizo prescindibles, los culpó según algunas teorías de su propia desgracia, los delegó a la responsabilidad del Estado, los marginó e incluso encerró en chabolas, suburbios, barriadas o favelas, nombres modernos para lo que en otro tiempo se llamó gueto.

La pandemia de la COVID-19 ha permitido asistir en tiempo real a la forma en que esas desigualdades se manifiestan en la vida cotidiana, y su símbolo más poderoso es el del repartidor de comida o insumos básicos que expone su vida mientras otros pueden esperar a salvo la llegada de los productos solicitados desde un dispositivo móvil: esta revaloración de esas profesiones que en muchos países son marginales, exentas de protección social o de beneficios laborales, es un llamado de atención sobre las injusticias que se han perpetuado y multiplicado en un mercado laboral que de pronto deja ver sus enormes inequidades.

Y ha sido también la pandemia la que ha llevado al debate público el cómo será esa realidad a la que volveremos como humanidad en cuanto sea posible regresar a las calles, a los lugares de trabajo o a las actividades familiares. Por principio, y una vez superada la etapa de la crisis sanitaria, llegará una nueva crisis que en Latinoamérica se manifestará, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en una caída del PIB de 5,3%, «la más grande desde la recesión de 1929».

Así, el informe Dimensionar los efectos del COVID-19 para pensar la reactivación señala que, en términos de producción y comercio internacional, «los escenarios posibles que aún están abiertos son por lo menos tres: continuación de la globalización pero sobre la base de nuevos modelos de gobernanza más receptivos al multilateralismo y la corrección de las desigualdades entre países; soluciones de alcance exclusivamente nacional; o una acentuación de la regionalización».

Si bien la solución regional ya cuenta con mecanismos que agrupan al norte, al centro y al sur de Latinoamérica en bloques comerciales, avanzar hacia una integración mayor que se ponga como origen y destino el bienestar de las personas, y dé con ello un paso para corregir las grandes carencias que hoy demuestra el modelo económico vigente, figura en el horizonte como una posibilidad que es importante instalar en el debate público.

La construcción de la Unión Europea a partir del tratado del carbón y el acero muestra en ese sentido un modelo que en la actualidad es el más avanzado, aunque aún perfectible, en cuanto a la preeminencia de los derechos de las personas. Si dos materias de intercambio pudieron conciliar a naciones a partir de encontrar aquellos puntos en común que permitieron dar los primeros pasos, Latinoamérica tiene hoy temas que la unen como región y que pueden fungir como punto de encuentro más allá de las mercancías: la migración, el medioambiente y las violencias son aspectos que afectan a la región en su conjunto y que exigen de soluciones que trasciendan lo nacional.

Una integración regional que ponga a las personas como centro y al desarrollo sustentable como marco general tiene la potencialidad de vencer aquellos escollos —comenzando por los ideológicos— que han impedido avanzar de manera más firme y contundente en paliar las enormes desigualdades que padece América Latina.

Para ello, el humanismo tiene los valores sobre los cuales puede empezar a construirse una unidad que podría representar un nuevo paradigma en un mundo global al que le urgen soluciones y alternativas que devuelvan el rostro, la dignidad y el bienestar a millones de mujeres y hombres que aguardan un modelo de desarrollo más justo, plural e incluyente.

El humanismo tiene así el enorme reto, en el contexto de una pandemia como la que afecta hoy en día a la humanidad, de comenzar a reflexionar la manera en que puede volver a contribuir desde las ideas y desde la praxis política a la generación de soluciones que demuestren su vigencia y su capacidad de construir un mejor porvenir.

newsletter_logo

Únete a nuestro newsletter