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Inicio TESTIMONIOS
¡Racista miserable! o un buen día para practicar la democracia

¡Racista miserable! o un buen día para practicar la democracia

Dr. Benedikt Brunner por Dr. Benedikt Brunner
noviembre 7, 2018
en TESTIMONIOS
Reading Time:6minutos de lectura
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El pasado 13 octubre, bajo el lema #indivisible, 200.000 personas marcharon en Berlín a favor de una sociedad abierta y plural; y en contra de la creciente influencia de los grupos de extrema derecha en Alemania, incluido el partido Alternativa para Alemania (Afd), que está conformado por populistas con inclinaciones nacionalistas.

La manifestación fue un mensaje poderoso en aras de una sociedad civil democrática y pacífica. Sin embargo, no estuvo exenta de experiencias negativas. El siguiente texto retrata una de estas. Su autor, Benedikt Brunner, impactado por los eventos, escribió ese mismo día este texto en su página de Facebook. Desde entonces ha sido leído más que 18.000 veces y —junto con textos de personas que pasaron por un trance similar— ha desatado una discusión en la prensa alemana sobre el rol de los colores nacionales (negro, rojo y dorado) en el espacio público. A continuación, la versión original del texto de Facebook que inició este debate.

Hoy, 13 de octubre, me ocurrió algo que nunca antes me había pasado: me gritaron racista miserable, no porque hubiera dicho o tenido con alguien algún gesto o actitud racista (¡nada me sería más ajeno, por lo demás!). Las personas que me insultaron no me conocían, ni habían hablado conmigo. Entonces ¿qué fue lo que pasó? Muy sencillo: fui tildado de racista miserable por participar en Berlín en la manifestación #indivisible —a favor de una sociedad cosmopolita, el derecho al asilo y contra el odio y el racismo—, porque llevaba una bandera alemana (de colores negro, rojo, dorado) y una de la Unión Europea atadas a un mismo mástil. Mi intención era demostrar que estos colores no le pertenecen a la AfD, al Pegida, o a otros grupos similares, sino a nosotros: cerca de 82 millones de personas que representan la gran diversidad de este país. Debo confesar que la agresividad que esto suscitó me dejó y aún me deja perplejo, y es por esto que he decidido escribir estos pensamientos.

Todos conocemos las imágenes de manifestaciones de grupos de extrema derecha, en las que se ve con frecuencia la bandera tricolor negra, roja y dorada alemana en grandes tamaños. Sin embargo, en las contramanifestaciones, la tricolor negra-roja-dorada brilla por su ausencia. De la misma manera, después del fin de la euforia del movimiento Pulse of Europe, la bandera de la UE ha prácticamente desaparecido del espacio público. Esto es una lástima, ya que juntar las dos banderas constituye un mensaje poderoso contra el mal uso ideológico de la tricolor negra-roja-dorada por los grupos de extrema derecha.

Un amigo y yo estábamos convencidos de la importancia de este mensaje, por lo que decidimos llevar ambas banderas de una manera muy visible a la manifestación #indivisible.

Les presento una selección de las reacciones más memorables con las que nos vimos confrontados en nuestro recorrido desde el Alexander Platz hasta el Postdamer Platz.

En varias ocasiones fuimos llamados miserables e incluso racistas miserables, tanto por transeúntes como por participantes de la manifestación. Naturalmente fuimos fotografiados y filmados por algunas de estas personas. Es una sensación angustiosa saber que uno figura en las redes de ciertos activistas, en las que uno será seguramente difamado como racista o, tal vez, como otras cosas.

Asimismo, fuimos abordados por cuatro (¿reales?, ¿supuestos?) representantes de los organizadores de la manifestación, quienes nos explicaron distintas reglas que habrían sido acordadas en consenso sobre el tema de las banderas: las banderas alemanas están permitidas, pero no en la primera fase; las banderas nacionales están prohibidas, pero se permiten las de la UE; no se permiten ni banderas alemanas ni de la UE. De la misma manera, comentarios del tipo: «¡les podemos quitar sus banderas!»; «¡lamentablemente no les podemos quitar sus banderas!». Finalmente, un hombre con chaqueta de guardia de seguridad respondió —después de hablar un momento por radio— a mi pregunta sobre si realmente querían quitarnos las banderas con las palabras: «Ahora estamos ocupados, pero luego nos ocuparemos de ustedes».

No sé si sea solo por mi interés por la Historia, pero la frase «luego nos ocuparemos de ustedes» me dejó una sensación perturbadora.

A la altura de la municipalidad metropolitana de Berlín nos abordaron tres mujeres muy jóvenes, quienes nos gritaron, demandando que bajáramos las banderas inmediatamente. Creo que para ellas el tema de fondo también era el racismo. Lo que pasó a continuación —para expresarlo de manera cordial— fue una retahíla de ataques verbales. Un hombre que acompañaba a las mujeres se me plantó delante. (¡Esto me generó cierto orgullo, ya que nunca en mi vida había sido el causante de una barricada humana!). Después de que en repetidas ocasiones el hombre no me dejara pasar, di un paso al lado, lo que solo causó que otra manifestante me cerrara el paso. Segundos después, una de las mujeres le quitó a mi amigo su bandera alemana. Él debió luchar por recuperarla, lo que pudo conseguir sin ningún tipo de agresión física. Ni obstante esto, rompió parcialmente la bandera. Sin embargo, aún pudo atarla nuevamente junto a la bandera de la UE.

Más allá de esto, tuvimos conversaciones cargadas de insultos pero también algunas con preguntas formuladas razonablemente hacía nosotros. Con una joven que solía trabajar como periodista (si bien ya no se dedica a esto, según ella), tuve una conversación muy interesante. Casi al finalizar, ella dejó de llamar a la bandera tricolor «nacionalista», para referirla simplemente como los «colores nacionales». Dudo mucho que en las próximas elecciones corra a votar por la Unión Demócrata Cristiana (CDU); sin embargo, fue una de las pocas conversaciones que tuve hoy que se desarrolló como deberían darse todas las discusiones entre demócratas, particularmente entre aquellos que asisten a manifestaciones por una «sociedad abierta».

Que quede claro: en el transcurso de la marcha encontramos también personas a quienes les gustó nuestro mensaje expresado a través del uso conjunto de la bandera alemana y la europea y que concordaban con nosotros en que los colores negro, rojo y dorado no pueden convertirse en un símbolo de la extrema derecha. Una familia (padre, madre y dos hijas pequeñas) llevaba consigo una bandera alemana a la que habían colocado un cartel con el primer artículo de la Constitución de la República Federal de Alemania: «la dignidad humana es inalienable».

Pensando en esta provisión de nuestra Constitución, los eventos del día de hoy parecen aún más absurdos. Junto a un número que oscila entre las 150.000 y 250.000 personas, nos manifestamos en Berlín a favor del derecho al asilo; derecho que tienen todos los perseguidos y que está anclado en el artículo 16 de la Constitución alemana. Hemos participado en una manifestación haciendo uso de los derechos garantizados por el artículo 8. Muchos de los manifestantes llevaban carteles y pancartas, lo que les está permitido por la libertad de expresión que protege el artículo 5. Podríamos citar otros de los derechos y principios que hacen a nuestra carta magna una las mejores del mundo y que nos dan razones para celebrarla en manifestaciones públicas. Sin embargo, si bien el artículo 22 de la Constitución alemana dice «la bandera nacional es negra, roja y dorada», esto parece ser desconocido para muchos. Dicho de otra manera: el negro, el rojo y el dorado está en la misma Constitución que consagra el derecho al asilo. ¿Puede alguien explicarme por qué algunos odian los primeros y manifiestan a favor del último?

Por lo menos en la manifestación de hoy nadie tenía una respuesta. Y yo le pegunté a todos aquellos que quisieron hablar con nosotros en vez de insultarnos. Solo para dejar las cosas en claro y a fin de que este texto no sea aprovechado por racistas o radicales (a los cuales mi amigo y yo soportamos tan poco como algunos de los manifestantes hoy): participamos en la manifestación con plena convicción, volveríamos a participar; y volveríamos a hacerlo llevando el negro, rojo y dorado.

En este texto he descrito algunas de reacciones que observamos, pero no tengo ninguna razón para afirmar que estas representan el sentir de la mayoría de los participantes de la manifestación. Si este hubiera sido el caso, probablemente no hubiéramos podido recorrer el trecho portando nuestras banderas.

Sin embargo, me he dado cuenta de algo: la mayoría de las manifestaciones de este tipo son organizadas por la izquierda (¡ya quisieran las juventudes del CDU poder organizar algo de esta magnitud!). Y en muchos activistas de izquierda hay un desagrado arraigado (odio, incluso) contra la bandera tricolor alemana, el cual hace casi imposible una discusión civilizada. Y esto en muchos aspectos es muy corto de vista. Hoy día he aprendido mucho sobre tolerancia e intolerancia y sobre la incapacidad de muchos de individuos de diferenciar entre estos dos conceptos. Pero este tema es muy complejo como para entrar ahora en detalle…

A pesar de todo —y no quiero dejar de recalcar esto— este día me ha dejado una lección valiosa: haber participado en la manifestación #indivisible ha sido como haber realizado un workshop en democracia aplicada. No es especialmente agradable ser insultado e implícitamente amenazado, pero creo que realmente hizo bien haber tenido la oportunidad de defender los principios en los cuales uno cree —la democracia, la Constitución, los derechos fundamentales, los colores nacionales y los de la amistad europea, y mucho más—. Nos encontramos en una fase en la que es necesario defender —quizás ahora más que en los últimos 50 años— aquellos principios y reglas de la convivencia social que considerábamos autoevidentes. Para muchas personas, nuestro sistema democrático y basado en las libertades civiles ha dejado de ser una certeza, tal como lo era en el pasado y como debería serlo en nuestros días. El que quiera defender este sistema debe practicar a defenderlo. Y es por eso que hoy fue un buen día para practicar la democracia.

 

Traducción: Dr. Andrés Hildebrandt.

 

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Cientista político y con formación de periodista. Tiene 40 años. Trabaja en Berlín, donde vive con su esposa y dos hijas.

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