Adam Isacson: “El crimen organizado no busca tomar el poder, sino, mantener sus negocios”

Adam Isacson: “El crimen organizado no busca tomar el poder, sino, mantener sus negocios”

El experto en defensa de WOLA analiza los retos que enfrenta la región para abordar la globalización del narcotráfico y la ausencia del Estado en zonas clave.

Por: Gabriel Pastor4 Mar, 2025
Lectura: 7 min.
Adam Isacson: “El crimen organizado no busca tomar el poder, sino, mantener sus negocios”
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El Informe Mundial de Drogas 2023 señala un aumento en el número de consumidores y en el consumo problemático de sustancias. Además, indica una menor accesibilidad al tratamiento. También indica que Colombia, un país clave en el narcotráfico, aunque sin el monopolio de los años 90, registró un crecimiento en el área sembrada de coca y en la producción de cocaína.

Adam Isacson, director de la veeduría de defensa de la Washington Office on Latin American (WOLA), una ONG con sede en Washington dedicada a promover los derechos humanos, la justicia social y el desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe, explicó a Diálogo Político el papel que juega hoy la región en el narcotráfico, los cambios en la dinámica de esta economía ilícita y los retos en la lucha contra este flagelo. Además, Isacson es experto en migración, paz y seguridad, así como en políticas de drogas en la región. Se ha especializado a estudiar el caso de Colombia.

El mercado de la cocaína

¿Qué cambios hubo en el negocio ilícito de la cocaína en los últimos treinta años?

—En los años 90, Colombia lideraba la producción de cocaína, por encima de Perú y Bolivia. Los carteles de Medellín y Cali eran “multinacionales”, con capacidad para trasladar el producto y refinarlo en sus grandes laboratorios. Con la muerte de Pablo Escobar y la caída de los hermanos Rodríguez Orejuela, otros grupos, como las FARC y los paramilitares, ocuparon el vacío. Pero sin la capacidad de los carteles de Medellín y Cali. En esa década, el cultivo de coca comenzó a expandirse en los departamentos de Guaviare, Meta y Putumayo. El programa de fumigación con herbicidas por parte de EEUU para erradicar la coca en Guaviare, provocó la dispersión hacia el sur, especialmente a Putumayo.

La implementación del Plan Colombia contribuyó a debilitar a los grupos armados, pero también llevó a una mayor dispersión de la coca. Se extendió a Nariño, especialmente a la Costa Pacífica, y a Catatumbo, Antioquia y el Chocó. Esta tendencia se mantuvo.

¿Hacia dónde va el negocio de la cocaína?

—Hoy, la cocaína producida en Colombia y en otros países andinos, en su mayoría, va a Europa y al resto de la región, con Brasil como un mercado importantísimo.

La demanda de cocaína en EEUU ha aumentado ligeramente en los últimos diez años, pero la oferta se ha duplicado o triplicado. La cocaína fue una plaga a principios de los años 90, especialmente el crack, que destruyó barrios y causó muchas muertes. Esta droga está asociada principalmente a los años 80 y 90 y pasó un poco de moda. Lo que más preocupa en la actualidad son las drogas sintéticas. Estas son las metanfetaminas y el fentanilo, que son responsables de un aumento alarmante de muertes por sobredosis.

De Latinoamérica al mundo

¿Cuál es la ruta que llama más la atención?

—La de enormes embarcaciones de América Latina hacia Europa, principalmente hacia los puertos de Rotterdam y Hamburgo. Es en estos puertos donde los narcotraficantes obtienen mayores ganancias. Mucho de este cargamento proviene de Venezuela o Ecuador. Centroamérica o México abastecen principalmente el mercado estadounidense. Se estima que EEUU representa menos del 30% de la demanda mundial de cocaína.

El papel de nuestra región es preocupante.

—Totalmente. Este cambio en las rutas del narcotráfico es motivo de gran preocupación para América Latina. Un ejemplo claro es Ecuador. Desde el Acuerdo de Paz en Colombia (2016) y la pandemia, los grupos de crimen organizado ecuatorianos, apoyados por patrones mexicanos, entraron en guerra, lo que resultó en un aumento dramático de homicidios. Este fenómeno ha alarmado a los países vecinos.

Hoy, es más difícil sacar cocaína desde los puertos colombianos debido a la efectividad de la Armada y la Policía de Colombia, que han registrado incautaciones récord de más de 700 toneladas al año, principalmente en el espacio marítimo. Por esta razón, los narcotraficantes buscan rutas con controles más laxos, como Ecuador. Ni que hablar desde Venezuela, donde reina el descontrol.

Por otro lado, el Amazonas se ha convertido en una ruta importante para el tráfico de cocaína hacia Europa. Además, Brasil es el segundo país consumidor de cocaína en el mundo, lo que hace que gran parte de la cocaína destinada a Europa termine quedándose en Brasil.

Globalización del narcotráfico

Existe una interacción entre las economías ilícitas y lícitas. ¿Cómo funciona?

—En Europa, las autoridades están muy preocupadas por el tráfico de cocaína camuflada en contenedores comerciales, como cargamentos de banano u otros productos. El narcotráfico está aprovechando las vías legales para trasladar la droga.

¿Se trata de bandas colombianas con conexiones internacionales?

—Se podría hablar de una suerte de Naciones Unidas de la criminalidad en constante cambio. Hay una globalización del narcotráfico. Los grupos criminales colombianos han perdido el monopolio que tuvieron hace 25 o 30 años. En Ecuador, se habla de la participación de grupos colombianos que intervienen en la oferta y de mexicanos que operan en la ruta hacia EEUU. Incluso de grupos albaneses e italianos. En la región, opera el Tren de Aragua de Venezuela y el Primer Comando Capital de Brasil. En Ecuador, al menos 22 grupos están involucrados en el narcotráfico, trabajando en conjunto con carteles como los de Sinaloa y Jalisco, que tienen sus propias cadenas de oferta en Ecuador con grupos específicos locales.

¿Cuáles son los problemas de fondo que dificultan la lucha contra el narcotráfico?

—La ausencia del Estado en vastas zonas de América Latina, especialmente en la Amazonía y la Costa Pacífica. En estas regiones, la gente pasa mucho tiempo sin ver a representantes del Estado, lo que facilita la penetración de los grupos de crimen organizado.

La corrupción también juega un papel crucial. Los grupos de crimen organizado no buscan tomar el poder, sino mantener sus negocios. Esto los lleva a infiltrarse en el Estado. Necesitan de la corrupción para operar con tranquilidad.

La dinámica de la prohibición también contribuye al problema. Al declarar ilegal la coca, se crea un bien escaso de manera artificial, lo que eleva su precio e incentiva el cultivo y tráfico de la planta.

Además, la enorme desigualdad económica en América Latina empuja a muchas personas hacia las economías ilegales.

Soluciones sin mano dura

¿Por qué hubo una disminución en el acceso al tratamiento del consumo de drogas?

—Los votantes prefieren pedir más cárceles y policías en lugar de soluciones de tratamiento. Los programas de desintoxicación son efectivos, pero costosos. Además, hay un estigma en torno a los centros de tratamiento, ya que afectan el valor de las propiedades y la percepción de los barrios.

Hay otros factores que también influyen. Por ejemplo, en EEUU existe la creencia de que si una persona creó sus propios problemas debe solucionarlos por su cuenta. Esto dificulta el enfoque en el tratamiento y la prevención de las adicciones.

Parecería que hay motivos suficientes para ser pesimistas.

—Aunque no se han resuelto todos los problemas, se está logrando un mayor consenso sobre cómo abordarlos sin mano dura y sin incrementar el sufrimiento. En Colombia, la Justicia es más fuerte hoy que hace 30 años. Una figura como Escobar hoy no tendría ninguna posibilidad. Es cierto que algunos grupos criminales están penetrando exitosamente en el Estado.  Si no hay mucha violencia, el narcotráfico continúa bajo una especie de pax mafiosa.

Construir una seguridad democrática, encontrar alternativas económicas, crear oportunidades, es una tarea para una generación entera. El progreso siempre es desigual, a veces se avanza, pero también se retrocede. Piense que hace 30 años todo era mucho peor.

Gabriel Pastor

Gabriel Pastor

Miembro del Consejo de Redacción de Diálogo Político. Investigador y analista en el think tank CERES. Profesor de periodismo en la Universidad de Montevideo.

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