La ilusión europea

Frente al ruido, la contaminación y la desinformación, Europa propone democracia, imperio de la ley y derechos humanos. La realización de estos valores requiere del compromiso de todos.

Por: Juan Luis Manfredi9 May, 2022
Lectura: 5 min.
La ilusión europea
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

Cada 9 de mayo, nosotros los europeos celebramos el proyecto común, la ilusión de compartir un entorno sociopolítico y económico que vive en paz y con un razonable sentido de la unidad.

Cuando en 1950 Robert Schuman pronunció la declaración propositiva de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, pocos adivinaban la longevidad y el éxito de la actual Unión Europea. Porque es una historia de éxito, aunque desde 2008 sale de una crisis para entrar en otra.

La gran recensión económica de la zona euro inaugura un periodo de quiebras en el consenso europeo con hitos concretos, como la anexión ilegal de Crimea, la llegada de refugiados sirios y afganos, la irrupción del trumpismo, el desgajo del brexit, el impacto de la pandemia y, ahora, la guerra de Rusia contra la arquitectura de seguridad y los principios democráticos del continente.

Y a todo esto ha sobrevivido. Por eso, estoy persuadido del éxito del proyecto y de la necesidad de avanzar en dos grandes líneas estratégicas para poder celebrar otros 72 años de vida.

Proyecto político

La primera dimensión es el proyecto político. No puede constituirse la ilusión europea sobre una retórica de mercados. Necesitamos ideas políticas que avancen en la ciudadanía europea y en los numerosos retos de la gobernanza global. El cambio climático, el respeto a las minorías, la transformación digital, la transición energética o la unidad fiscal son decisiones estratégicas que construyen una identidad. Por eso, hay que impulsar una idea europea, o varias, que conversen en el espacio público y promuevan un debate sano sobre qué Europa queremos legar a nuestros hijos.

La Unión Europea tiene fama de entorno burocrático y accesible solo para un grupo selecto de académicos, periodistas y clase política. Así no podremos transmitir la pasión y la ilusión por avanzar juntos en este continente de paz. El tibio avance del Parlamento Europeo hacia las listas transnacionales es un buen comienzo para pensar que nuestras disputas son europeas, no meras conversaciones locales.

Esta esperanza cosmopolita es la única alternativa al creciente proceso de desglobalización. Está por ver qué líderes europeos están dispuestos a avanzar en esta senda. El canciller alemán Olaf Scholz carece del peso específico y está aún digiriendo el peso del legado de Angela Merkel. El francés Macron aspira a un liderazgo jupiterino. Está por ver cómo puede conectar con la opinión pública europea desde el Instagram del Eliseo.

Los líderes de Hungría y Polonia no parecen interesados en conseguir estos avances, sino en reforzar políticas nacionales dentro de la seguridad jurídica europea. Emergen otros liderazgos posibles en España, Italia, Irlanda o Países Bajos, que conectados entre sí pueden constituir una oportunidad para conexiones alejadas de la tradicional línea Berlín-París. En la actual sociedad red, estas conexiones en los márgenes pueden ganar peso y revitalizar el proyecto europeo.

La ilusión europea. Juan Luis Manfredi | Shutterstock
Foto: Shutterstock

Trascendencia internacional

La segunda clave es la transcendencia internacional y está inexorablemente ligada al proyecto político y a la actual estructura del poder internacional. Rusia ha declarado la guerra al orden liberal y Ucrania solo es el comienzo de una revisión de las estructuras de poder y los valores que le sostienen.

El trumpismo ha debilitado el vínculo transatlántico y no es tan fácil recuperar el tiempo perdido, sobre todo por la obsesión norteamericana por pivotar hacia el Asia Pacífico. Allí China quiere imponer su hegemonía y contestar el papel de las instituciones multilaterales heredadas de la Segunda Guerra Mundial.

Europa no es capaz de ofrecer un proyecto sólido para los países africanos. Estos necesitan inversiones y proyectos a largo plazo, claves del crecimiento chino en el continente.

Algo parecido sucede en América Latina, tantos años relegada por la acción europea a un segundo lugar. La agresión rusa ha facilitado el despertar de la Unión Europea que aspira y se presenta a ser un poder geopolítico, esto es, algo más que un poder normativo sobre el mercado de 450 millones de consumidores. Lo veremos pronto, porque el éxito a medio plazo consistirá en dar contenido real a la autonomía estratégica europea, revisar las relaciones con la OTAN, atender la demanda de democratización en el Mediterráneo y el norte de África, así como otros territorios como el Indopacífico, cuya evolución es ahora una incógnita. Para eso, la Comisión Europea tendrá que afinar su perfil en política exterior y seguridad.

Los líderes europeos tendrán que asumir la vuelta a un tiempo de inversión en defensa y ganarse la capacidad de decidir por sí solos sin dependencias atlánticas. Suecia, Finlandia o Alemania parecen haber emprendido ese camino.

La ilusión europea se asienta sobre tres vértices: democracia, imperio de la ley y derechos humanos. Y los tres valores en creciente discusión por los autoritarismos duros y blandos.

Contemos nuestra historia frente al ruido, la contaminación y la desinformación. Compartamos la experiencia de unidad y aprendamos de la (mala) lección de disociar mercado de ciudadanía. Ensanchemos las bases de una economía de mercado con respeto a los derechos laborales y medioambientales. Apoyemos a las democracias allí donde pasan dificultades. Es nuestra hora.

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Juan Luis Manfredi

Juan Luis Manfredi

Catedrático Príncipe de Asturias (Georgetown University). Profesor titular de la Universidad de Castilla-La Mancha, donde imparte Periodismo y Relaciones Internacionales. Docente en la Facultad de Comunicación (Cuenca) y la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales (Toledo). Académico del Observatorio para la Transformación del Sector Público, en el campus de ESADE Madrid.

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