Simón Pachano es uno de los politólogos más prestigiosos de Ecuador. Cuenta con una extensa carrera de estudio sobre el sistema político de su país y, en especial, sobre el rol de los partidos políticos. Ante la actual crisis de representatividad que vive la región y los giros políticos que van marcando el mapa, lo hemos convocado para conversar.
Pachano es doctor en ciencia política por la Universidad de Salamanca y ejerce como profesor e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Ecuador. Es columnista del diario El Universo de Ecuador, desde donde semanalmente analiza la política ecuatoriana y latinoamericana.
Ruth Hidalgo: En lo regional, Colombia elige su primer presidente de izquierda. Venezuela sigue bajo el régimen de Nicolas Maduro, el socialismo gobierna en la mayoría de los países de Latinoamérica y ante la posible elección de Lula da Silva en Brasil, Ecuador parece ser la excepción en liderazgo de la derecha latinoamericana. ¿Cómo entender el actual momento político de Latinoamérica?
Simón Pachano: Creo que en parte el momento político podría ser calificado como un nuevo giro hacia la izquierda, no tanto porque la gente, los votantes, giren hacia la izquierda, sino porque los candidatos de esa tendencia son los que triunfan. Es lo que ya sucedió en el anterior giro según las encuestas; por ejemplo, la de LAPOP, donde se veía que la gente no es que se volvía de izquierda, se mantenía mayoritariamente en el centro, pero votaba a candidatos de la izquierda. ¿Por qué ocurrió esto? Fundamentalmente porque la gente está votando en contra de los partidos gobernantes entonces. A los gobiernos de derecha les tocó mal momento

¿América Latina hacia la izquierda?
Existen estudios que evidencian una tendencia en Latinoamérica de inclinación hacia la izquierda. ¿Considera que esta tendencia ideológica es real? ¿La sombra socialista recupera fuerza en los ciudadanos?
Yo creo que no. Considero que igual que en el giro anterior, no es un giro de la ciudadanía. Es de los gobiernos, de los políticos. Incluso, muchos de esos gobiernos que se dijeron de izquierda, creo que no son de izquierda. Por ejemplo, Kirchner, tanto Cristina como su difunto esposo, no se les puede considerar de izquierda. Sí que hay sectores de la izquierda que los apoyan, pero no creo que ni ellos ni sus gobiernos fueron de izquierda. Lo mismo el padre Lugo, en Paraguay, que se consideró de izquierda y no tuvo nada de gobierno de izquierda.
Hay que tener cuidado en diferenciar qué es cada uno de los gobiernos. Hay tipos de izquierda muy diferentes. Es muy diferente la izquierda chilena de la Concertación, esa que gobernó en el giro anterior, a la de Hugo Chávez. Es muy distinta la del Frente Amplio en Uruguay, incluso la de Lula, que fue un gobierno de centroizquierda, a la de Chile. No son lo mismo. Se diferencian los otros gobiernos que tenían una retórica muy radical, como la de Rafael Correa (y más retórica que hechos), por lo que hay que hacer esa salvedad.
Divorcio de las nuevas élites
A pesar del aparente respaldo en las urnas, estos gobiernos han perdido gran aceptación y popularidad en sus países. ¿Cómo ha visto el inicio del gobierno de Gabriel Boric? ¿Qué significa el revés sufrido por el resultado al plebiscito del pasado 4 de septiembre?
Creo que significa un divorcio de élites, entre la de Boric y la izquierda más radical en Chile. Ambas fueron quienes protagonizaron el llamado estallido del año 2019 y que la ciudadanía dijo «sí está muy bien, cambiemos la Constitución, vamos a una convención constitucional —como se llamó allá—. Hagamos una nueva Constitución y quitémonos la de la dictadura». Pero la convención se fue a un extremo que no es el que quiere la sociedad chilena, como quedó demostrado. Ahí hubo un divorcio muy claro y Boric, en la votación del 4 de septiembre del referéndum sobre la nueva Constitución, quedó con una votación cercana a la que obtuvo en la primera vuelta. Entonces, eso hace ver que el tema hay que tratarlo con más cuidado. No es el viraje de la ciudadanía, sino un viraje de los políticos; y, en este caso, a ellos les resultó mal.
Crisis peruana
El caso peruano también merece un análisis profundo y es que, tras pasar por abruptos y repetidos cambios de mandatarios, se elige a Pedro Castillo y su gobierno parece perpetuar la crisis política, pasando por constantes cambios en su gabinete e incluso atravesando dos procesos de vacancia presidencial en el Congreso. ¿Cuál cree que es la raíz de esta crisis y qué salidas le quedan al Perú?
Me parece que la elección de Castillo es resultado de una crisis de extensa duración que tuvo la política; no de la economía, que siguió funcionado con piloto automático, como dicen allá. Esta crisis venía desde hace mucho tiempo y tiene que ver primero con la polarización entre el fujimorismo y el antifujimorismo, y la destrucción de los partidos políticos durante el régimen de Fujimori (fue un suicidio, igual que en Ecuador).
Todo eso se ha ido manifestando a lo largo de estas décadas. Es lo que ha dado lugar a que los presidentes sean muy débiles, a que no cuenten con mayorías en el Congreso y que además estén permeados totalmente por la corrupción. Todos los expresidentes, exceptuando el último interino, están procesados. Algunos han guardado prisión, otros están prófugos y uno de ellos se suicidó. Es una crisis mucho más grave y, sumada a la pandemia, generó condiciones para que en las últimas elecciones se fragmentara a tal punto la votación que cualquiera podía llegar a la Presidencia. Ahí sí no hubo ningún cambio, ni viraje de ninguna manera. Además, Pedro Castillo ha demostrado que no está capacitado para ser presidente. Es una persona que no estaba preparada. Ahí es donde se ve la necesidad de la profesionalización de la política.
Los errores de la política
En el contexto regional, ¿cree que esta tendencia de regresar a regímenes de izquierda se debe a errores cometidos por los gobiernos de centroderecha y de derecha? ¿Considera que ha habido falta de conexión con la gente e incremento en las brechas de desigualdad? ¿Qué errores estarían siendo castigados?
Sí, por supuesto que hay muchos errores de esos gobiernos, al igual que hubo errores de los gobiernos de izquierda. Recordemos también el impacto de la crisis agudizada por la pandemia. Este es un factor que no se puede dejar de lado, pero evidentemente hay una fuerte carga de responsabilidad en los gobiernos de derecha que no se preocuparon de aspectos fundamentales como la desigualdad y los niveles de pobreza. El caso colombiano y el chileno son muy ilustrativos. Colombia y Chile están entre los países más desiguales de América Latina; tienen indicadores económicos buenos en términos de crecimiento e inversión, pero en términos de igualdad son países muy deficitarios y eso les pasó factura. Justamente esto llevó a que la gente se volcara a las calles en esos dos países.
Relaciones entre Colombia y Ecuador
En Colombia, las pasadas elecciones estuvieron marcadas por el incremento en la participación, especialmente la juvenil, que dio como resultado el primer gobierno de izquierda y la primera vicepresidenta mujer y afrocolombiana. Como país vecino, ¿qué agenda bilateral deberán tener Colombia y Ecuador? ¿Cuáles son los riesgos y oportunidades?
Esta pregunta tiene dos componentes diferenciados. Uno es la llegada de la izquierda y de sectores que estuvieron excluidos históricamente en Colombia. Eso es un elemento muy importante y positivo para la democracia, porque tradicionalmente estuvo excluido todo un sector de izquierda que pareció que iba a tener cabida en la política colombiana a los comienzos de los noventa, cuando incluso se convocó la Constituyente para elaborar la Constitución del 91, cuando tuvo un papel importante el grupo que provenía del desmovilizado M-19. Sin embargo, esto se frustró. Hubo incluso el problema de asesinatos de dirigentes sociales y políticos. Por lo tanto, esto constituyó un cambio significativo que puede ser muy positivo para Colombia.
Por otro lado, mucho va a depender de cómo lleve Gustavo Petro su presidencia. Es decir, hasta dónde puede llegar si él es capaz de comprender lo que acaba de suceder en Chile con lo del referendo. Petro sabrá actuar con más tino; debe ver que son sociedades donde no se puede implantar un programa radical. No se pueden saltar etapas en países que han tenido una larga tradición conservadora de cambios muy graduales, que están acostumbrados a esto y que no aceptan transformaciones drásticas. Por otra parte, Colombia tiene instituciones fuertes, que pueden frenar cualquier posibilidad de radicalización de Petro.
Respecto a las relaciones entre Colombia y Ecuador, estas han sido bastante bien llevadas a lo largo del tiempo, salvo pequeñas excepciones, como cuando se permitió que grupos armados colombianos entraran a territorio ecuatoriano. Pero evidentemente no ha habido mayores problemas en ese sentido. Lo que tienen que acordar ahora los dos países es una política conjunta de combate al narcotráfico. Y es Ecuador quien debe tomar la iniciativa, porque es quien se ve afectado por la producción y el tráfico de narcóticos desde Colombia hacia el mundo. Una de las salidas es por Ecuador. Por lo tanto, este debe ser un tema esencial, casi eje de las relaciones colombo-ecuatorianas, aparte de los asuntos económicos y demás que han venido funcionando relativamente bien.
.