El discurso que dio el presidente argentino, Javier Milei, en el Foro de Davos, debe leerse con mucha atención para discriminar los objetivos perseguidos y el impacto en la opinión pública de su país.
Como ya es sabido, el primer mandatario busca convertirse en un líder global de la nueva derecha, asociado a figuras como Donald Trump, Giorgia Meloni, Nayib Bukele, Jair Bolsonaro y Santiago Abascal. En materia de relaciones internacionales, eso podría generarle, por ejemplo, el apoyo de Estados Unidos para un nuevo acuerdo con el FMI. Más allá de eso, Milei busca demostrar fronteras adentro que es valorado a nivel mundial. Con eso, podría minimizar las críticas que pueda recibir por su estilo y por su fuerte plan de ajuste económico.
De hecho, ayer anunció que planea retirar a su país de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una medida que imita la orden firmado por Trump en las primeras horas como presidente de EEUU.
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Nunca nos olvidaremos que fueron los ideólogos de la cuarentena cavernícola que implicó, acorde al Estatuto de Roma de 1998 (artículo 7.k) cometer, en complicidad con todos los Estados que tomaron sus directivas, uno de los delitos de lesa humanidad más estrafalarios de la…
— Javier Milei (@JMilei) February 5, 2025
Construcción de un liderazgo global
Desde el punto de vista internacional, los países definen sus actitudes y conductas en función de sus intereses estratégicos, más allá de las cercanías ideológicas. Éstas existen, no son mera cosmética. Pero, en las grandes ligas, nadie arriesga tontamente si no hay alguna contrapartida. Como se dice popularmente, nadie da puntada sin hilo. Así como existe una entente China, Rusia, Irán, Venezuela —que implica múltiples aristas geopolíticas y negocios—, este otro eje también tendrá el mismo trasfondo. De modo que, coincidencias valorativas no implican amistad sin condicionamientos. Pertenecer a un club tiene sus privilegios siempre y cuando se respeten las normas internas. Algo de eso comprendió a tiempo Milei cuando pensaba hacer un desaire a Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, en la última reunión del G20.
Por ejemplo, la actitud del presidente argentino frente a China pasó de ser una “dictadura comunista” a ser gente que solo quiere hacer negocios y no quiere que los molesten. Semejante giro pragmático tiene que ver con que Argentina tiene en la potencia asiática uno de sus mayores clientes en comercio exterior. Además, le ha hecho un préstamo al país conocido como el swap chino, sin el cual el Banco Central estaría aún en mayores dificultades.
En ese liderazgo global que cultiva Milei se encuentran también una serie de definiciones axiomáticas que aluden a constituir un trípode con Trump y Meloni en defensa de los valores occidentales. Aludió a que el tiempo le dio la razón, respecto al tiempo transcurrido entre su primer discurso en Davos a principios de 2024 y 2025. El dato clave, para él, fue el triunfo del magnate americano. Algo así como la recuperación moral del hermano mayor para conducir a la civilización hacia el camino correcto. Ahí, el presidente argentino se revela como un visionario. Además, se jacta de habérselo advertido al “establishment político, económico y mediático de Occidente”. Solo que, en esta oportunidad, tuvo mucho menos público en la sala que doce meses atrás.

Opinión pública nacional
¿Cuánto del discurso en Davos es relevante para el público argentino? ¿Cuán eficiente es para su propio núcleo duro? La respuesta a ambas preguntas es una sola: poco importante.
Argentina intenta salir de una de sus crisis económicas más profundas. El gobierno tuvo algunos éxitos económicos sustanciales, como la baja de la inflación y una cierta estabilidad económica general. Esa agenda será prioritaria durante mucho tiempo. Sin embargo, la concentración mental en este issue dificulta mucho la inserción de otras temáticas ajenas a esa prioridad. Esto aplica tanto al conjunto del electorado, como al propio núcleo duro, al menos el 30% que votó a Milei en la primera vuelta electoral de 2023.
En los últimos 15 años, se han aprobado leyes relevantes en el plano simbólico. Por ejemplo, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, la Ley de Matrimonio Igualitario, que también permite el acceso a la adopción en igualdad de condiciones, y el decreto que incorporó la opción de género no binario en los documentos de identidad. Más allá del consenso social en cada caso, mientras pasa el tiempo es más difícil que el propio Congreso dé marcha atrás.
Las críticas de Milei en Davos a la agenda woke no tienen mucho apoyo en la mayoría social. “Es la epidemia que hay que curar y el cáncer que hay que extirpar”, expresó .De hecho, algunos dichos específicos, como el de la eventual asociación de la homosexualidad con la pedofilia, generaron una reacción importante. El pasado sábado, derivó en marchas masivas. Luego, el propio gobierno relativizó esas declaraciones y trabajó para desviar la atención de la polémica.
La batalla cultural
Esas cuestiones están en el marco de lo que la administración Milei denomina “batallas culturales”. Entre estas, se encuentra alguna revisión sobre el debate acerca de la violación de los derechos humanos durante los 70. Los estudios de opinión pública no arrojan un interés particular por incurrir en esos ítems, y el oficialismo corre el riesgo de que se lo vea desenfocado de la cuestión central: salir de la crisis económica.
Milei utilizó el Foro de Davos con propósitos de posicionamiento global y local, para dar satisfacción simbólica a algunos núcleos militantes. Sin embargo, esos debates no están muy presentes en la opinión pública.