La apretada contienda electoral de los Estados Unidos entre los candidatos presidenciales Joe Biden (Partido Demócrata) y el actual mandatario Donald Trump (Partido Republicano), que han convertido la proclamación del ganador en una tarea imposible, dejó en evidencia que la pandemia del nuevo coronavirus fue un factor menos determinante de lo previsto por los analistas.
Al cierre de este artículo, Biden sumaba 264 de 270 electores que se necesitan para ganar en el Consejo Electoral, de 538 miembros, y Trump, 214. El postulante demócrata logró avanzar en lugares que estaban en poder de su contrincante, cuando restaba por conocer los votos de cinco estados: Alaska (3 votos electorales), Georgia (16), Carolina del Norte (15), Nevada (6) y Pensilvania (20).
La victoria en Michigan, un estado clave y cuna de la industria automotriz del país, y en Wisconsin, colocó al postulante demócrata más cerca de la Casa Blanca.
En Estados Unidos, la fórmula presidencial se elige de modo indirecto. En función del voto popular, que surge de elecciones directas, como las realizadas el martes 3, se conforma el colegio electoral en los 48 estados y en la capital Washington DC, que definen el 14 de diciembre quién será el próximo jefe de Estado.
Hasta la víspera de las elecciones, el exvicepresidente del mandatario demócrata Barack Obama dominaba cómodamente los sondeos.
En el promedio de 13 encuestas realizadas entre el pasado 25 de octubre y el lunes 2, difundidas en el sitio RealClear Politics, Biden tenía una ventaja de 7,2 %, en un rango entre 1 y 11 puntos porcentuales de diferencia frente a Trump, quien, por otra parte, había mejorado su posición en relación con la semana anterior al llegar a 44 %, aunque menor al pico de 45,6 % del 22 de febrero pasado cuando la COVID-19 aún no era un problema de salud pública y había un desenvolvimiento normal de la economía.
Pero la realidad de las urnas del martes 3 terminó teniendo un final diferente a la película que mostraron las encuestas: no reflejó la preponderancia sólida de Biden, sino una carrera presidencial muy ajustada.
En la burbuja de Washington DC, por lo menos, la mayoría de los analistas coincidían en que la actitud de desdén del presidente ante la COVID-19 y la crisis económica por las medidas fluctuantes de confinamiento y permanentes de distanciamiento social, que provocaron una baja abrupta y profunda de la economía, y la pérdida de millones de puestos de trabajo, le iban a pasar una factura onerosa al postulante republicano.
Los demócratas estaban insuflados de optimismo al prever una avalancha de votos de estadounidenses decepcionados por el manejo presidencial de la pandemia y una confianza desmedida en las credenciales de Biden para atraer a los electores blancos de la clase trabajadora —que apoyaron a Trump hace cuatro años— y aumentar el apoyo de hispanos y afroamericanos.
Biden estaba convencido de que podría liderar una gran coalición opositora, sumando a más votantes mayores, independientes e incluso republicanos. Pero los datos hasta anoche son más que suficientes para advertir el fracaso en crear una potente alianza contra Trump, al punto de que el partido desafiante no pudo conquistar una mayoría en el Senado.
La realidad vista con el diario del lunes muestra que la lectura demócrata fue demasiado optimista y que las encuestas no recogieron sutilezas de la elección.
El retador demócrata obtuvo un apoyo mayoritario entre las minorías raciales pero, a todas luces, fue insuficiente para asegurarse una ventaja holgada. Es más, Trump consiguió más votantes latinos en varios estados clave de los que obtuvo en las elecciones de 2016, según un estudio de CNN.
Una de las primeras señales de que la elección no sería fácil para los demócratas se hizo patente en Florida, particularmente en el condado de Miami-Dade, predominantemente hispano, que apoyó a Trump como en 2016, con una fuerte incidencia de los latinos de origen cubano, venezolano y colombiano que apoyan la mano dura del presidente contra los gobiernos de Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro, y temen que Biden retome el camino diplomático de Obama, aupado por los dirigentes más a la izquierda del partido.
A medida que avanzaba el escrutinio se pudo constatar que la incidencia de la pandemia en el voto popular fue menor de lo que se podría llegar a creer o, en todo caso, que los electores no están responsabilizando totalmente a Trump del avance del coronavirus en Estados Unidos.
Una encuesta a boca de urna, difundida por CNN, reveló que la economía —el único asunto en el que Trump obtiene mejores calificaciones que Biden— fue el tema más importante para los votantes, seguido de la desigualdad racial y, en tercer lugar, el coronavirus, según consigna el diario británico Financial Times.
La zozobra de los electores por el declive de la economía podría explicar las circunstancias de una elección extremadamente cerrada, que alimenta la polarización política.
Trump impugnó el resultado electoral en Michigan, Pensilvania y Georgia, al tiempo que reclamó el recuento de votos en Wisconsin, confiriendo más incertidumbre que certezas a la elección que elegirá al 45° presidente de los Estados Unidos.
Las tensiones políticas y protestas en estas horas en Mineápolis, Seattle, Phoenix, Filadelfia, Nueva York y Portland, tras la furia del presidente denunciando fraude, perjudican la estabilidad institucional y abren una profunda herida en la democracia más antigua del mundo.