Biden: una prueba de fuego

El discurso inaugural de Biden estuvo cargado de mensajes de reconciliación. Sin embargo, el país enfrenta desafíos enormes. ¿Podrá el nuevo presidente responder a las expectativas puestas en él?

Por: Gabriel Pastor8 Feb, 2021
Lectura: 7 min.
Biden: una prueba de fuego
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El día de la asunción de Joe Biden como el presidente número 46 de Estados Unidos, el pasado 20 de enero, hubo algunas tradiciones protocolares que debieron obviarse por la pandemia del nuevo coronavirus. Pero hubo una costumbre que no se rompió y cuyo significado es muy elocuente de la delicada situación que atraviesa la nación más poderosa del mundo: el cuadro pictórico que Biden y la vicepresidenta, Kamala Harris, recibieron en el Congreso: una obra de Robert S. Duncanson, de 1859, en la que este artista afroamericano pintó un arcoíris sobre un paisaje bucólico, en donde se ve a un hombre y una mujer contemplando la belleza de la naturaleza. El mensaje de esperanza de un país al borde de la guerra civil se vio apropiado para un presente tan desafiante para el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

Paisaje con arcoíris de algún modo evoca la esperanza puesta en el espíritu de unidad que quiere recuperar Biden para superar problemas que están poniendo en entredicho el porvenir del país.

Y la primera prueba de fuego se vio con claridad esta semana en torno al debate político sobre el paquete de ayuda que el gobierno demócrata puso a consideración del Congreso.

Rol del COVID

El coronavirus es el principal enemigo, golpeando con virulencia a la salud y a la economía estadounidenses, cuyo arcoíris se puede empezar a proyectar con la inoculación masiva. Hasta el lunes 1º de febrero se habían administrado 32.222.402, de un total de 49.936.450 de vacunas distribuidas en todos los estados y territorios, y es probable que se llegue con comodidad a la meta presidencial de inocular a 100 millones de personas en los primeros 100 días del gobierno.

Y, justamente, es la distribución de vacunas lo que el 48% de los estadounidenses creen que debería ser la principal prioridad de Biden, según una encuesta realizada entre el 11 y el 13 de enero por la radio pública NPR, la red de televisión pública PBS y la encuestadora The Marist Poll.

Es que, aunque se advierte una desaceleración de los casos, las cifras en torno al covid-19 son horripilantes: 26.034.475 contagiados y 439.955 muertos hasta el pasado 1º de febrero. El presidente Biden dijo que el número de muertos podría llegar a 600.000.

Sin una reversión del virus es imposible pensar en una mejora de la economía que ha sufrido el cierre de una gran cantidad de empresas o que sufren de una baja de actividad y la pérdida de millones de puestos de trabajo.

Desempleo

En diciembre de 2020, el desempleo se ubicó en 6,7 %, lejos del 14,7 % de abril pasado, pero muy alto en relación con las estadísticas prepandemia. Solo en diciembre se perdieron 140.000 puestos de trabajo y, al cierre del año, 10,7 millones de trabajadores estadounidenses estaban desempleados. El producto interno bruto (PIB) cayó un 3,5 % en 2020, en relación con el periodo anterior, la mayor caída anual desde 1946, aunque hubo una recuperación en el último trimestre del año.

Casi 24 millones de adultos, el 11 % del total, informaron que en su hogar a veces o con frecuencia no hubo suficiente comida en los últimos siete días, según un informe reciente de The Center on Budget and Policy Priorities, un instituto de investigación independiente que hace un seguimiento a las políticas diseñadas para reducir la pobreza y la desigualdad. También detectó que uno de cada cinco inquilinos adultos no estaban al día con el alquiler.

Mientras el virus siga contagiando, el gobierno enfrentará el enorme reto de encontrar la respuesta política más adecuada para contrarrestar sus efectos más perversos y evitar una espiral descendente que es más pronunciada en los hogares más desfavorecidos.

El plan de Biden

El arma de Biden para enfrentar el deterioro económico y social es un plan de 1,9 billones de dólares con el objetivo de ayudar a familias pobres, reforzar beneficios a los desempleados, destinar nuevos fondos en la educación y más recursos en la lucha contra el covid-19. En el arsenal económico se incluye aumentar al doble el salario mínimo federal (hoy en 7,25 dólares la hora).

«Las familias pasan hambre. Las personas corren el riesgo de ser desalojadas. Las pérdidas de empleo vuelven a aumentar. Necesitamos actuar», dijo el mandatario el viernes pasado..

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.De aprobarse la nueva inyección fiscal, se sumaría a los 2,2 billones de dólares que el Congreso aprobó en marzo pasado, con apoyo bipartidista, el mayor desembolso en la historia del país. Además de otras ayudas financieras como por ejemplo programas de préstamos de emergencia, reducción de tasas de interés y operaciones en el mercado de bonos.

El paquete fiscal

Pero el paquete fiscal de Biden no tiene el respaldo del opositor Partido Republicano, que propuso un plan alternativo de 618.000 millones de dólares, que le hicieron llegar directamente el domingo pasado.

Para los republicanos, el plan de ayuda de Biden supone un brutal avance del gobierno en la economía y creen que un nuevo beneficio de casi 2 billones de dólares es imprudente por el alto endeudamiento del país y el déficit presupuestario. También cuestionan el aumento del salario mínimo porque entienden que acabaría con las pymes, así como la idea de más impuestos a las familias más ricas.

Entienden que la propuesta republicana es una buena oportunidad para crear un ambiente a favor del bipartidismo y el debate razonado, tal como quiere Biden.

El lunes pasado hubo una reunión de dos horas entre un grupo de senadores republicanos y el presidente, en la se conversó cordialmente del asunto. Biden quiere —y hasta necesita desde un punto de vista político— un acuerdo bipartidista, pero las diferencias de enfoque todavía son importantes y puede ganar la posición de demócratas en el Congreso de avanzar sin el apoyo del partido opositor, aprovechando un mecanismo legal: la reconciliación, un proceso especial que no exige 60 votos para aprobar una ley en el Senado, y que fue habilitado el viernes pasado en una votación tan cerrada que fue decisivo el apoyo de la vicepresidenta Kamala Harris.

Llamado a la unidad

En una carta pública de los diez senadores republicanos que se reunieron con Biden hubo un reconocimiento al llamado a la unidad del presidente y el compromiso de «trabajar de buena fe» con la Casa Blanca «para enfrentar los desafíos de salud, económicos y sociales de la crisis de covid-19».

La controversia en torno al plan de ayuda puede esfumar en cierto modo la intensidad del arcoíris de la unidad al obligar al presidente a tomar una decisión: negociar con base en la propuesta republicana, si opta por un gran acuerdo, o insistir con el plan demócrata solo con el respaldo oficialista, como plantean referentes demócratas en el Congreso.

Cualquiera sea la decisión, Biden se encamina a enfrentar el primer choque que puede poner en entredicho su compromiso por la unidad de su discurso inaugural, un camino de armonía como el que pintó Duncanson en su Paisaje con arcoíris.

Gabriel Pastor

Gabriel Pastor

Miembro del Consejo de Redacción de Diálogo Político. Investigador y analista en el think tank CERES. Profesor de periodismo en la Universidad de Montevideo.

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