Abimael Guzmán, muerte de un asesino

Abimael Guzmán, muerte de un asesino

La muerte del genocida Abimael Guzmán deja la imperiosa necesidad de vencer a la injusticia y la miseria sobre la base de la solidaridad.

Por: Josef Zielinski14 Sep, 2021
Lectura: 6 min.
Abimael Guzmán, muerte de un asesino
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

El 11 de setiembre se está convirtiendo en una fecha en la cual los seres humanos debemos recordar el daño que el extremismo le ha hecho al mundo. Se suma ahora a esta fecha infame la muerte de Abimael Guzmán Reynoso, el que probablemente sea el mayor genocida de la historia hispanoamericana.

Curiosamente, esta muerte se da un día antes del aniversario 29 de su captura, un 12 de setiembre del año 1992, día que llenó de júbilo y esperanza a los peruanos de aquel entonces. Pero ¿qué significa este personaje y su muerte para el Perú y los peruanos?

Rubén Manuel Abimael Guzmán Reynoso (alias presidente Gonzalo) nació un 3 de diciembre del año 1934 en la ciudad de Mollendo, en el departamento de Arequipa, a 946 km al sur de Lima. Curiosamente su nombre Abimael en hebreo significa ‘mi padre es Dios’. Hijo ilegítimo de Abimael Guzmán Silva —un muy próspero comerciante arequipeño— con la joven arequipeña Berenice Reynoso Cervantes (Jara, 27). Tuvo una infancia muy traumática, marcada por el abandono de su madre cuando tenía solamente ocho años y los constantes viajes por varias ciudades del Perú a casas de diversos familiares, que lo desarraigaron y le hicieron perder muy joven el valor de los lazos afectivos, familiares y de la amistad. En años posteriores y ya casado (graduado como abogado, pero dedicado a la docencia universitaria en la reabierta Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, en la ciudad de Ayacucho), recibió la ingrata noticia de que su joven esposa, Augusta La Torre (camarada Norah), era estéril y, según algunos analistas, este fue el detonante final que generó que ambos profundizaran su apego al marxismo-leninismo y maoísmo y los llevara a elaborar una ideología propia denominada el pensamiento Gonzalo. Pretendieron llevar estas ideas a la práctica con la fundación en 1969 del Partido Comunista Peruano Sendero Luminoso (PCP-SL), agrupación que surgió de las cenizas del PCP Bandera Roja, partido que surgió de la escisión de sectores maoístas del Partido Comunista Peruano, que quedó en manos del sector prosoviético al darse el cisma Moscú-Pekín en los años cincuenta.

El PCP-SL es un fenómeno muy particular no sólo en América Latina, sino en todo Occidente. Entre los años sesenta y ochenta del siglo XX, las guerrillas y alzamientos de grupos armados y subversivos en la región no eran cosa rara, pero todos ellos tenían algo en común: su simpatía por la Revolución cubana y, por intermedio de la dictadura comunista cubana, una mayor cercanía con la Unión Soviética. Sendero Luminoso fue en cambio una organización terrorista de raíces maoístas (es decir, chinas), algo muy poco común en Occidente, cuya constitución en el Perú generó el episodio más traumático de la historia republicana del país.

El daño generado por Sendero Luminoso al Perú es altísimo. El drama humano que generó se tradujo en la muerte de alrededor de 70.000 personas, según el informe de la CVR,

el desplazamiento forzado de otras 600.000 de las zonas de violencia en el país, la destrucción de la vida comunitaria en las zonas rurales de la sierra sur del Perú, el terror permanente en las ciudades, etc. Y un daño económico que se calcula en alrededor de 21.000 millones de dólares al año 2000 (alrededor del 40% del PBI peruano, según cifras del Banco Mundial, y una cifra superior a la deuda externa peruana de ese mismo año, según cifras del Ministerio de Economía y Finanzas).

La crueldad de sus acciones se vio reflejada en matanzas masivas de campesinos en zonas rurales, principalmente de la sierra sur peruana (los casos de Lucanamarca y Soras son emblemáticos en ese sentido), así como en el absoluto desprecio que sus panfletos mostraban sobre la vida humana, donde frases como «pagar la cuota de sangre», «inducir al genocidio» o «la revolución costará un millón de muertos» resultaban ser estremecedoramente comunes.

La muerte de Abimael Guzmán se da en un momento muy complicado para el país, en el que la polarización, el desapego de la población respecto a la actividad política, la corrupción, la débil institucionalidad política, la crisis económica generada por la pandemia, la irrupción de grupos extremistas en la vida política, la incapacidad del nuevo gobierno para tender puentes con y entre los ciudadanos, etc., están ayudando a agudizar las contradicciones sociales. Queda el desafío de que esta esta situación no sirva de combustible para el surgimiento y crecimiento de una ideología tan perjudicial para el Perú como la que enarboló Sendero Luminoso.

No olvidemos que las raíces marxistas de Sendero Luminoso llevan a centrar su moral al éxito de la «lucha de clases», donde «salvo el poder todo es ilusión» y la centralidad, dignidad y visión integral del ser humano no son consideradas, en pro de una ideología que solo concibe al hombre como un ser económico, parte de «la masa» y un elemento desechable para la toma del poder. Y todo esto resulta siendo consecuencia de la prédica ideologizada que corroe a sus fanáticos seguidores.

Injusticias y sed de reivindicación y equidad han existido a lo largo de toda la historia. Pero no debemos olvidar que la sed de justicia sólo dará resultados cuando esté unida a la más importante condición humana que es el amor por la vida. Tal vez esta sea la reflexión mas importante que nos deja la muerte del genocida, que es la imperiosa necesidad de vencer a la injusticia y la miseria sobre la base de la solidaridad, la empatía y la búsqueda del bien común. Si lo hacemos por la vía del odio, el resentimiento y la «lucha de clases», el resultado será completamente contrario. Corresponde pues no solo a nosotros los docentes, sino también a los peruanos de buena voluntad inculcar en las nuevas generaciones estos valores a fin de no solo evitar que este episodio se vuelva a repetir en nuestra historia, sino principalmente para lograr una nación más integrada, justa y humana.

Bibliografía

Comisión de la Verdad y la Reconciliación. (2003). Informe final. Lima.
Gorriti, Gustavo. (2017). Sendero. Lima: Planeta.
Jara, Humberto. (2017). Abimael; el sendero del terror. Lima: Planeta.


Nota:

Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR): organismo creado durante el gobierno del presidente Valentín Paniagua, encargado de estudiar el periodo de la violencia subversiva en el país entre los años 1980 y 2000.

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Josef Zielinski

Josef Zielinski

Docente de Ciencias Políticas e Historia de las Ideas Políticas en la Universidad de Lima. Ha sido director ejecutivo del Instituto Peruano de Economía Social de Mercado (IPESM) y director de la revista «Testimonio» del Instituto de Estudios Social Cristianos. Actualmente colabora como experto independiente para la Fundación Konrad Adenauer, sede Lima.

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