Harris y el reto de ganarle a Trump

Harris y el reto de ganarle a Trump

El desenlace dependerá de cuál de los dos candidatos sea más eficaz a la hora de aterrorizar a los votantes. El escenario apocalíptico que proyectan los partidos en caso de derrota, sin duda, alienta aún más la polarización y la desconfianza.

Por: Gabriel Pastor23 Jul, 2024
Lectura: 6 min.
Harris y el reto de ganarle a Trump
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Artículo original en español. Traducción realizada por inteligencia artificial.

La decisión del presidente Joe Biden de retirarse de la contienda electoral y apoyar la candidatura de la vicepresidenta Kamala Harris supone una segunda oportunidad para un Partido Demócrata desunido y abrumado por un Donald Trump que parece imbatible. Este giro se produce después de que el expresidente republicano sufriera un intento fallido de magnicidio y respondiera con un gesto heroico, catapultado en una imagen icónica que recorrió el mundo.

La campaña electoral en Estados Unidos (EEUU) se ha convertido en un drama político desconcertante: un Biden obstinado que resiste todo lo posible para bajarse de su postulación presidencial, cuestionado internamente por la falta de reflejos y e incoherencias de lenguaje en la contienda, y un aspecto de fragilidad imposible de sortear. Enfrente, un adversario intrépido, convertido en una víctima de la democracia y que, en cuestión de días, logró tener a todo el Partido Republicano a sus pies.

La elección del senador James David Vance, de 39 años, como compañero de fórmula de Trump, completó una excelente semana para los republicanos. Vance es autor del bestseller Hillbilly, una elegía rural, memorias sobre el drama socioeconómico en su ciudad natal del sur de Ohio. El libro ayuda a comprender la popularidad del magnate inmobiliario entre los estadounidenses blancos y pobres.

La jugada política de Trump con la elección de Vance redobla la apuesta por el trumpismo. No solo reafirma su control partidario, sino que también susideas de nacionalismo, populismo y proteccionismo sigan vigentes en el futuro.

Pero, más allá del sentimiento triunfalista republicano, a 106 días de las elecciones presidenciales, ninguno de los dos partidos puede cantar victoria.

Los desafíos de Trump

Trump, de 78 años, ha llevado adelante una campaña notablemente exitosa, a pesar de su controvertido papel en el ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021, su resistencia a reconocer la victoria de Biden y los múltiples casos judiciales que deberían haber afectado su reputación. Su afán de victoria persistió incluso antes de sufrido una herida de bala en la oreja derecha a causa de un ataque de un joven tirador solitario durante un mitin en Pensilvania. El momento republicano se presentaba ante un Biden debilitado en todos los aspectos y cuestionado, tanto en voz baja como abiertamente, desde sus propias filas.

Sin embargo, desde este domingo 21 ha comenzado otra campaña que debería obligar a Trump a ser más cauteloso. Ahora enfrenta a una contrincante más joven, de 59 años, muy lejos de la senilidad de Biden. Además, la competencia contra una mujer podría incomodarlo, a pesar de haber vencido en el pasado a Hillary Clinton. Harris, una feminista pragmática y realista, de ascendencia jamaiquina y asiática, y una sólida formación jurídica, podría intensificar la irritación del líder republicano y hacerle perder el control de la situación, del que siempre hace gala.

Atentado contra Donald Trump en Pensilvania. Fuente: EFE

Trump, además, perdió una oportunidad histórica para hacer un llamado más enfático a la concordia en la Convención Republicana que lo proclamó candidato, como hizo George W. Bush después del 11-S. La violencia en la política estadounidense alimenta una polarización radical que un Trump conciliador podría ayudar a apaciguar. Lamentablemente, no lo hizo.

Los obstáculos de Harris

Tampoco la vicepresidenta camina a estas horas por un lecho de rosas. El respaldo de Biden es importante para el financiamiento de la campaña, además de una voz influyente entre los demócratas. También lo es el apoyo que recibió de otros líderes demócratas.

Pero no es suficiente. Además de mejorar en las encuestas, tiene por delante la reunión de la Convención Nacional Demócrata, del 19 al 22 de agosto. Allí se tomará la decisión final sobre respaldar a Harris o apoyar a cualquier otro candidato.

Aunque es difícil que ello ocurra, no es imposible. Sin embargo, sería un suicidio político para la contienda del 5 de noviembre. Harris es una figura de escala nacional, más conocida en comparación con otros supuestos contendientes demócratas. Su lealtad a Biden, elegido en las primarias demócratas, ha sido a prueba de balas. Sin duda, ella es quien mejor refleja el veredicto de las urnas en la interna del partido.

Harris, en un discreto segundo plano en la política pública de Washington D.C., ha mantenido un bajo perfil. No ha tenido demasiada visibilidad como vicepresidenta lo que puede despertar una serie de inquietudes acerca de su talante presidencial. ¿Qué podría ser diferente en una supuesta presidencia de Harris, aparte de que sería la primera mujer en llegar a la Casa Blanca? ¿Solo más joven y vigorosa? ¿Continuaría a rajatabla con la gestión de Biden? ¿Podría bajar la crispación política y lograr acuerdos bipartidistas en el Congreso? ¿Impulsaría una nueva hoja de ruta? La verdad es que todavía es una incógnita, al igual que quién la secundaría en la fórmula demócrata.

Y la pregunta más relevante en estas horas: ¿Qué impacto tendría su candidatura en los  “estados oscilantes”, como Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin? También reina la incertidumbre.

Kamala Harris. Fuente: The Guardian

Dos enfoques sobre América Latina

Menos vacilaciones pueden proyectarse en el significado de ambos candidatos respecto a la política con América Latina.

Es cierto que Harris no puede demostrar demasiados logros en las tareas que Biden le encomendó con los países de Centroamérica. Pero sin duda que tiene una visión global sobre la región, como fundamentó con sinceridad en la 51ª Conferencia anual de Washington sobre las Américas, en 2021, y en sus viajes y reuniones con presidente de varios países.

Su convencimiento del papel de EEUU en América, quien se beneficia “de vecinos estables y prósperos”, contrasta con la prédica agresiva de Trump durante su presidencia y hasta en estos días en campaña electoral en la que anuncia que, bajo su mandato, terminaría de levantar el muro en la frontera con México.

No cuesta imaginar una relación conflictiva de Trump con la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum; y llamativamente con su aliado ideológico, el presidente salvadoreño Nayib Bukele, a quien responsabilizó de una política de seguridad que expulsa a asesinos de El Salvador a EEUU. El presidente que probablemente a estas horas podría estar frotándose las manos es el argentino Javier Milei, muy cercano a Trump, a quien le ha profesado públicamente admiración.

Todo es una gran conjetura. Lo único cierto es que la inédita decisión de Biden, a menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales, puso patas arriba la lucha electoral por llegar a la Casa Blanca.

El melodrama político estadounidense ha calado más hondo, y como escribió el columnista de Financial Times Gideon Rachman, el desenlace dependerá de cuál de los dos candidatos sea más eficaz a la hora de aterrorizar a los votantes.

El escenario apocalíptico que proyectan los partidos en caso de derrota, sin duda, alienta aún más la polarización y la desconfianza. Es una mala hora para la democracia de la principal potencia del mundo.

Gabriel Pastor

Gabriel Pastor

Miembro del Consejo de Redacción de Diálogo Político. Investigador y analista en el think tank CERES. Profesor de periodismo en la Universidad de Montevideo.

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