En el último año hemos empezado a vivir una nueva revolución digital, liderada por la Inteligencia Artificial. Me atrevería a decir que comenzamos una nueva era porque la IA nos abre un escenario sin límites. Todo parece ser posible mediante el desarrollo y entrenamiento de esta tecnología emergente.
La IA se ha usado durante décadas con distintos propósitos. Por ejemplo, para tareas de automatización en las grandes industrias. No obstante, debido al uso de la IA generativa, recién comenzamos a elogiar sus capacidades. Al mismo tiempo, cuestionamos su real impacto en la gobernabilidad democrática, convivencia ciudadana, seguridad de las personas y estabilidad global. Frente a esto, es necesario replantearnos qué forma comienza a adquirir la democracia digital mediante el uso de la IA. ¿Hacia dónde avanzamos? ¿Cuál es el futuro que nos espera?
Amenaza para la democracia
En los últimos años, las redes sociales y plataformas digitales dejaron de ser eficaces para ganar elecciones. Herramientas que sirvieron para convocar militantes, reclutar voluntarios, comunicar estratégicamente, segmentar mensajes, masificar ideas y propuestas de gobierno no fueron duraderas. Con rapidez veríamos surgir otro lado no tan amable. La fábrica de bots, trolls y noticias falsas comenzaron a ser tácticas comúnmente usadas para engañar y manipular votantes.
La capacidad de crear contenido falso es cada vez más fácil por las características que ofrece la IA en herramientas de texto, video, imagen, audio, chatbots o avatars. También por la cantidad de data e información que fluye online, que se convierte en la gasolina que alimenta estas herramientas.
Lamentablemente, la IA generativa podría maximizar la desinformación y golpear aún más las democracias alicaídas. De acuerdo con el Índice de Democracia de The Economist, menos del 8% de la población global vive en democracia plena, mientras que casi el 40% vive bajo regímenes autoritarios. De los 167 países que incluye el estudio, 34 son regímenes híbridos, entre ellos Perú y otros países de Latinoamérica. Mientras que la subregión de Centro América es la que ha sufrido un mayor retroceso en el último año. Además, el informe confirma que es el octavo año consecutivo en el que se registra un declive democrático en América Latina y el Caribe.
Esta situación enciende alarmas. Más aún si proyectamos un futuro en el que las herramientas de IA generativa podrían agudizar este panorama. Especialmente las coyunturas electorales o procesos de participación democrática son realidades en las que la población puede ser fácilmente manipuladas y las instituciones del estado de derecho muy debilitadas.
Entorno digital saludable
Si esta tecnología no es empleada con ética y responsabilidad, el futuro de la democracia puede ser muy adverso.
La desinformación online se intensificaría así como las falsas narrativas, de izquierda o de derecha, que intentan desestabilizar el statu quo y generan caos e incertidumbre. Los deepfakes y audios falsos proliferarían. Sería más difícil determinar su veracidad, conocer su procedencia y autoría. También aumentaría la viralización del contenido falso a escalas inimaginables. Se utilizarían diversas plataformas de manera simultánea, empleando big data, para llegar a grandes poblaciones y luego poder segmentarlas según diversos criterios., mediante el uso de algoritmos que identifica nuevas audiencias y sus hábitos.
Los filtros burbujas se exacerbarían mediante los canales de mensajería, el espacio idóneo para intercambiar información con aquellos que piensan igual o parecido. Si este fenómeno se intensifica, habría incluso menos espacio de deliberación, alternancia de ideas y pluralidad de pensamiento. Reinaría la intolerancia.
Queda claro que los pilares y principios de la democracia podrían desvanecerse. Ante esta mirada, poco alentadora, la democracia digital parece boicoteada por la misma tecnología y por el uso que le dan los individuos. Sin embargo, en la promoción de la democracia digital en Perú y América Latina, que lleva más de diez años, soy testigo del buen uso de la tecnología. Principalmente, para fortalecer las libertades y derechos de los individuos, fomentar la construcción de la ciudadanía y favorecer el desarrollo de los Estados y sus poblaciones. Entonces, más que nunca urge la necesidad de actuar desde distintos frentes para no llegar a los escenarios descritos.
Se debe recobrar la confianza generando más transparencia no solo en el desarrollo y entrenamiento de la IA, sino en el uso que le otorgan los partidos políticos, líderes y autoridades. Debe existir un amplio compromiso de todos los actores políticos y también acciones por parte de las corporaciones de tecnología para evitar que estas herramientas desvirtúen su buen propósito. Se requiere mucha alfabetización digital para que la población conectada a internet no sea víctima de manipulación o vulnerable a la mentira. Tampoco cómplice de las malas prácticas digitales. Todos debemos actuar, porque la tarea no es fácil si queremos un entorno digital saludable al servicio de las democracias.